XIII. PROGRESO A TRAVÉS DE LAS REVOLUCIONES
en las páginas precedentes he incluido mi descripción esquemática del desarrollo
científico hasta
donde es posible llegar en este ensayo; no pueden, sin embargo, proporcionar una
conclusión completa.
Si esta descripción ha captado la
estructura esencial de la evolución continua de una ciencia, al mismo tiempo habrá
planteado un
problema: ¿por qué debe progresar continuamente la empresa bosquejada antes, cuando,
por ejemplo, el arte,
la teoría política y la filosofía no
lo hagan? ¿Por qué es el progreso una condición reservada casi exclusivamente
a las actividades que llamamos ciencia? Las respuestas más usuales a este
problema, han sido negadas en el conjunto
de este ensayo. Debemos concluirlo, por
consiguiente, preguntando si pueden hallarse substitutos.
Puede notarse, inmediatamente, que parte de
la pregunta es absolutamente semántica. En
medida muy grande, el término 'ciencia' está
reservado a campos que
progresan de manera evidente.
En ninguna parte se muestra esto de manera más clara que en los debates
repetidos sobre si una
u otra de las ciencias sociales contemporáneas es en realidad una ciencia. Esos
debates tienen paralelos en los periodos anteriores a los paradigmas de los campos que, en la
actualidad, son
sin vacilaciones llamados ciencias. Su resultado ostensible es una definición completa
de ese término turbador.
Por ejemplo, hay hombres que pretenden que la psicología es una ciencia, debido a que posee tales y cuales
características. Otros,
al contrario, arguyen que esas caracterís-
247
248 PROGRESO Y REVOLUCIONES
ticas son innecesarias o que no son
suficientes para
convertir a ese campo en una ciencia. Con frecuencia se gastan grandes energías, se
despiertan grandes
pasiones y los observadores exteriores
tienen grandes dificultades para saber por qué. ¿Hay mucho que pueda depender de una definición
de 'ciencia'? ¿Puede una definición
indicarle a un hombre si es o no un científico? En ese caso, ¿por qué no se preocupan
los artistas o los
científicos naturales por la definición
del término? De manera inevitable, llegamos a sospechar que lo que se encuentra en
juego es algo más
fundamental. Es probable que, en realidad, se hagan preguntas como las
siguientes: ¿por
qué no progresa mi campo del mismo modo que lo hace, por ejemplo, la física? ¿Qué
cambios de técnicas, de
métodos o de ideología lo harían
capaz de progresar en esa forma? Éstas sin embargo, no son preguntas que pudieran
responder a un acuerdo
con respecto a la definición.
Además, si sirve el precedente de las ciencias naturales, no cesarán de ser una causa de
preocupación cuando se
halle una definición, sino cuando
los grupos que actualmente ponen en duda
su propio status lleguen a un
consenso sobre
sus realizaciones pasadas y presentes. Por ejemplo, puede ser significativo que los
economistas arguyan menos
sobre si su campo es o no una ciencia que el que lo hagan los profesionales de varios otros campos de las ciencias
sociales. ¿Se
debe esto a que los economistas saben qué es la ciencia? ¿O es más bien la economía
la que los hace estar de acuerdo?
Este
punto tiene una recíproca que, aunque ya no sea simplemente semántica, puede
ayudar a mostrar las
conexiones inextricables entre nuestras
nociones de ciencia y de progreso. Durante muchos siglos, tanto en la Antigüedad como
en
PROGRESO Y REVOLUCIONES 249
los
comienzos de la Europa moderna, la pintura fue considerada la disciplina acumulativa. Durante esos años, se suponía que la meta del
artista era la
representación. Los críticos y los historiadores, como Plinio y Vasari, registraron
con veneración la serie de inventos que, desde el escorzo hasta el claroscuro, habían hecho
posible, sucesivamente,
representaciones más perfectas de la naturaleza.1 Pero ésos son
también los años, particularmente
durante el Renacimiento, cuando
no se consideraba que hubiera una gran separación entre las ciencias y las artes.
Leonardo era sólo uno de
entre muchos hombres que pasaba
libremente de uno a otro campo, los que sólo más tarde se hicieron categóricamente
distintos.2
Además, incluso después de que cesó ese intercambio continuo, el término 'arte'
continuó aplicándose tanto a
la tecnología y a las artesanías,
las que también se consideraban como progresivas, como a la pintura y a la
escultura. Sólo cuando
estas últimas renunciaron de manera inequívoca a la representación como finalidad
y comenzaron a aprender nuevamente de los modelos antiguos, obtuvo su profundidad
actual la separación
que, hoy en día, damos por sentada. E
incluso en la actualidad, cambiando de campos una vez más, parte de nuestra dificultad
para ver las diferencias
profundas entre la ciencia y la
tecnología debe relacionarse con el hecho de que el progreso es un atributo evidente de
ambos campos. Sin embargo, puede sólo aclarar, no resolver,
1 E.
H. Gombrich, Art and Illusion: A Study in
the Psychology of Pictorial Representation (Nueva York, 1960), pp. 11-12.
2 Idem.,
p. 97; y Giorgio de Santillana, "The Role of Art in the Scientific
Renaissance", en Critical Problems in the History of Science, ed. M. Clagett
(Madison, Wis., 1959),
pp.
33-65.
250 PROGRESO Y REVOLUCIONES
nuestras dificultades presentes el
reconocer que tenemos
tendencia a ver como ciencia a cualquier campo en donde el progreso sea notable.
Queda el problema de
comprender por qué el progreso debe ser una característica tan valiosa de una actividad llevada a cabo con las técnicas y
las finalidades que
hemos descrito en este ensayo. Esta
pregunta resulta ser múltiple y tendremos que examinar cada una de sus ramificaciones
por separado. Sin embargo, en todos los casos, con excepción del último, su resolución
dependerá en
parte de una inversión de nuestra visión normal de la relación entre la actividad
científica y la
comunidad que la practica. Debemos aprender a reconocer como causas lo que
ordinariamente
hemos considerado efectos. Si logramos hacer esto, las frases 'progreso
científico' e incluso
'objetividad científica' pueden llegar a parecer en parte redundantes En realidad, acabamos de ilustrar uno de los aspectos de la
redundancia. ¿Progresa un campo debido a
que es una ciencia, o
es una ciencia debido a que progresa?
Preguntémonos ahora por qué debe progresar una empresa como la ciencia normal y
comencemos recordando algunas
de sus características más
notables. Normalmente, los miembros de una comunidad científica madura trabajan a
partir de un paradigma
simple o de un conjunto de paradigmas
estrechamente relacionados. Es muy raro
que comunidades científicas diferentes investiguen los mismos problemas. En esos
casos excepcionales, los
grupos comparten varios de los principales
paradigmas. Sin embargo, viéndolo desde
el punto de vista de cualquier comunidad simple, sea o no de científicos, el
resultado del trabajo
creador exitoso es el progreso. ¿Cómo
podría ser de otra forma? Por ejemplo,
acaba-
PROGRESO Y REVOLUCIONES 251
mos de hacer notar que mientras los
artistas aceptaron como meta
la representación, tanto los críticos como los historiadores registraron el progreso del grupo aparentemente unido.
Otros campos creadores
muestran progresos del mismo tipo.
El teólogo que articula el dogma o el filósofo que refina los imperativos de
Kant contribuye
al progreso, aunque sólo sea al del grupo que comparte sus premisas. Ninguna
escuela creadora reconoce
una categoría de trabajo que, por
una parte, sea un éxito de creación, pero que, por otra parte, no sea una adición a
la realización colectiva del
grupo. Si ponemos en duda, como
lo hacen muchos, que progresen los campos no científicos, ello no se deberá a
que las escuelas
individuales no progresen. Más bien, debe ser porque hay siempre escuelas
competidoras, cada una de
las cuales pone constantemente
en tela de juicio los fundamentos mismos de las otras. £1 hombre que pretende
que la filosofía,
por ejemplo, no ha progresado, subraya el hecho de que haya todavía aristotélicos, no
que el aristotelismo no
haya progresado.
Sin embargo, esas dudas sobre el progreso
se presentan también en las ciencias. Durante
todo el periodo anterior
al paradigma, cuando hay gran número
de escuelas en competencia, las pruebas de progreso, excepto en el interior de
las escuelas, son muy difíciles de encontrar. Éste es el periodo descrito en la sección II como
aquel durante el cual los
individuos practican la ciencia,
pero donde los resultados de su empresa no se suman a la ciencia, tal y como la
conocemos. Y
nuevamente, durante periodos revolucionarios, cuando se encuentren en juego una
vez más los principios fundamentales de un campo, se expresarán repetidamente dudas sobre la
posibilidad misma
de un progreso continuo si se adopta uno
252 PROGRESO Y REVOLUCIONES
u otro de los paradigmas opuestos. Los que
rechazaban el newtonismo proclamaban que su
dependencia de las fuer/as innatas haría
regresar a la ciencia a las
Edades Oscuras. Los que se oponían a la química de Lavoisier sostenían que el rechazo de los "principios"
químicos en favor de
los elementos de laboratorio era el rechazo de una explicación química lograda,
rechazo realizado
por quienes iban a refugiarse en un simple nombre. Un sentimiento similar, aunque
expresado de manera más
moderada, parece encontrarse
en la base de la oposición de Einstein,
Bohm y otros a la interpretación probabilista
dominante en la mecánica cuántica. En
resumen, sólo durante los
periodos de ciencia normal el progreso
parece ser evidente y estar asegurado.
Durante esos periodos, sin embargo, la comunidad científica no puede ver los frutos
de su trabajo en ninguna
otra forma.
Así pues, con respecto a la ciencia normal,
parte de la respuesta
al problema del progreso se encuentra simplemente en el ojo del espectador. El
progreso científico no es de un tipo diferente al progreso en otros campos; pero la
ausencia, durante ciertos periodos, de escuelas competidoras que se cuestionen recíprocamente
propósitos y normas, hace que el progreso de una comunidad científica normal, se perciba en mayor
facilidad. Esto sin embargo, es sólo parte de la respuesta y de ninguna manera la más
importante. Por
ejemplo, ya hemos notado que una vez que la aceptación de un paradigma común ha liberado a la comunidad científica de la
necesidad de
reexaminar constantemente sus primeros principios, los miembros de esa comunidad
pueden concentrarse
exclusivamente en los más sutiles y
esotéricos de los fenómenos que le interesan. Inevitablemente, esto hace aumentar tanto
el vi-
PROGRESO Y REVOLUCIONES 253
gor como la eficiencia con que el grupo,
como un todo, resuelve
los problemas nuevos que se presentan.
Otros aspectos de la vida profesional en las ciencias realzan todavía más esa tan
especial eficiencia.
Algunos de ellos son consecuencias del
aislamiento sin paralelo
de las comunidades científicas
maduras, respecto de las exigencias de los profanos y de la vida cotidiana. Ese
aislamiento no
ha sido nunca completo, estamos discutiendo ahora cuestiones de grado. Sin
embargo, no hay otras
comunidades profesionales en las que el trabajo creador individual esté tan
exclusivamente
dirigido a otros miembros de la profesión y sea evaluado por éstos. El más esotérico de
los poetas o el más abstracto de los teólogos se preocupa mucho más que el
científico respecto a la aprobación
de su trabajo creador por los profanos,
aun cuando puede estar todavía menos interesado en la aprobación en general.
Esta diferencia
resulta importante. Debido a que trabaja sólo para una audiencia de colegas que
comparten sus propios
valores y sus creencias, el científico
puede dar por sentado un conjunto único de normas. No necesita preocuparse de lo
que pueda pensar otro
grupo o escuela y puede, por consiguiente, resolver un problema y pasar al siguiente
con mayor rapidez que la de los que trabajan para un grupo más heterodoxo. Lo que
es todavía más importante, el aislamiento de la comunidad científica con respecto a la
sociedad, permite que el científico individual concentre su atención en problemas sobre los que tiene
buenas razones para creer que es capaz de resolver. A diferencia de los ingenieros y de muchos
doctores y la mayor
parte de los teólogos, el científico
no necesita escoger problemas en razón de que sea urgente resolverlos y sin tomar en
consi-
254 PROGRESO Y REVOLUCIONES
deración los instrumentos disponibles para
su resolución. También a ese respecto, el
contraste entre
los científicos naturalistas y muchos científicos sociales resulta aleccionador. Los
últimos tienden a menudo, lo
que los primeros casi nunca
hacen, a defender su elección de un problema para investigación —p. ej. los efectos de
la discriminación
racial o las causas del ciclo de negocios—, principalmente en términos de la
importancia social de
lograr una solución. ¿De qué grupo
puede esperarse entonces que resuelva sus problemas a un ritmo más rápido?
Los efectos del aislamiento respecto de la
sociedad mayor se intensifican mucho por otra característica de la comunidad científica
profesional, la naturaleza
de su iniciación educativa. En la
música, en las artes gráficas y en la literatura, el profesional obtiene su instrucción
mediante la observación
de los trabajos de otros artistas, principalmente
artistas anteriores. Los libros de texto,
excepto los compendios o los manuales de creaciones originales, sólo tienen un
papel secundario. En la historia, la filosofía y las ciencias sociales, los libros de texto tienen una
importancia mucho mayor.
Pero incluso en esos campos, los cursos
elementales de los colegios emplean lecturas
paralelas en fuentes originales, algunas de ellas de los "clásicos" del campo, otras de los informes de la investigación contemporánea que los profesionales escriben unos para otros. Como resultado de ello, el estudiante de cualquiera de esas disciplinas está constantemente al tanto de
la inmensa variedad de problemas que
los miembros de su futuro grupo han
tratado de resolver, en el transcurso
del tiempo. Algo todavía más importante,
es que tiene siempre ante él numerosas
soluciones, inconmensurables y en competencia, para los mencionados problemas, soluciones
PROGRESO Y
REVOLUCIONES 255
que en última instancia tendrá que evaluar
por sí mismo.
Compárese esta situación con la de las ciencias naturales contemporáneas. En estos
campos, el estudiante
depende principalmente de los libros
de texto hasta que, en su tercero o cuarto año de trabajo como graduado, inicia sus
propias investigaciones.
Muchos planes de estudio de las ciencias
ni siquiera exigen a los graduados que lean obras no escritas especialmente para
los estudiantes. Los
pocos que asignan lecturas suplementarias en escritos de investigación y monografías,
restringen tales asignaciones a los cursos más avanzados y a los materiales
que, más o menos,
se inician donde quedaron los libros de texto. Hasta las últimas etapas de la
instrucción de un
científico, los libros de texto substituyen sistemáticamente a la literatura científica
creadora que los hace
posibles. Teniendo en cuenta la
confianza en sus paradigmas, que hace que esa técnica de enseñanza sea posible, pocos
científicos desearían
cambiarla. Después de todo, ¿por qué
debe el estudiante de física leer, por ejemplo, las obras de Newton, Faraday, Einstein o Schröd-inger, cuando todo lo que necesita saber
sobre esos trabajos se
encuentra recapitulado en forma mucho
más breve, más precisa y más sistemática en una serie de libros de texto que se
encuentran al día?
Sin
desear defender los extremos excesivos a que se ha llevado a veces este tipo de
educación, no
podemos dejar de notar que, en general, ha sido inmensamente efectivo. Por supuesto,
se trata de una educación estrecha y rígida, probablemente más que ninguna otra, exceptuando
quizá la teología
ortodoxa. Pero para los trabajos de ciencia
normal, para la resolución de enigmas dentro de la tradición que definen, los libros
de
256 PROGRESO Y REVOLUCIONES
texto, el científico se encuentra casi
perfectamente preparado.
Además, está igualmente bien equipado
para otra tarea —la generación de crisis significantes a través de la ciencia
normal. Por supuesto,
cuando éstas se presentan, el científico
no se encontrará tan bien preparado. Aun cuando las crisis prolongadas probablemente
se reflejan en prácticas menos rígidas de
educación, la
preparación científica no está bien diseñada para producir al hombre que pueda con
facilidad descubrir
un enfoque original. Pero en tanto haya
alguien que se presente con un nuevo candidato a paradigma —habitualmente un hombre
joven o algún novato en el campo— la pérdida debida a la rigidez corresponderá
sólo al individuo.
Dada una generación en la que efectuar el cambio, la rigidez individual es compatible
con una comunidad que
pueda pasar de un paradigma a
otro cuando la ocasión lo exija. Es particularmente compatible cuando esa misma rigidez
proporciona a la comunidad un indicador
sensible de que hay algo
que va mal.
Así
pues, en su estado normal, una comunidad científica es un instrumento inmensamente
eficiente para resolver los problemas o los enigmas que define su paradigma. Además, el
resultado de la
resolución de esos problemas debe ser inevitablemente el progreso. En este caso no
existe ningún problema. Sin
embargo, el ver todo eso sólo
realza la segunda parte del problema del progreso de las ciencias, la más
importante. Por consiguiente,
volvámonos hacia ella y hagamos la
pregunta relativa al progreso por medio de la ciencia no-ordinaria. ¿Por qué es
también el progreso,
aparentemente, un acompañante universal de las revoluciones científicas? Una vez
más, podemos aprender mucho
al preguntar qué otro podría
ser el resultado de una revolución. Las
PROGRESO Y REVOLUCIONES 257
revoluciones
concluyen con una victoria total de uno
de los dos campos rivales. ¿Dirá alguna vez ese grupo que el resultado de su victoria
ha sido algo inferior al progreso? Eso sería tanto como admitir que estaban
equivocados y que sus oponentes
estaban en lo cierto. Para ello, al menos, el resultado de la revolución debe ser el
progreso y se encuentran en
una magnífica posición para asegurarse
de que los miembros futuros de su comunidad
verán la historia pasada de la misma forma. En la Sección XI describimos
detalladamente las
técnicas por medio de las que se logra
esto y hemos presentado nuevamente un aspecto estrechamente vinculado con la vida
científica profesional. Cuando una comunidad científica repudia un paradigma anterior,
renuncia, al
mismo tiempo, como tema propio para el escrutinio profesional, a la mayoría de los
libros y artículos en que
se incluye dicho paradigma. La educación científica
no utiliza ningún equivalente al museo de
arte o a la biblioteca de libros clásicos
y el resultado es una distorsión, a veces muy drástica, de la percepción que tiene el científico del pasado de su disciplina. Más que quienes
practican en otros campos creadores, llega a ver ese pasado como una línea recta que conduce a la situación actual de la disciplina. En resurten, llega a verlo como progreso. En tanto permanece
dentro del campo, no le queda ninguna alternativa.
Inevitablemente, estas observaciones
sugerirán que el miembro de una comunidad científica madura es, como el personaje típico de 1984 de Orwell, la víctima de una historia reescrita por quienes están en el poder. Esa sugestión,
además, no es completamente
inapropiada. En las revoluciones
científicas hay tanto pérdidas como ganancias y los científicos tienen una
tendencia
258 PROGRESO Y REVOLUCIONES
peculiar a no ver las primeras.3
Por otra parte, ninguna
explicación del progreso por medio de la revolución puede detenerse en este
punto. El hacerlo
implicaría que, en las ciencias, el poder hace el derecho, una formulación que,
nuevamente, no sería
completamente errónea si no suprimiera
la naturaleza del proceso y de la autoridad mediante la que se hace la elección entre
los paradigmas. Si la
autoridad aislada, sobre todo si
se trata de una autoridad no profesional, fuera el arbitró de los debates
paradigmáticos, el resultado
de esos debates podría ser todavía una revolución, pero no sería una revolución científica. La existencia misma de la ciencia depende de que el poder de escoger entre paradigmas
se delegue en los miembros de una comunidad de
tipo especial. Lo especial que esta
comunidad deba
ser para que la ciencia sobreviva y se desarrolle, puede estar indicado en la
fragilidad misma
del dominio de la humanidad sobre la empresa científica. Todas las
civilizaciones de las que
tenemos registros han poseído una tecnología, un arte, una religión, un sistema
político, leyes,
etc. En muchos casos, estas facetas de la civilización han sido tan
desarrolladas como las nuestras.
Pero sólo las civilizaciones que descienden de la Grecia helénica poseyeron
algo más que una ciencia
rudimentaria. El caudal de conocimientos científicos es un producto de Europa en los últimos cuatro siglos. Ningún otro
lugar
3 Los historiadores de la ciencia encuentran frecuentemente esa ceguera en una forma
particularmente llamativa. El grupo de estudiantes que llega a ellos procedente de las ciencias es, muy a menudo, el mejor
grupo al que enseñan. Pero es también el que más frustraciones proporciona al comienzo. Debido a que los
estudiantes de ciencias
"conocen las respuestas correctas", es particularmente difícil
hacerles analizar una ciencia más antigua en sus propios términos.
PROGRESO Y REVOLUCIONES 259
o época ha contado con las comunidades tan
especiales de las que procede la
productividad científica.
¿Cuáles son las características esenciales
de esas comunidades? Evidentemente, ello
requiere un estudio mucho
mayor. En esta área, sólo son posibles
generalizaciones de tanteo. Sin embargo, cierto número de requisitos para pertenecer
como miembro a un grupo
científico profesional debe ser
ya netamente claro. Por ejemplo, el científico deberá interesarse por resolver
problemas sobre
el comportamiento de la naturaleza. Además, aunque esta preocupación por la
naturaleza pueda tener una amplitud global, los problemas sobre los que el científico trabaje deberán
ser de detalle. Lo que es más importante todavía, las soluciones que le satisfagan podrán no
ser sólo personales,
sino que deberán ser aceptadas por muchos como soluciones. Sin embargo, el
grupo que las comparta no puede ser tomado fortuitamente de la sociedad como un todo,
sino más bien de la bien
definida comunidad de los colegas
profesionales del científico. Una de las leyes más firmes, aun cuando no escritas, de
la vida científica es la prohibición de hacer
llamamientos, en asuntos
científicos, a los jefes de Estado
o a las poblaciones en conjunto. El reconocimiento de la existencia de un grupo
profesional que sea
competente de manera única en la materia y la aceptación de su papel como
arbitro exclusivo en los
logros profesionales tienen otras implicaciones.
Los miembros del grupo, como individuos
y en virtud de su preparación y la experiencia que comparten, deberán ser
considerados
como los únicos poseedores de las reglas del juego o de alguna base equivalente para
emitir juicios inequívocos.
El poner en duda que comparten
esa base para las evacuaciones seria tanto
260 PROGRESO Y REVOLUCIONES
como admitir la existencia de normas para
la investigación científica, incompatibles.
Esta admisión
inevitablemente plantearía la pregunta de si la verdad en las ciencias puede ser una.
Esta
pequeña lista de características comunes a las comunidades científicas ha sido
sacada íntegramente
de la práctica de la ciencia normal y es preciso que haya sido así. Es ésa la
actividad para la que el científico es ordinariamente preparado. Nótese, sin embargó, que a pesar de
su tamaño pequeño, la lista es ya suficiente
para separar a esas
comunidades de todos los demás grupos
profesionales. Nótese también que, a pesar de que tiene su fuente en la ciencia
normal, la lista explica muchas de las características especiales de la respuesta del grupo durante
las revoluciones y, sobre todo, durante los debates paradigmáticos. Ya hemos observado que un grupo
de ese tipo debe ver como progreso el
cambio de paradigma.
Ahora debemos reconocer que la percepción
es autosatisfactoria en muchos aspectos. La comunidad científica es un
instrumento supremamente
eficiente para llevar al máximo la limitación
y el número de los problemas resueltos a
través del cambio de paradigma.
Ya
que el problema resuelto es la unidad de la investigación científica y debido a que
el grupo conoce ya qué
problemas han sido resueltos, a pocos
científicos se podrá convencer con facilidad para que adopten un punto de vista que
nuevamente ponga en tela
de juicio muchos problemas previamente
resueltos. La naturaleza misma deberá primeramente socavar la seguridad profesional, haciendo que las investigaciones
anteriores parezcan problemáticas. Además, incluso cuando haya ocurrido esto y se haya presentado un
nuevo candidato a
paradigma, los científicos se mostrarán
renuentes a adoptarlo a menos que estén
PROGRESO Y REVOLUCIONES 261
convencidos de que se satisfacen dos
condiciones importantes.
Primeramente, el nuevo candidato deberá
parecer capaz de resolver algún problema extraordinario y generalmente reconocido,
que de ninguna otra forma
pueda solucionarse. En segundo
lugar, el nuevo paradigma deberá prometer preservar una parte relativamente grande de
la habilidad concreta
para la solución de problemas que
la ciencia ha adquirido a través de sus paradigmas anteriores. La novedad por sí misma
no es tan deseable en las ciencias como en
muchos otros campos creativos. Como resultado de ello, aunque los nuevos paradigmas raramente o
nunca poseen todas las
capacidades de sus predecesores,
habitualmente preservan una multitud de las partes más concretas de las
realizaciones pasadas y permiten siempre,
además, soluciones concretas y adicionales
de problemas.
Todo
esto no quiere decir que la capacidad para resolver problemas constituya una base
única o inequívoca para la
selección de un paradigma. Ya
hemos hecho notar muchas razones por las que no es posible que exista un criterio de
este tipo. Pero sí
quiere decir que una comunidad de especialistas
científicos hará todo lo que pueda para
asegurar el desarrollo continuado de los datos reunidos, que ella puede tratar con
precisión y de manera
detallada. En el proceso, la comunidad
sufrirá pérdidas. Con frecuencia, deben eliminarse ciertos problemas antiguos.
Además, frecuentemente, la revolución disminuye el alcance de los intereses
profesionales de la comunidad, aumenta su grado de especialización y reduce
sus comunicaciones con otros grupos, tanto de científicos como de profanos. Aunque
es seguro que la ciencia aumenta en profundidad,
no puede crecer en el mismo grado en
anchura y, si lo hace, esa
amplitud se manifestará princi-
262 PROGRESO Y REVOLUCIONES
pálmente en la proliferación de
especialidades científicas y no en el alcance de alguna singular especialidad aislada. Sin embargo, a pesar
de esas y otras pérdidas para las comunidades
individuales, la
naturaleza de tales comunidades proporciona
una garantía virtual de que tanto la lista de problemas resueltos por la ciencia
como la limitación de las
soluciones individuales de los problemas
irán aumentando cada vez más. Por lo
menos, si es que es posible proporcionar tal garantía, la naturaleza de la comunidad la
proporciona. ¿Qué
mejor criterio puede existir que la
decisión del grupo científico?
Estos
últimos párrafos indican las direcciones en que creo que debe buscarse una solución
más refinada para el
problema del progreso de las ciencias. Quizá indiquen que el progreso científico no es completamente lo que creíamos.
Pero al mismo tiempo
muestran que, de manera inevitable,
algún tipo de progreso debe caracterizar a las actividades científicas, en tanto
dichas actividades
sobrevivan. En las ciencias no es necesario que haya progreso de otra índole. Para
ser más precisos, es
posible que tengamos que renunciar
a la noción, explícita o implícita, de que los cambios de paradigma llevan a los
científicos, y a aquellos
que de tales aprenden, cada vez más cerca
de la verdad.
Ya es
tiempo de hacer notar que hasta las páginas
finales de este ensayo, no se ha incluido el término 'verdad' sino en una cita
de Francis Bacon. E incluso en esas páginas, sólo fue incluido como una fuente de la convicción de
los científicos de que
para la práctica de las ciencias no
pueden coexistir reglas incompatibles, excepto durante las revoluciones, cuando la tarea
principal de la profesión
es eliminar todos los conjuntos de
reglas excepto uno. El proceso de desarrollo
PROGRESO Y REVOLUCIONES 263
descrito en este ensayo ha sido un proceso
de evolución desde los comienzos
primitivos, un proceso cuyas etapas
sucesivas se caracterizan por una
comprensión cada vez más detallada y refinada de la naturaleza. Pero nada de lo que hemos dicho o de lo que digamos hará que sea un proceso de evolución hacia algo. Inevitablemente, esa laguna habrá molestado a muchos lectores. Todos estamos profundamente
acostumbrados a considerar a la
ciencia como la empresa que se acerca
cada vez más a alguna meta establecida de antemano por la naturaleza.
Pero,
¿es preciso que exista esa meta? ¿No podemos explicar tanto la existencia de la
ciencia como su éxito en
términos de evolución a partir del
estado de conocimientos de una comunidad en un momento dado? ¿Ayuda realmente el imaginar que existe alguna explicación plena,
objetiva y verdadera de la naturaleza y que la medida apropiada de la investigación científica es
la elongación con que nos acerca cada vez más
a esa meta final? Si podemos aprender a
sustituir la-evolución-hacia-lo-que-deseamos-conocer
por la-evolución-a-partir-de-lo-que-conceemos,
muchos problemas difíciles
desaparecerán en el proceso. Por
ejemplo, en algún lugar de ese laberinto debe encontrarse el problema de la inducción.
No
puedo especificar todavía, en forma detallada, las consecuencias de esta visión
alternativa del
avance científico; pero ayuda a reconocer que la trasposición conceptual que
recomendamos
aquí, es muy cercana a la que emprendió el Occidente hace un siglo. Es
particularmente útil debido a que, en ambos casos, el obstáculo principal para la transposición es el mismo.
Cuando Darwin en 1859 publicó por primera vez su teoría de la evolución por selección natural,
lo que más molestó a
muchos profesionales no fue la
264 PROGRESO Y REVOLUCIONES
noción del cambio de las especies ni la
posible descendencia del
hombre a partir del mono. Las pruebas
indicadoras de la evolución, incluyendo la del hombre, se habían estado acumulando
durante varias décadas y la idea de la
evolución había
sido sugerida y se había diseminado ampliamente, antes. Aunque la evolución, como
tal, encontró
resistencia, particularmente por parte de ciertos grupos religiosos, no era, de
ninguna manera, la mayor de
las dificultades a que se enfrentaron
los darwinianos. Esta dificultad surgió de una idea que era más cercana a la de
Darwin. Todas las teorías conocidas sobre la evolución antes de Darwin —las de Lamarck, Chambers, Spencer y los Naturphilosophen
alemanes— habían considerado a la evolución como un proceso dirigido hacia un fin. Se creía
que la "idea"
del hombre y de la flora y la fauna contemporánea
había estado presente, desde la primera
creación de la vida, quizá en la mente de Dios. Esta idea o plan había proporcionado
la dirección y el impulso conductor, para todo
el proceso de evolución.
Cada nueva etapa del desarrollo
evolucionario era una realización más perfeccionada de un plan que desde el
principio había existido.4
Para muchos hombres, la abolición de ese
tipo teleológico de
evolución era la más importante y
desagradable sugerencia de Darwin.5
El Origin of Species no reconoció
ninguna meta establecida por Dios o por la naturaleza. En lugar de ello, la selección natural, operando en un medio
ambien-
4 Loren
Eiseley, Darwin's Century: Evolution and
the
Men Who Discovered It (Nueva York, 1958), caps. II, IV-V.
Men Who Discovered It (Nueva York, 1958), caps. II, IV-V.
5 Con respecto a un
informe particularmente agudo
de la lucha de un darwinista prominente con este proble
ma, véase Asa Gray, 1810-1888, de A. Hunter Dupree (Cam
bridge, Mass., 1959), pp. 295-306, 355-83.
de la lucha de un darwinista prominente con este proble
ma, véase Asa Gray, 1810-1888, de A. Hunter Dupree (Cam
bridge, Mass., 1959), pp. 295-306, 355-83.
PROGRESO Y REVOLUCIONES 265
te dado y con los organismos que tenía
entonces a su disposición,
era responsable del surgimiento, gradual
pero continuo, de organismos más complejos y articulados y mucho más
especializados. Incluso
órganos tan maravillosamente adaptados como el ojo y la mano del hombre —órganos cuyo diseño antes había proporcionado
poderosos argumentos
en pro de la existencia de un supremo
artífice y de un plan previo— eran productos de un proceso que a partir de los comienzos primitivos progresaba continuamente pero no
hacía una meta. La creencia de
que la selección natural, resultante de la
mera competencia entre organismos por
la supervivencia, pudiera haber producido,
junto con los animales superiores y las plantas al hombre, era el aspecto más
difícil y molesto de la teoría de Darwin. ¿Qué pueden significar 'evolución', 'desarrollo' y
'progreso' a falta
de una meta específica? A muchas personas esos términos les parecieron repentinamente
auto-contradictorios.
La analogía que relaciona
la evolución de los organismos con la de las
ideas científicas puede con facilidad
llevarse demasiado lejos. Pero en lo
que respecta a los problemas de esta última sección del ensayo es casi perfecta. El proceso descrito como la resolución de las revoluciones en la sección XII constituye,
dentro de la comunidad
científica, la selección, a través de la pugna, del mejor camino para la práctica de la
ciencia futura. El resultado neto de una
secuencia de tales
selecciones revolucionarias, separado por periodos de investigación normal, es
el conjunto de documentos, maravillosamente adaptado, que denominamos conocimiento científico
moderno. Las etapas
sucesivas en ese proceso de desa-rrollo
se caracterizan por un aumento en la articulación y la especialización. Y todo
el proceso
266 PROGRESO Y REVOLUCIONES
pudo tener lugar, como suponemos
actualmente que
ocurrió la evolución biológica, sin el beneficio de una meta establecida, de una
verdad científica fija y
permanente, de la que cada etapa del
desarrollo de los conocimientos científicos fuera un mejor ejemplo.
Todo aquel que haya seguido hasta aquí la
argumentación sentirá, no obstante, la
necesidad de
preguntar por qué debe funcionar el proceso evolucionado. ¿Qué debe ser la
naturaleza, incluyendo
al hombre, para que la ciencia sea posible? ¿Por qué deben ser capaces las
comunidades científicas
de llegar a un consenso firme, inalcanzable en otros campos? ¿Por qué después de
los diferentes cambios
de paradigmas debe durar ese consenso?
¿Y por qué el cambio de paradigma produce,
invariablemente, un instrumento más perfecto en cualquier sentido que todos los
antes conocidos? Desde un
punto de vista estas preguntas,
exceptuando la primera, han sido contestadas ya. Pero, desde otra perspectiva,
se encuentran todavía tan abiertas como cuando
iniciamos este ensayo. No es sólo la comunidad científica la que debe ser
especial. El mundo del que
esa comunidad forma parte debe también poseer características muy especiales y no
estamos más cerca al
principio de saber qué deben ser.
Ese problema —¿cómo debe ser el mundo para que el hombre pueda conocerlo?— no
fue sin embargo, creado
por este ensayo. Al contrario,
es tan viejo como la ciencia misma y continúa sin respuesta. Pero no necesitamos
resolverlo en
este ensayo. Cualquier concepción de la naturaleza que sea compatible con el
crecimiento de la ciencia por medio de pruebas, es compatible con la visión evolutiva de la ciencia que
hemos desarrollado. Puesto
que esa visión es compatible
también con la observación atenta de la
PROGRESO Y REVOLUCIONES 267
vida científica, hay argumentos poderosos
en favor de su empleo, en
los intentos hechos para resolver
la multitud de problemas que todavía no tienen respuesta.
POSDATA: 1969
han transcurrido casi siete años desde la primera publicación de este libro.1
En el ínterin, tanto la respuesta de la crítica como mi propio trabajo nuevo han aumentado mi comprensión de un buen número de los asuntos en cuestión. En
lo fundamental, mi punto de vista casi no ha
cambiado, pero hoy
reconozco aspectos de su formulación inicial que crean dificultades y
equívocos gratuitos.
Como algunos de esos equívocos han sido
de mi propia cosecha, su eliminación me permite ganar un terreno que, a la postre,
podrá constituir la base
de una nueva versión del libro.2 Mientras tanto, aprovecho la oportunidad
para esbozar algunas
revisiones necesarias, comentar algunas críticas reiteradas y esbozar las
direcciones que hoy está
siguiendo mi propio pensamiento.3
1
Esta posdata fue preparada originalmente a sugerencia del que fue mi alumno y por mucho
tiempo mi amigo, Dr. Shigeru Nakayama, de
la Universidad de Tokio, para incluirla en
la versión japonesa de este libro. Le estoy agradecido por su idea, por su
paciencia al esperar sus resultados y
por su permiso para incluir su resultado en la edición en idioma inglés.
2
Para esta edición he procurado limitar las alteraciones a unos cuantos errores tipográficos, dos pasajes que contienen errores aislados, y no dar una nueva
versión. Uno de estos errores es la
descripción del papel de los Principia de
Newton en el desarrollo de la mecánica del siglo XVIII, de las pp. 62-65. Los otros se refieren a las respuestas a la crisis, en la pp. 138.
3 Otras indicaciones podrán encontrarse en
dos de mis recientes
ensayos: "Reflections
on My Critics", editado por Irme
Lakatos y Alan Musgrave, Criticism and the Growth of Knowledge (Cambridge,
1970);
y "Second
Thoughts on Paradigms",
editado
por Frederick
Suppe, The Structure of Scientific Theories (Urbana, III, 1970 o 1971). Más adelante citaré el primero de estos ensayos
como "Re-268
POSDATA: 1969 269
Algunas
de las principales dificultades de mi texto original se centran en el concepto de
un paradigma, y mi análisis empieza con ellas.4
En la subsección que sigue, haré ver lo
deseable de aislar
tal concepto apartándolo de la noción de una comunidad científica, indico cómo
puede hacerse esto y
elucido algunas consecuencias considerables
de la resultante separación analítica. Después considero lo que ocurre cuando
se buscan paradigmas
examinando el comportamiento de
los miembros de una comunidad científica previamente
determinada. Ese
procedimiento revela, al
punto, que en gran parte del libro me he valido del término "paradigma" en
dos sentidos distintos. Por una parte, significa toda la constelación de creencias, valores, técnicas,
etc., que comparten los miembros de una comunidad dada. Por otra parte, denota una especie de
elemento de tal constelación,
las concretas soluciones de problemas
que, empleadas como modelos o ejemplos,
pueden remplazar reglas explícitas como base de la solución de los restantes
problemas de la
ciencia normal. El primer sentido del término, al que podremos llamar sociológico,
es el tema de la Subsección 2, más adelante; la Subsección 3 está dedicada a
los paradigmas como ejemplares
logros del pasado.
Al
menos en el aspecto filosófico este segundo sentido de "paradigma" es el más
profundo de los
dos, y las afirmaciones que he hecho en su
flections" y al volumen en que aparece como Growth of Knowledge; el segundo ensayo será mencionado como "Second Thoughts".
4
Para una crítica particularmente convincente de mi presentación inicial de los paradigmas
véase: "The
Nature of a
Paradigm" en Growth of Knowledge, de
Margaret
Masterman; y "The Structure of Scientific Revolutions", de Dudley Shapere, en Philosophical Review, LXXIII (1964), 383-94.
270 POSDATA: 1969
nombre son las principales causas de las
controversias y equívocos
que ha producido el libro, particularmente
la acusación de que yo he hecho de la ciencia una empresa subjetiva e
irracional. Estos
temas se consideran en las Subsecciones 4 y 5. En la primera se sostiene que términos
como "subjetivo"
e "intuitivo" no pueden aplicarse con propiedad a los componentes del
conocimiento que,
según mi decisión, están tácitamente empotrados en ejemplos compartidos. Aunque tal
conocimiento no está sujeto a la paráfrasis
—sin cambios esenciales— por lo que respecta a reglas y cánones, sin embargo
resulta sistemático, ha resistido
el paso del tiempo, y en cierto sentido es corregible. La Subsección 5 aplica tal
argumento al problema de
elección entre dos teorías incompatibles, y pide, en breve conclusión, que
quienes sostienen puntos de vista inconmensurables sean considerados como
miembros de diferentes comunidades lingüísticas, y que sus problemas de comunicación sean analizados como
problemas de traducción. Los asuntos
restantes se
analizan en las siguientes Subsecciones 6 y 7. La primera considera la
acusación de que el concepto
de ciencia desarrollado en este libro es integralmente relativista. La segunda
comienza preguntando
si mi argumento realmente adolece, como
se ha dicho, de una confusión entre los modos descriptivo y normativo; concluye con
unas breves
observaciones sobre un tema que merece un ensayo aparte: el grado en que las
principales tesis
del libro pueden aplicarse legítimamente a otros campos, aparte de la ciencia.
1. Paradigmas
y estructura comunitaria
El término "paradigma" aparece
pronto en las páginas
anteriores, y es, intrínsecamente, circular.
POSDATA: 1969 271
Un paradigma es lo que comparten los
miembros de una comunidad científica y, a
la inversa una counidad
científica consiste en unas personas que comparten un paradigma. No todas las
circulari-dades
son viciosas (defenderé más adelante, en este escrito, un argumento de estructura
similar), pero
ésta es causa de verdaderas dificultades. Las comunidades científicas pueden
aislarse sin recurrir
previamente a paradigmas; éstos pueden ser descubiertos, entonces, analizando
el comportamiento de los miembros de una comunidad dada. Si estuviera reescribiendo este libro, por
lo tanto, empezaría
con un análisis de la estructura comunitaria de la ciencia, tema que
recientemente se ha
convertido en importante objeto de la investigación sociológica, y que también empiezan
a tomar en serio los
historiadores de la ciencia. Los resultados
preliminares, muchos de ellos aún inéditos, indican que las técnicas empíricas
necesarias para su
exploración son no-triviales, pero algunas están en embrión y otros seguramente
se desarrollarán.5 La mayoría de
los científicos en funciones
responden inmediatamente a las preguntas acerca de sus afiliaciones
comunitarias, dando por sentado que la responsabilidad por las varias especialidades actuales está
distribuida entre
grupos de un número de miembros al menos generalmente determinado. Por tanto, supondré
5 The Scientific Community, de W. O. Hagstrom (Nueva York 1965), caps. IV y V; "Collaboration
in an Invisible College",
de D. J. Price y D. de B. Beaver, American
Psychologist, XXI (1966), 1011-18; "Social Structure
in a Group
of Scientists: A Test of the 'Invisible' College Hypothesis" de Diana
Crane. American Sociological Review, XXXIV
(1969), 335-52; Social Networks among Biological Scientists de N. C. Mullins (Ph. D. Diss Harvard University, 1966) y "The
Micro-Structure of an Invisible College: The Phage Group" (artículo presentado en la reunión anual de la American Sociological Association,
Boston,
1968).
272 POSDATA: 1969
aquí que ya se encontrarán medios más
sistemáticos
para su identificación. En lugar de presentar los resultados de la investigación
preliminar, permítaseme explicar brevemente la noción intuitiva de comunidad, subyacente en gran parte de
los capítulos
anteriores de este libro. Es una idea que comparten extensamente científicos,
sociólogos y numerosos
historiadores de la ciencia.
Según esta opinión, una comunidad
científica consiste
en quienes practican una especialidad científica. Hasta un grado no igualado en
la mayoría de los otros
ámbitos, han tenido una educación
y una iniciación profesional similares. En el proceso, han absorbido la misma
bibliografía técnica
y sacado muchas lecciones idénticas de ella. Habitualmente los límites de esa
bibliografía general
constituyen las fronteras de un tema científico, y cada unidad habitualmente
tiene un tema propio.
En las ciencias hay escuelas, es decir, comunidades que enfocan el mismo tema
desde puntos de vista
incompatibles. Pero aquí son mucho
más escasas que en otros campos. Siempre están en competencia, y su competencia por
lo general termina pronto; como resultado, los
miembros de una comunidad científica se ven a sí mismos, y son considerados por otros
como los hombres
exclusivamente responsables de la investigación de todo un conjunto de
objetivos comunes, que incluyen la preparación de sus propios sucesores.
Dentro de tales grupos, la comunicación
es casi plena, y el juicio profesional es, relativamente, unánime. Como, por otra
parte, la atención de
diferentes comunidades científicas enfoca
diferentes problemas, la comunicación profesional entre los límites de los grupos a
veces es ardua, a menudo
resulta en equívocos, y de seguir
adelante, puede conducir a un considerable y antes insospechado desacuerdo.
POSDATA: 1969 273
En
ese sentido, las comunidades, desde luego, existen en muchos niveles. La más global es
la comunidad de todos los científicos
naturalistas. A un
nivel apenas inferior, los principales grupos de científicos profesionales son
comunidades: médicos, químicos,
astrónomos, zoólogos y similares. Para estos
grandes grupos, la pertenencia a una comunidad queda inmediatamente
establecida, excepto en sus límites.
Temas de la mayor dificultad,
afiliación a las sociedades profesionales y publicaciones leídas son, por lo
general, más que suficientes. Las
técnicas similares también pueden
aislar a los principales subgrupos: químicos orgánicos, quizás los químicos de las proteínas entre ellos, físicos especializados en
transistores, radio astrónomos, etc.
Sólo es en el siguiente nivel inferior
donde surgen problemas empíricos. Para tomar un ejemplo contemporáneo, ¿cómo se
habría podido aislar el grupo
"fago", antes de ser aclamado
por el público? Con este fin se debe asistir a conferencias especiales, se debe
recurrir a la distribución de
manuscritos o galeras antes de su
publicación y ante todo, a las redes oficiales o extraoficiales de comunicación, incluso las que hayan sido descubiertas en la correspondencia y en los nexos establecidos entre las referencias.6 Yo sostengo que esa labor
puede y debe hacerse, al menos en el
escenario contemporáneo, y en las
partes más recientes del escenario histórico. Lo característico es que ofrezca
comunidades hasta, quizá, de cien
miembros, ocasionalmente bastante
menos. Por lo
general los científicos
6 The Use of Citation Data in Writing the
History of Science, de Eugene Garfield
(Filadelfia: Institute of Scientific Information,
1964); "Comparison of the Results of Bibliographic Coupling and Analytic Subjetc Indexing", de M.
M. Kessler, American Documentation, XVI
(1965) 223-33; "Networks of
Scientific Papers", de D. J. Price, Science, CIL (1965), 510-15.
274 POSDATA: 1969
individuales, particularmente los más
capaces, pertenecerán a
varios de tales grupos, sea simultáneamente,
sea en sucesión.
Las
comunidades de esta índole son las unidades que este libro ha presentado como
productoras y validadoras
del conocimiento científico. A veces los paradigmas son compartidos por miembros de tales grupos. Si no se hace
referencia a la
naturaleza de estos elementos compartidos, muchos aspectos de la ciencia descritos en
las páginas anteriores
difícilmente se podrán entender.
Pero otros aspectos sí, aunque no hayan sido presentados independientemente en mi texto
original. Por tanto,
vale la pena notar, antes de volverse
directamente a los paradigmas, una serie de asuntos que requieren su referencia a la
estructura de la comunidad, exclusivamente.
Probablemente
el más notable de éstos es lo que
antes he llamado la transición del periodo pre-paradigma al post-paradigma en el
desarrollo de un
campo científico. Tal transición es la que fue esbozada antes, en la Sección II. Antes
de que ocurra, un buen
número de escuelas estarán compitiendo
por el dominio de un ámbito dado. Después, en la secuela de algún notable logro
científico, el número de
escuelas se reduce grandemente,
ordinariamente a una, y comienza entonces un modo más eficiente de práctica
científica. Este
último generalmente es esotérico, orientado hacia la solución de enigmas, como
el trabajo de un
grupo puede ser cuando sus miembros dan por sentadas las bases de su estudio.
La
naturaleza de esa transición a la madurez merece un análisis más completo del que ha
recibido en este libro, particularmente de
aquellos interesados en el
avance de las ciencias sociales contemporáneas.
Con ese fin puede ser útil indicar
que la transición no tiene que estar aso-
POSDATA: 1969 275
ciada (ahora creo que no debe estarlo) con
la primera adquisición de un paradigma. Los
miembros de todas las
comunidades científicas, incluso de
las escuelas del periodo "preparadigma" comparten las clases de elementos que,
colectivamente,
he llamado un "paradigma". Lo que cambia con la transición a la madurez no es la
presencia de
un paradigma, sino, antes bien, su naturaleza. Sólo después del cambio es posible una
investigación
normal de la solución de enigmas. Muchos de los atributos de una ciencia
desarrollada, que antes
he asociado con la adquisición de un paradigma, serán considerados, por tanto,
como consecuencias de la adquisición de la clase de paradigmas que identifica los enigmas más
intrigantes, que aporta
claves para su solución y que garantiza el triunfo del practicante verdaderamente capaz. Sólo quienes han cobrado ánimo
observando que su propio campo (o escuela)
tiene paradigmas sentirán, probablemente, que el cambio sacrifica algo
importante.
Un segundo asunto, más importante al menos
para los historiadores, implica la identificación hecha en este libro, de las comunidades
científicas, una a una, con
las materias científicas. Es decir, repetidamente he actuado como si, por ejemplo, la "óptica física", la
"electricidad" y el "calor"
debieran señalar comunidades científicas porque designan materias de investigación.
La única alternativa que mi texto ha parecido
dejar consiste en que
todos estos temas han pertenecido a
la comunidad científica. Sin embargo, las identificaciones de tal índole no
resisten un examen,
como repetidas veces lo han señalado mis colegas en materia de historia. Por
ejemplo, no hubo
una comunidad de físicos antes de mediados del siglo XIX, y entonces fue formada
por una amalgamación de
partes de dos comunidades an-
276 POSDATA: 1969
tes
separadas: las matemáticas y la filosofía natural (physique experiméntale). Lo que hoy es materia para una sola
extensa comunidad ha estado distribuido de varios modos, en el pasado, entre diversas comunidades. Otros temas de
estudio más reducidos, por
ejemplo el calor y la teoría de la
materia, han existido durante largos periodos sin llegar a convertirse en campo exclusivo
de ninguna comunidad científica en especial.
Sin embargo, tanto la
ciencia normal como las revoluciones
son actividades basadas en comunidades. Para descubrirlas y analizarlas es preciso
desentrañar la cambiante
estructura de las ciencias con el paso del tiempo. En primer lugar, un paradigma no gobierna un tema de estudio, sino,
antes bien, un grupo de practicantes. Todo estudio de una investigación dirigida a los paradigmas
o a destruir paradigmas
debe comenzar por localizar al
grupo o los grupos responsables.
Cuando
se enfoca de este modo el análisis del desarrollo científico, es probable que se
desvanezcan algunas
dificultades que habían sido focos de la atención de los críticos. Por ejemplo,
un gran número de comentadores se han valido de la teoría de la materia para indicar que yo
exageré radicalmente la unanimidad de los científicos en su fe en un paradigma. Hasta hace poco,
señalan, esas teorías habían
sido materia de continuo desacuerdo
y debate. Yo convengo con la descripción, pero no creo que sea un ejemplo de lo
contrario. Al menos
hasta 1920, las teorías de la materia
no fueron dominio especial ni objeto de estudio de ninguna comunidad científica. En
cambio, fueron útiles de un buen número de
grupos de especialistas. Los miembros de diferentes comunidades científicas a veces escogen útiles distintos y critican la elección hecha por otros. Algo
aún más importante: una teoría de la
materia no
POSDATA: 1969 277
es la clase de tema en que los miembros
siquiera de una sola
comunidad necesariamente deben convenir.
La necesidad de un acuerdo depende de lo que hace la comunidad. La química de la
primera mitad del siglo
XIX resulta un caso oportuno. Aunque
varios de los útiles fundamentales de la comunidad —proporción constante,
proporción múltiple
y pesos combinados— se han vuelto del dominio público como resultado de la teoría
atómica de Dalton, era
absolutamente posible que los
químicos, ante el hecho consumado, basaran su labor en aquellos útiles y expresaran su
desacuerdo, a veces con
vehemencia, con respecto a la
existencia de los átomos.
Creo
que de la misma manera podrán disiparse algunas otras dificultades y equívocos. En
parte a causa de los
ejemplos que he escogido y en parte a
causa de mi vaguedad con respecto a la naturaleza y las proporciones de las
comunidades en cuestión, unos cuantos lectores de este libro han concluido que mi interés se basa
fundamental y
exclusivamente en las grandes revoluciones, como las que suelen asociarse a los nombres
de Copérnico, Newton, Darwin o Einstein. Sin embargo, yo creo que una delineación más
clara de la estructura comunitaria ayudaría a iluminar la impresión bastante distinta que yo he
querido crear. Para mí, una
revolución es una clase especial de cambio, que abarca cierta índole de reconstrucción
de los compromisos de cada grupo. Pero no tiene que ser un gran cambio, ni
siquiera parecer un cambio
revolucionario a quienes se hallen
fuera de una comunidad determinada, que acaso no consista más que en unas
veinticinco personas.
Y simplemente porque este tipo de cambio,
poco reconocido o analizado en la bibliografía de la filosofía de la ciencia,
ocurre tan regularmente en esta escala menor, es tan urgente
278 POSDATA: 1969
comprender el cambio revolucionario, en
contraste con el
acumulativo.
Una última alteración, íntimamente
relacionada con
la anterior, puede ayudarnos a hacer más fácil esa comprensión. Un buen número de
críticos han dudado de que una crisis, la observación común de que algo anda mal, preceda tan
invariablemente las
revoluciones como yo lo he dicho, implícitamente,
en mi texto original. Sin embargo, nada de importancia en mi argumento depende de que las crisis sean un requisito
absoluto para la revolución.
Tan solo necesitan ser el preludio
habitual, que aporte, por decirlo así, un mecanismo de auto-corrección que asegure
que la rigidez de la
ciencia normal no siga indefinidamente
sin ser puesta en duda. También pueden inducirse de otras maneras las
revoluciones, aunque
creo que ello ocurra raras veces. Además, deseo señalar ahora lo que ha quedado
oscurecido antes por falta
de un adecuado análisis de la estructura
comunitaria: las crisis no tienen que ser generadas por la labor de la comunidad que las experimenta y que a veces, como
resultado, pasa por una
revolución. Nuevos instrumentos
como el microscopio electrónico o leyes nuevas como la de Maxwell pueden
desarrollarse en
una especialidad, y su asimilación puede crear crisis en otras.
2. Los
paradigmas como constelación de compromisos del grupo
Volvámonos
ahora a los paradigmas y preguntemos
que pueden ser. Mi texto original no deja ninguna cuestión más oscura o más
importante. Un
lector partidario de mis ideas, quien comparte mi convicción de que
"paradigma" indica los elementos
filosóficos centrales del libro, ha pre-
POSDATA: 1969 279
parado un índice analítico parcial, y ha
concluido que
el término ha sido aplicado al menos de veintidós modos distintos.7 Creo
ahora que la mayor
parte de esas diferencias se deben a incongruencias de estilo (por ejemplo, las leyes
de Newton a veces son un paradigma, a veces partes de un paradigma y a veces son
paradigmáticas), y
pueden ser eliminadas con relativa facilidad. Pero, una vez hecha tal labor de
corrección, aún quedarían
dos usos muy distintos del término, que
requieren una completa separación. El uso más global es el tema de esta subsección;
el otro será considerado en
la siguiente.
Habiendo aislado una particular comunidad
de especialistas mediante técnicas como las
que acabamos de analizar,
resultaría útil plantearse la siguiente
pregunta: ¿qué comparten sus miembros
que explique la relativa plenitud de su comunicación profesional y la relativa
unanimidad de
sus juicios profesionales? A esta pregunta mi texto original responde: un paradigma o
conjunto de paradigmas. Pero
para el caso, a diferencia del
que hemos visto antes, el término resulta ina-propiado. Los propios científicos dirían
que comparten una teoría o
conjunto de teorías, y yo quedaré
satisfecho si el término, a fin de cuentas, puede volver a aplicarse para ese uso. Sin
embargo, tal como se emplea en la filosofía
de la ciencia el término "teoría", da a entender una estructura mucho
más limitada en naturaleza y dimensiones de la que requerimos aquí. Mientras el
término no quede libre de sus actuales implicaciones, resultará útil adoptar otro, para
evitar confusiones. Para
nuestros propósitos presentes sugiero
"matriz disciplinaria": "disciplinaria" porque se refiere a la posesión común de
quienes practican una
disciplina particular; "matriz" por-
7 Masterman, op. cit.
280 POSDATA: 1969
que está compuesta por elementos ordenados
de varias índoles, cada uno de los cuales
requiere una ulterior especificación.
Todos o la mayor parte
de los objetos de los compromisos de grupo que en mi texto original resultan
paradigmas o partes
de paradigmas, o paradigmáticos, son partes constituyentes de la matriz
disciplinaria, y como
tales forman un todo y funcionan en conjunto.
No
obstante lo anterior, no se les debe analizar como si fueran todos de una sola pieza.
No intentaré esbozar una lista completa, pero
haré notar cuáles son
las principales clases de componentes
de una matriz disciplinaria y aclararé así tanto la naturaleza de mi actual
enfoque, lo que
nos preparará, simultáneamente, para mi siguiente argumento importante.
Una
clase importante de componente al que llamaré "generalizaciones
simbólicas", teniendo en mente
tales expresiones, desplegadas sin duda ni disensión por unos miembros del grupo,
fácilmente puede
presentarse en una forma lógica como
(x) (y) (z) (x, y, z). Tales son los
componentes formales, o
fácilmente formalizables, de la
matriz disciplinaria. En algunas ocasiones ya se les encuentra en una forma
simbólica: f = ma o I = V/R. Otras habitualmente se expresan en palabras: "los elementos se combinan
en proporción
constante por el peso" o "acción igual reacción". De no ser por
la aceptación general de expresiones
como éstas, no habría puntos en que los miembros del grupo pudieran basar las
poderosas técnicas de la
manipulación lógica y matemática
en su empresa de solución de problemas. Aunque el ejemplo de la taxonomía parece
indicar que la ciencia
normal puede proceder con pocas
expresiones semejantes, el poder de una ciencia, generalmente, parece aumentar con
el
POSDATA: 1969 281
número de generalizaciones simbólicas que
tienen a su disposición
quienes la practican.
Estas generalizaciones parecen leyes de la
naturaleza, pero para los miembros del grupo,
su función, a menudo, no es tan sólo ésa. Es a
veces, por ejemplo, la Ley de Joule-Lenz, H = RI2. Cuando se
descubrió esa ley, los miembros de la comunidad
ya sabían lo que representaban H, R e I; estas
generalizaciones simplemente les enseñaban
algo acerca de cómo proceden el calor, la corriente y la resistencia, algo que no
habían sabido
antes. Pero más a menudo, como lo indica un análisis anterior de este mismo libro,
las generalizaciones simbólicas, simultáneamente,
sirven a una segunda función, que
habitualmente es claramente separada
en los análisis de los filósofos de la
ciencia. Así, f = ma, o IV/R, funcionan en parte
como leyes, pero también en parte como definiciones de algunos de los símbolos
que muestran. A mayor abundamiento, el
equilibrio entre su inseparable
fuerza legislativa y definidora cambia
con el tiempo. En otro contexto, estos argumentos valdrían la pena de hacer un análisis detallado, pues la naturaleza del compromiso con una ley es muy distinta de la del compromiso con
una definición. A menudo las leyes pueden corregirse
parte por parte, pero las definiciones, al ser tautologías, no se pueden corregir. Por ejemplo, una parte de lo que exigía la aceptación de la Ley de Ohm era una redefinición tanto de "corriente" como de
"resistencia"; si tales términos hubieran seguido significando lo que
antes significaban,
la Ley de Ohm no habría podido ser cierta; tal es la razón por la que encontró una
oposición tan enconada, a
diferencia de la Ley de Joule-Lenz.8
Probablemente tal situación es caracte-
8
Para conocer partes significativas de este episodio véase "The Electric Current in Early Nineteenth-Century
282 POSDATA: 1969
rística. Ahora yo sospecho que todas las revoluciones, entre otras cosas, implican el
abandono de generalizaciones
cuya fuerza, previamente, había
sido la fuerza de las tautologías. ¿Demostró Einstein que la simultaneidad era relativa, o bien alteró la propia noción de simultaneidad?
¿Simplemente estaban equivocados quienes encontraron una paradoja en la frase
"relatividad de la simultaneidad"?
Consideremos
ahora un segundo tipo de componente
de la matriz disciplinaria, componente acerca del cual se ha dicho ya bastante en
mi texto original, bajo títulos como el de "paradigma metafísico" o "las partes metafísicas
de los paradigmas". Estoy pensando en compromisos compartidos con creencias tales como: el calor es
la energía kinética de las partes
constituyentes de los
cuerpos; todos los fenómenos perceptibles se deben a la interacción de átomos
cualitativamente neutrales
en el vacío o bien, en cambio, a la materia y la fuerza, o a los campos. Al
reescribir el libro
describiría yo ahora tales compromisos como creencias en modelos particulares, y
extendería los modelos de categorías para que también incluyeran una variedad
relativamente heurística: el circuito eléctrico puede ser
considerado como un
sistema hidrodinámico de estado estacionario; las moléculas de un gas actúan como
minúsculas bolas de billar, elásticas, en un movimiento producido al azar. Aunque varía la fuerza de
los compromisos del grupo,
con consecuencias no triviales,
a lo largo del espectro de los modelos heurístico a ontológico, sin embargo todos
los modelos tienen
funciones similares. Entre
otras co-
French
Physics", de T. M. Brown, Historical
Studies in the Physical Sciencies, I (1969), 61-103 y "Resistence to Ohm's Law", de Morton Schagrin, American Journal of Physics,
XXI (1963), 536-47.
POSDATA: 1969 283
sas,
dan al grupo sus analogías y metáforas preferidas o permisibles. Y al hacer esto
ayudan a determinar lo que
será aceptado como explicación y
como solución de problemas; a la inversa, ayudan en la determinación de la lista de
enigmas no resueltos
y en la evaluación de la importancia de cada uno. Sin embargo, obsérvese que
los miembros de las comunidades científicas acaso no compartan ni siquiera los
modelos heurísticos, aunque
habitualmente sí lo hacen. Ya he indicado que durante la primera parte del
siglo XIX se podía
pertenecer a la comunidad de los químicos sin creer por ello, necesariamente,
en los átomos. Ahora
describiré aquí como valores a una tercera clase de elementos de la matriz
disciplinaria. Habitualmente
se les comparte entre diferentes comunidades,
más generalmente que las generalizaciones
simbólicas o los modelos, y hacen mucho para dar un sentido de comunidad a los
científicos naturalistas
en conjunto. Aunque funcionan
en todo momento, su importancia particular surge cuando los miembros de una comunidad particular deben identificar una crisis o,
después, escoger entre formas
incompatibles de practicar su
disciplina. Probablemente los valores más profundamente sostenidos se refieren
a las predicciones: deben ser exactas; las predicciones cuantitativas son preferibles a las cualitativas;
sea cual fuere el margen de
error admisible, debe ser continuamente
respetado en un campo determinado, y así
por el estilo. Sin embargo, también hay valores que deben aplicarse al juzgar
teorías enteras:
antes que nada, deben permitir la formulación y solución de enigmas; cuando sea
posible deben ser
sencillas, coherentes y probables, es decir, compatibles con otras teorías
habitualmente
sostenidas. (Considero ahora como una flaqueza de mi texto original el haber
prestado poca
284 POSDATA: 1969
atención a valores tales como la coherencia
interna y externa al considerar las causas de
crisis y factores de
elección de teorías). También existen otras
clases de valores, por ejemplo, la ciencia debe ser (o no tiene que serlo
necesariamente) útil para la sociedad, pero lo anterior indica aquello que
tengo en mente.
Sin embargo, un aspecto de los valores compartidos requiere en este punto una mención
particular. En un grado más considerable que otras clases de componentes de la matriz
disciplinaria, los
valores deben ser compartidos por personas que difieren en su aplicación. Los juicios
de precisión y exactitud
son relativamente estables, aunque
no enteramente, de una vez a otra y de un miembro a otro en un grupo particular. Pero
los juicios de
sencillez, coherencia, probabilidad y similares a menudo varían grandemente de
individuo a individuo.
Lo que para Einstein resultaba una incoherencia insoportable en la
antigua teoría de los quanta, incoherencia tal que hacía
imposible la investigación de una ciencia normal, fue para Bohr y para otros sólo una
dificultad que,
por los medios normales, podía resolverse. Algo más importante aún: en aquellas
situaciones en
que hay que aplicar valores, los diferentes valores, tomados por separado, a menudo
obliga rán a hacer
diferentes elecciones. Una teoría puede resultar más precisa pero menos
coherente o probable
que otra; asimismo, la antigua teoría de los quanta nos ofrece un ejemplo. En suma, aunque los
valores sean generalmente compartidos
por los hombres de ciencia y aunque el compromiso con ellos sea a la vez profundo y
constitutivo de la
ciencia, la aplicación dé valores a menudo se ve considerablemente afectada por
los rasgos de la personalidad individual que diferencia a los miembros del grupo.
POSDATA: 1969 285
Para muchos lectores de los anteriores capítulos, esta característica de la operación de los valores
compartidos ha parecido una considerable flaqueza
de la posición que he adoptado. Como insisto
en que aquello que comparten los hombres de ciencia no es suficiente
para imponer un acuerdo uniforme acerca de
cuestiones tales como la opción entre
teorías competitivas o la distinción entre una anomalía ordinaria y
otra que provoca crisis, ocasionalmente se
me ha acusado de glorificar la subjetividad y aun la irracionalidad9.
Pero tal reacción ha pasado por alto dos características que muestran los juicios de valor en cualquier campo.
En primer lugar, los valores compartidos
pueden ser importantes y determinantes
del comportamiento del grupo, aun cuando los miembros del grupo no los apliquen todos de la misma manera. (Si tal no fuera el caso, no habría especiales
problemas filosóficos acerca de la teoría
del valor o la estética). No todos los hombres pintaron de la misma manera durante los periodos en que la
representación era un valor primario, pero
la pauta de desarrollo de las artes plásticas cambió radicalmente al ser
abandonado tal valor.10
Imagínese lo que ocurriría en las ciencias si la coherencia dejase de
ser un valor fundamental. En segundo lugar, la variabilidad individual en la aplicación de los valores compartidos
puede servir a funciones esenciales para la ciencia. Los puntos en que deben
aplicarse los valores son invariablemente
aquellos en que de-
9 Véase particularmente:
"Meaning and Scientific Change",
de Dudley Shapere, en Mind and Cosmos:
Essays in Contemporary Science and Philosophy, The University of Pittsburgh Series in the
Philosophy of Science, III (Pittsburgh, 1966), 41-85; Science and Subjectivity, de Israel Scheffler Nueva York, 1967); y el ensayo de
Sir Karl Popper de Imre Lakatos en Growth of Knowledge.
10 Véase la discusión al principio de la
sección XIII.
286 POSDATA: 1969
ben correrse
riesgos. La mayor parte de las anomalías
se resuelve por medios normales; la mayoría de las proposiciones de nuevas
teorías resultan erróneas.
Si todos los miembros de una comunidad
respondiesen a cada anomalía como causa de crisis o abrazaran cada nueva teoría
propuesta por un
colega, la ciencia dejaría de existir.
En cambio, si nadie reaccionara a las anomalías o a las flamantes teorías de tal
manera que se
corrieran grandes riesgos, habría pocas o ninguna revoluciones. En asuntos
como estos el recurrir
a los valores compartidos, antes que a las reglas compartidas que gobiernan la
elección individual,
puede ser el medio del que se vale la comunidad para distribuir los riesgos y
asegurar, a la
larga, el éxito de su empresa.
Volvámonos
ahora a una cuarta especie de elemento
de la matriz disciplinaria, no la única restante, pero sí la última que analizaré
aquí. Para ella
resultaría perfectamente apropiado el término "paradigma", tanto en lo
filológico como en lo autobiográfico;
se trata del componente de los compromisos compartidos por un grupo, que ini-cialmente me llevaron a elegir tal palabra.
Sin embargo, como el
término ha cobrado una vida propia,
lo sustituiré aquí por "ejemplares". Con él quiero decir, inicialmente, las
concretas soluciones de problemas que los estudiantes encuentran desde el principio de su educación
científica, sea
en los laboratorios, en los exámenes, o al final de los capítulos de los textos de ciencia.
Sin embargo, a estos
ejemplos compartidos deben añadirse
al menos algunas de las soluciones de problemas técnicos que hay en la
bibliografía periódica
que los hombres de ciencia encuentran durante su carrera de investigación
post-estudian-til,
y que también les enseñan, mediante el ejemplo, cómo deben realizar su tarea. Más que
POSDATA: 1969 287
otras clases de componentes de la matriz
disciplinaria, las diferencias entre conjuntos de ejemplares dan a la comunidad una finísima estructura de la ciencia. Por ejemplo, todos los
físicos empiezan aprendiendo los mismos ejemplares: problemas tales como el
plano inclinado, el péndulo cónico y las órbitas keplerianas, instrumentos
como el vernier, el calorímetro y el puente de Wheatstone.
Sin embargo, al avanzar su preparación,
las generalizaciones simbólicas que comparten se ven ilustradas cada vez más a
menudo por diferentes ejemplares. Aunque tanto los físicos especializados en transistores como los
físicos teóricos de un
campo comparten y aceptan la ecuación
de Schrödinger, tan solo sus aplicaciones más elementales son comunes a ambos
grupos.
3. Los
paradigmas como ejemplos compartidos
El
paradigma como ejemplo compartido es el elemento central de lo que hoy considera
como el aspecto más
novedoso y menos comprendido de este
libro. Por lo tanto, sus ejemplares requieren más atención que las otras clases
de componentes
de la matriz disciplinaria. Los filósofos de la ciencia habitualmente no han elucidado los
problemas que encuentra
el estudiante en los laboratorios
o en los textos de ciencia, pues se supone que éstos tan solo aportan una práctica en
la aplicación de aquello que ya sabe el estudiante. Se dice que no puede
resolver problemas a menos
que ya conozca la teoría y algunas reglas para su aplicación. El conocimiento
científico se halla
como empotrado en la teoría y la regla; se ofrecen problemas para darle facilidad a
su aplicación. Sin embargo,
yo he tratado de sostener que
esta localización del conocimiento cognoscitivo de la ciencia es un error. Después
que
288 POSDATA: 1969
el
estudiante ha resuelto muchos problemas, tan solo podrá lograr más facilidad si
resuelve más aún. Pero al principio y durante cierto tiempo, resolver problemas es aprender cosas consecutivas acerca de la naturaleza. A falta de
tales ejemplares, las
leyes y teorías que previamente haya
aprendido tendrán muy escaso contenido empírico.
Para indicar lo que tengo en mente volveré
por un momento a las
generalizaciones simbólicas. Un ejemplo
muy extensamente compartido es la Segunda Ley del Movimiento, de Newton, generalmente escrita como f = ma. Los sociólogos,
por ejemplo, o los lingüistas que descubren que la expresión correspondiente ha sido proferida y
recibida sin problemas por los miembros de una comunidad dada, no habrán aprendido mucho,
sin gran investigación
adicional, acerca de lo que significa la expresión o los términos que la forman, acerca de cómo los científicos de la
comunidad relacionan la
expresión con la naturaleza. En
realidad, el hecho de que la acepten sin ponerla en tela de duda y que la utilicen en un
punto en el cual
introducen la manipulación lógica y matemática,
no implica por sí mismo que todos convengan
en cosas tales como significado y aplicación. Desde luego, convienen hasta un
grado considerable, o el
hecho rápidamente saldría a la luz a partir de sus subsiguientes
conversaciones. Pero bien podemos preguntar en qué punto y por qué medio han llegado a ello. ¿Cómo han
aprendido, ante una
situación experimental dada, a escoger las fuerzas, masas y aceleraciones
pertinentes?
En
la práctica, aunque este aspecto de la situación pocas veces o nunca se nota, lo que
los estudiantes tienen
que aprender es aún más complejo
que todo eso. No es exactamente que la
POSDATA: 1969 289
manipulación lógica y matemática se aplique
directamente a f = ma. Una vez,
examinada, la expresión
resulta un esbozo de ley o un esquema de ley. Cuando el estudiante o el
científico practicante pasa de una situación problemática a la siguiente, cambia la generalización
simbólica a la
que se aplican tales manipulaciones. Para el caso de la caída libre, f = ma se convierte en
para
el péndulo simple se transforma en
para una pareja de osciladores armónicos que actúan uno sobre otro se
convierte en dos ecuaciones, la primera de las cuales puede escribirse así:
(s2 - s1 + d);
y para situaciones más complejas, tales como las del giróscopo, toma otras
formas, cuyo parecido
familiar con f = ma es todavía más difícil de descubrir. Sin embargo,
mientras aprende a
identificar fuerzas, masas y aceleraciones en toda una variedad de situaciones
físicas nunca antes encontradas,
el estudiante también ha
aprendido a diseñar la versión adecuada de f =
ma a través de la cual
puede interrelacionar-las,
y a menudo una versión para la cual nunca ha encontrado un equivalente literal. ¿Cómo
ha aprendido a hacer todo esto?
Un
fenómeno conocido tanto de los estudiantes de la ciencia como de sus
historiadores nos ofrece una
clave. Los primeros habitualmente informan que han seguido de punta a cabo un capítulo
de su texto, que lo han comprendido a la
perfección, pero
que sin embargo tienen dificultades para resolver muchos de los problemas colocados
al final del capítulo. Por lo general,
asimismo, estas dificultades
se disuelven de la misma manera.
290 POSDATA:
1969
Con o sin ayuda de su instructor, el
estudiante, descubre
una manera de ver su problema, como un problema que ya había encontrado antes.
Una vez captada la
similitud, percibida la analogía entre
dos o más problemas distintos, puede interre-lacionar símbolos y relacionarlos con la
naturaleza de las maneras que ya han resultado efectivas antes. El esbozo de ley, como por
ejemplo f = ma, ha funcionado como instrumento, informando
al estudiante de las similitudes que debe buscar, mostrándole la Gestalt en que puede verse la situación. La resultante capacidad
para percibir toda una
variedad de situaciones como similares,
como sujeto para f = ma o para alguna
otra generalización simbólica es, en mi opinión, lo principal "que adquiere un
estudiante al resolver
problemas ejemplares, sea con papel y lápiz o en un laboratorio bien provisto. Después
de completar un cierto número, que puede
variar extensamente de un
individuo al siguiente, contempla
la situación a la que se enfrenta como un científico en la misma Gestalt que otros miembros de su grupo de especialistas. Para él
ya no son las mismas
situaciones que había encontrado al comenzar su preparación. En el ínterin ha
asimilado una manera de ver las cosas, comprobada por el tiempo y sancionada por su grupo.
El
papel de las relaciones de similitud adquiridas también se muestra claramente en la
historia de las ciencias.
Los científicos resuelven los enigmas
modelándolos sobre anteriores soluciones de enigmas, a menudo recurriendo apenas a las
generalizaciones simbólicas. Galileo descubrió que una vola que rueda por una pendiente
adquiere la velocidad
exactamente necesaria para volver a la
misma altura vertical en una segunda pendien-te de cualquier cuesta, y aprendió
a ver tal situación experimental como el péndulo con una masa
POSDATA: 1969 291
puntual
como lenteja. Huyghens resolvió entonces el problema de la oscilación de un
péndulo físico imaginando
que el cuerpo extendido de este último
se componía de unos péndulos puntuales galileicos, y que los nexos entre ambos
podían soltarse
instantáneamente en cualquier punto de su vaivén. Una vez sueltos los vínculos,
podrían balancearse
libremente los péndulos puntuales, pero
su colectivo centro de gravedad cuando cada uno llegara a su punto más alto,
como el del péndulo
de Galileo, tan sólo subiría a la altura desde la cual había empezado a caer el centro de
gravedad del péndulo
extendido. Finalmente, Daniel Bernoulli descubrió cómo hacer que el flujo de agua que pasa por un orificio se pareciera
al péndulo de Huyghens.
Determínese el descenso del centro
de gravedad del agua que hay en el tanque y del chorro durante un infinitesimal intervalo de tiempo. Luego imagínese que cada
partícula de agua
después avanza separadamente, hacia
arriba, hasta la máxima altura alcanzable con la velocidad adquirida durante el
intervalo. El ascenso del centro de gravedad de las partículas individuales entonces debe equipararse con
el descenso del centro de
gravedad del agua que hay en el
tanque y el chorro. Desde tal punto, la tan largamente buscada velocidad del efluvio
apareció inmediatamente.11
Este ejemplo debe empezar a poner
en claro lo que quiero decir con aprender
11
Véase un ejemplo en: A History of Mechanics, de René Dugas, traducción al inglés de J. R. Maddox (Neu-chatel, 1955) pp. 135-36, 186-93, e Hidrodynamica, sive de viribus et motibus fluidorum, commentarii opus academi-cum, de Daniel Bernoulli (Estrasburgo, 1738), Sec. 3. Para ver el grado de desarrollo alcanzado
por la mecánica
durante la primera mitad del siglo XVIII, modelando una solución sobre otra, véase: "Reactions of Late Baroque Mechanics to
Success, Conjecture, Error, and Failure in Newton's Principia",
de Clifford Truesdell, Texas Quarterly, X (1967), pp. 238-58.
292 POSDATA: 1969
a
partir de los problemas, a ver situaciones romo similares, como sujetas a la
aplicación de la misma ley o esbozo de ley científica.
Simultáneamente,
debe mostrar por qué me refiero al conocimiento consecuencial de la naturaleza,
adquirido mientras se aprendía la relación de similitud y, después, incorporado a una forma de ver las
situaciones físicas, que no en reglas o
leyes. Los tres
problemas del ejemplo, todos ellos ejemplares para los mecánicos del siglo XVIII,
muestran tan solo una ley de
la naturaleza. Conocida como el
Principio de vis viva, habitualmente
se planteaba
como "descenso real igual a ascenso potencial". La aplicación hecha por Bernoulli de tal ley debe mostrarnos cuán consecuencial era. Y sin
embargo, el planteamiento
verbal de la ley, en sí mismo, es
virtualmente impotente. Preséntesele a un actual estudiante de física, que conozca las
palabras y que puede resolver
todos sus problemas, pero que
hoy se vale de medios distintos. Luego imagínese lo que las palabras, aunque bien conocidas,
pueden haber dicho a un hombre que no conociera siquiera los problemas. Para él la
generalización podía
empezar a funcionar tan solo cuando aprendiera
a reconocer los "descensos reales" y los "ascensos
potenciales" como ingredientes de la naturaleza, y ello ya es aprender algo,
anterior a la ley, acerca de las situaciones que la naturaleza presenta y no
presenta. Tal suerte de aprendizaje
no se adquiere exclusivamente por medios verbales; antes bien, surge cuando se unen
las palabras con los ejemplos
concretos de cómo funcionan
en su uso; naturaleza y palabra se aprenden al unísono. Utilizando una vez más una
útil frase de Michael Polanyi, lo que resulta de este proceso es un "conocimiento
tácito" que se obtiene
practicando la ciencia, no adquiriendo reglas para practicarla.
POSDATA: 1969 293
4. Conocimiento tácito e intuición
Tal
referencia al conocimiento tácito y el consecuente rechazo de las reglas ponen en
relieve otro problema que ha
interesado a muchos de mis
críticos y que pareció aportar una base para acusarme de subjetividad e irracionalidad.
Algunos lectores han
considerado que yo estaba tratando de hacer que la ciencia se basara en intuiciones individuales inanalizables, antes
que en la ley y en la
lógica. Pero tal interpretación resulta
desviada en dos aspectos esenciales. En primer lugar, si estoy hablando siquiera
acerca de intuiciones,
no son individuales. Antes bien, son las posesiones, probadas y compartidas,
de los miembros de un grupo que han logrado éxito, y el practicante bisoño las adquiere mediante su
preparación, como parte
de su aprendizaje para llegar
a pertenecer a un grupo. En segundo lugar, en principio no son inanalizables. Por el
contrario, actualmente estoy experimentando con un programa de computadoras destinado a
investigar sus
propiedades a un nivel elemental. Acerca de tal programa no tengo nada que decir aquí,12
pero hasta una mención de
él debe probar mi punto más
esencial. Cuando hablo de un conocimiento incorporado a unos ejemplos
compartidos, no estoy refiriéndome a un modo de conocimiento que sea menos
sistemático o menos analizable que el conocimiento incorporado a las reglas,
leyes o normas de la
ejemplificación. En cambio, tengo en
mente un modo de conocer deficientemente construido, aunque haya sido reconstruido
de acuerdo con las reglas tomadas de
ejemplares, y que
después han funcionado en lugar de estos. O, para decir la misma cosa de otro modo,
cuan-
12
Alguna información sobre este tema puede encontrarse en "Second Thoughts".
294 POSDATA: 1969
do hablo de adquirir de unos paradigmas la
capacidad de reconocer una situación dada
como parecida o no
parecida a otras antes vistas, no estoy
indicando un progreso que no sea, poten-cialmente, del todo explicable en términos
del mecanismo
neuro-cerebral. En cambio, estoy afirmando que la explicación, por su
naturaleza, no responderá
a la pregunta "¿similar con respecto a qué?" Tal pregunta es una petición
de una regla,
en este caso de unas normas por las cuales unas situaciones particulares se agrupen en
conjuntos de similitud, y estoy afirmando que la tentación de buscar normas
(o al menos un conjunto completo)
debe resistirse en este caso. Sin embargo, no es al sistema al que me estoy
oponiendo, sino a una clase
particular de sistema.
Para dar más sustancia a mi argumento,
tendrá que hacer una breve
digresión. Lo que sigue me parece
obvio en la actualidad, pero el constante recurrir en mi texto original a
frases como "el mundo
cambia" parece indicar que no siempre fue así. Si dos personas se encuentran en
el mismo lugar y miran en
la misma dirección, debemos,
bajo pena de caer en un solipsismo, concluir, que reciben unos estímulos muy similares.
(Si ambos pudieran fijar
su mirada en el mismo lugar,
los estímulos serían idénticos). Pero la gente no ve estímulos; nuestro conocimiento de
éstos es sumamente teórico
y abstracto. En cambio, tienen
sensaciones, y nada nos obliga a suponer que las sensaciones de nuestras dos
personas sean las mismas. (Los escépticos acaso recordarán que la ceguera al color nunca fue advertida
hasta que John
Dalton la describió en 1794). Por el contrario, muchos procesos neurales ocurren entre
la recepción de un estímulo y la conciencia de
una sensación. Entre
las otras cosas que sabemos con seguridad
acerca de ello están: que muy diferen-
POSDATA: 1969 295
tes estímulos pueden producir las mismas
sensaciones ; que el
mismo estímulo puede producir muy
distintas sensaciones, y, finalmente que el camino del estímulo a la sensación
está condicionado,
en parte, por la educación. Individuos educados en distintas sociedades se
comportan en
algunas ocasiones como si vieran diferentes cosas. Si no tuviéramos la tentación de
identificar los estímulos, uno a uno, con las sensaciones, podríamos reconocer que en realidad hacen
eso.
Nótese
ahora que dos grupos, cuyos miembros tienen sensaciones sistemáticamente
distintas al recibir
los mismos estímulos, en cierto sentido viven en diferentes mundos. Suponemos la
existencia de los
estímulos para explicar nuestras percepciones
del mundo y suponemos su inmutabilidad
para evitar el solipsismo, tanto individual como social. No tengo la menor reserva ante
ninguna de las dos
suposiciones. Pero nuestro mundo
está poblado, en primer lugar, no por estímulos, sino por los objetos de nuestras
sensaciones, y
éstos no tienen que ser los mismos, de un individuo a otro, o de un grupo a otro. Por
supuesto, hasta
el grado en que los individuos pertenecen al mismo grupo y comparten así educación,
idioma, experiencias y
cultura, tenemos buenas razones para suponer que sus sensaciones son las mismas. ¿De qué otro modo deberíamos
comprender la
plenitud de su comunicación y lo común de sus respuestas conductistas a su medio? Deben
de ver cosas, estímulos de procesos, de manera
muy parecida. Pero donde
empiezan las diferenciaciones y la especialización de los grupos, ya no tenemos una prueba similar de la
inmutabilidad de
las sensaciones. Sospecho que un mero provincianismo nos hace suponer que el camino de
los estímulos a la
sensación es el mismo para los miembros
de todos los grupos.
296 POSDATA: 1969
Si volvemos ahora a los ejemplares y
reglas, lo que he estado
tratando de decir, por muy provisional
que haya sido mi manera de hacerlo, es esto: una de las técnicas fundamentales por
las que los miembros de
un grupo, ya sea toda una cultura o una subcomunidad de especialistas dentro de ella, aprenden a ver las mismas
cosas cuando
se encuentran ante los mismos estímulos, es al verse ante ejemplos de situaciones que
sus predecesores en el mismo grupo ya habían aprendido a ver como similares y como diferentes de
otras especies de situaciones. Estas situaciones similares pueden ser sucesivas presentaciones
sensorias del mismo individuo, digamos de una madre, básicamente reconocida de
vista como lo que es, y como
diferente del padre o de la hermana. Pueden ser presentaciones de los miembros de
familias naturales,
digamos de cisnes por una parte y de
gansos por la otra. O bien, para los miembros de grupos más especializados, pueden
ser ejemplos de la
situación newtoniana, o de sus situaciones; es decir, que todos son similares
ya que están sujetos a una versión de la forma simbólica f = ma y que son distintos de las situaciones a las que, por ejemplo, se aplican
los proyectos de ley de la
óptica.
Admitamos
por el momento que pueda ocurrir algo
de esta índole. ¿Debemos decir que lo que se ha adquirido de unos ejemplares son las
reglas y la capacidad de aplicarlas? Esta
descripción es tentadora
porque el hecho de que veamos una
situación como parecida a las que hemos encontrado antes tiene que ser el resultado
de un procesamiento neural, gobernado absolutamente por leyes físicas y
químicas. En este sentido, en cuanto hemos aprendido a hacerlo, el reconocimiento de la similitud debe ser tan
totalmente sistemático
como el latir de nuestros corazones.
POSDATA: 1969 297
Pero
ese paralelo mismo nos sugiere que el reconocimiento también puede ser
involuntario, un proceso
sobre el cual no tenemos ningún dominio. Si es así, entonces no debemos
concebirlo propiamente
como algo que logramos mediante la
aplicación de reglas y normas. Hablar de él en estos términos implica que
tenemos acceso a opciones;
por ejemplo, acaso hayamos desobedecido
una regla, o aplicado mal una norma, experimentado con otra forma de ver.13
Esas, lo acepto,
son las clases de cosas que no podemos hacer. O, más precisamente, son cosas
tales que no podemos
hacer hasta que hayamos tenido una sensación, que hayamos percibido algo;
entonces a menudo buscamos normas y las ponemos en uso. Entonces podemos
embarcarnos en una interpretación,
proceso deliberativo por el cual escogemos entre alternativas, como no lo hacemos en la
percepción misma. Quizás, por ejemplo, haya algo raro en lo que hemos visto (recuérdense
unas barajas anormales).
Al dar vuelta a una esquina vemos a mamá entrando en una tienda del centro en
un momento en que creíamos que se encontraba en casa. Al contemplar lo que hemos
visto, de pronto
exclamamos: ¡"Esa no era mamá, pues tenía el cabello rojo!" Al entrar en
la tienda vemos de nuevo a esa señora y no podemos entender cómo pudimos confundirla con mamá. O, quizá vemos las plumas de la cola de un ave
que está tomando sus alimentos del fondo de una piscina. ¿Se trata de un cisne o un ganso?
Contem-
13 Nunca hubiera sido necesario establecer
este punto si
todas las leyes fueran como las de Newton y
todas las reglas como los Diez
Mandamientos. En tal caso, la frase "quebrantar
una ley", no tendría sentido y un rechazo de las reglas no parecería implicar un proceso no gobernado por leyes. Por desgracia las leyes de
tránsito y productos similares de la legislación sí pueden
quebrantarse, facilitando la confusión.
298 POSDATA: 1969
piamos lo que hemos visto y mentalmente comparamos las plumas de la cola con las de
los cisnes y gansos que
antes hemos visto. O quizás, si nos
inclinamos hacia la ciencia, tan sólo queremos saber algunas características generales
(la blancura de los
cisnes, por ejemplo) de los miembros
de una familia zoológica que fácilmente podamos reconocer. Una vez más, contemplamos
lo que antes habíamos percibido, buscando lo
que tengan en común los
miembros de la familia dada.
Todos estos son procesos deliberativos, y
en ellos buscamos y desplegamos normas y
reglas. Es decir, tratamos
de interpretar las sensaciones que
ya tenemos, de analizar qué es lo dado para nosotros. Por mucho que hagamos eso, los
procesos en cuestión
finalmente deben ser neurales, y
por tanto están gobernados por las mismas leyes físico-químicas que gobiernan
la percepción, por una
parte, y el latido de nuestros corazones, por la otra. Pero el hecho de que el
sistema obedezca
las mismas leyes en los tres casos no es una razón para suponer que nuestro aparato neural está programado para operar de la misma manera en la interpretación como en la
percepción o en
ambas como en el latir de nuestros corazones. A lo que hemos estado oponiéndonos en
este libro es, por
tanto, al intento, tradicional desde Descartes, pero no antes, de analizar la
percepción como un proceso
interpretativo, como una versión
inconsciente de lo que hacemos después de haber percibido.
Lo
que hace que la integridad de la percepción valga la pena de subrayarse es, por
supuesto, que tanta
experiencia pasada se encuentre incorporada en el aparato neural que transforma los estímulos en sensaciones. Un mecanismo perceptual apropiadamente programado tiene valor de supervivencia. Decir que los miembros de
distin-
POSDATA: 1969 299
tos grupos pueden tener distintas
percepciones cuando
se encuentran ante los mismos estímulos no es implicar que tengan percepciones en
absoluto. En muchos medios,
el grupo que no podía diferenciar los perros de los lobos, no pudo subsistir.
Tampoco podría un grupo de físicos nucleares de hoy sobrevivir como hombres de
ciencia si no pudieran reconocer las huellas de las partículas y los
electrones alfa. Es precisamente porque
hay tan pocas maneras de ver por lo que aquellas que han pasado por las pruebas de
uso del grupo son dignas
de ser transmitidas de generación
en generación. Asimismo, es porque han sido seleccionadas por su triunfo sobre el
tiempo histórico por lo que
tenemos que hablar de la experiencia
y el conocimiento de la naturaleza incorporados en el camino del estímulo a la
sensación.
Quizás
"conocimiento" no sea la palabra adecuada, pero hay razones para valemos de
ella. Lo que está
incluido en el proceso neural que transforma los estímulos en sensaciones
tiene las características siguientes: ha sido transmitido por medio de la
educación; tentativamente, ha resultado
más efectivo que sus competidores históricos en el medio actual de un grupo; y,
finalmente, está
sujeto a cambio, tanto por medio de una nueva educación como por medio del descubrimiento de incompatibilidad con el medio.
Tales son características
del conocimiento, y ello explica
por qué aplico yo ese término. Pero es un uso extraño, porque falta otra característica.
No tenemos acceso directo
a lo que es aquello que sabemos,
no tenemos reglas de generalización con que expresar este conocimiento. Las reglas
que pudieran darnos tal
acceso se referían a los estímulos,
no a las sensaciones. Y solo podemos conocer los estímulos mediante una
elaborada
300 POSDATA: 1969
teoría. A falta de ella, el conocimiento
incluido en el camino del
estímulo de sensación sigue siendo
tácito.
Lo que antes se ha dicho acerca de la
sensación, aunque
obviamente preliminar, y que por ello no tiene que ser exacto en todos sus detalles,
ha sido considerado
literalmente. Por lo menos, es una hipótesis
acerca de la visión que debe someterse la investigación experimental, aunque,
probablemente, no a una
verificación directa. Pero hablar así de ver y de sensaciones también sirve
aquí a unas funciones
metafóricas, como en todo el cuerpo de
este libro. No vemos los electrones,
sino antes bien su
recorrido, o bien burbujas de vapor
en una cámara anublada. No ventos para
nada las corrientes eléctricas, sino, antes
bien, la aguja de un
amperímetro o de un galvanómetro.
Sin embargo, en las páginas anteriores, particularmente en la Sección X, repetidas
veces he procedido como si
en realidad percibiéramos entidades teóricas, como corrientes, electrones y
campos, como si aprendiésemos a hacerlo examinando ejemplos, y como si en
todos estos casos fuese
erróneo dejar de hablar de "ver". La metáfora que transfiere "ver" a
contextos similares. apenas
resulta base suficiente para tales afirmaciones. A la larga, tendrá que ser
eliminada en favor
de un modo de discurso más literal.
El programa de computadoras antes referido empieza a indicar las maneras en que esto
pueda hacerse, pero ni el
espacio de que disponemos ni el
grado de mi actual comprensión me permiten eliminar aquí la metáfora.14 En
cambio, breve-
14 Para los lectores de "Second Thoughts", las siguientes observaciones crípticas pueden servir de guía. La posibilidad de un reconocimiento inmediato de los
miembros de las familias naturales
depende de la existencia, después del procesamiento neural, del espacio perceptual vacío
entre las familias que deben ser discriminadas. Si
POSDATA: 1969 301
mente trataré de sostenerla. Ver unas
gotitas de agua
o una aguja contra una escala numérica es una primitiva experiencia perceptual para el hombre que no está acostumbrado a cámaras
anubladas y amperímetros. Por ello, requiere contemplación, análisis e
interpretación (o bien la intervención de una autoridad exterior) antes de que
pueda llegarse a conclusiones acerca de electrones o de corrientes. Pero la posición de
quien ha aprendido acerca
de tales instrumentos y ha tenido
una gran experiencia con tales ejemplos es muy distinta, y hay una diferencia
correspondiente,
en la forma en que procesa los estímulos que le llegan a partir de aquellos.
Contemplando el
vapor de su aliento en una fría noche de invierno, su sensación puede ser la misma del
lego, pero al ver una
cámara anublada ve (aquí sí literalmente)
no gotitas sino el rastro de electrones, partículas alfa, etc. Tales pistas, si
el lector desea,
son las normas que él interpreta como índices de la presencia de las partículas
correspondientes, pero tal camino es a la vez más breve y distinto del que sigue aquél que interpreta
las gotitas.
por ejemplo, hubiera un continuo percibido
de las clases de aves acuáticas, desde los gansos hasta los cisnes, estaríamos
obligados a introducir un criterio específico para distinguirlos. Algo similar puede
decirse para entidades no observables. Si
una teoría física sólo admite la existencia
de una corriente eléctrica, entonces un pequeño número de normas, que pueden
variar considerablemente de un caso a
otro, sería suficiente para identificar la corriente, aun cuando no haya un conjunto de reglas que especifiquen las condiciones necesarias y
suficientes para la identificación. El punto sugiere un corolario plausible, que puede ser más importante. Dado un
conjunto de condiciones necesarias y
suficientes para identificar una entidad teórica, esa entidad puede ser
eliminada a partir de la ontología de
una teoría por sustitución. Sin embargo,
en ausencia de tales reglas, esas entidades no son eliminables; la teoría, entonces, exige su existencia.
302 POSDATA: 1969
O
bien, consideremos al científico que inspecciona un amperímetro para determinar el
número ante el cual se
ha detenido la aguja. Su sensación probablemente
sea la misma que la del profano,
particularmente si este último ha leído antes otras clases de metros. Pero ha visto
el metro (una vez más, a menudo literalmente)
en el contexto de todo el circuito, y sabe
algo acerca de
su estructura interna. Para él, la posición de la aguja es una norma, pero tan
solo del valor de la corriente. Para interpretarla sólo
tiene que determinar en
qué escala debe leerse el metro.
En cambio, para el profano la posición de la aguja no es una norma de nada, excepto de
sí misma. Para interpretarla, tendrá que examinar toda la posición de los alambres, internos
y externos, experimentar
con baterías e imanes, etc. En
el uso metafórico tanto como en el literal de "ver", la interpretación empieza
donde la percepción
termina. Los dos procesos no son uno mismo, y lo que la percepción deja para que la
interpretación lo complete depende
radicalmente de
la naturaleza y de la cantidad de la anterior experiencia y preparación.
5. Ejemplares,
inconmensurabilidad y revoluciones
Lo que hemos dicho antes nos ofrece una
base para aclarar un aspecto más del libro: mis observaciones sobre la inconmensurabilidad y sus
consecuencias para los
científicos que han debatido la
opción entre teorías sucesivas.15 En las Secciones X y XII yo he afirmado que en tales debates, uno y
otro bando inevitablemente ven de manera diferente algunas de las situaciones
experiménta
15 Los puntos que siguen son tratados con
mayor detalle
en las secciones 5 y 6 de "Reflections".
POSDATA: 1969 303
les
u observacionales a las que tienen acceso. Sin embargo, como los vocabularios en que
discuten de tales
situaciones constan predominantemente de los mismos términos, tienen que estar
remitiendo algunos de
tales términos a la naturaleza de
una manera distinta, y su comunicación, inevitablemente, resulta sólo parcial.
Como resultado,
la superioridad de una teoría sobre otra es algo que no puede demostrarse en el debate.
En cambio, como he insistido, cada bando,
mediante la persuasión, debe
tratar de convertir al otro. Tan
solo los filósofos han interpretado con graves errores la intención de estas partes de
mi argumento. Sin embargo, muchos de ellos han
asegurado que yo creo lo siguiente:16
los defensores
de teorías inconmensurables no pueden comunicarse entre sí, en absoluto; como
resultado, en un
debate sobre la elección de teorías no puede recurrirse a buenas razones: en cambio la teoría habrá de escogerse por razones
que, a fin de cuentas, son personales y subjetivas; alguna especie de percepción mística es la
responsable de la
decisión a que al final se llegue. Más que ninguna otra parte de este libro, los pasajes
en que se basan estas
erróneas interpretaciones han sido responsables
de las acusaciones de irracionalidad. Considérense primero mis observaciones
sobre la prueba. Lo que
he estado tratando de explicar es
un argumento sencillo, con el que desde hace largo tiempo están familiarizados
los filósofos de la
ciencia. Los debates sobre la elección de teorías no pueden tener una forma que se
parezca por completo a la
prueba lógica o matemática. En
esta última, desde el principio quedan estipuladas las premisas y reglas de inferencia.
Si hay desacuerdo acerca de
las conclusiones, los bandos
16 Ver los trabajos citados en la nota 9 y,
también el ensayo de Stephen Toulmin
en Growth of Knowledge.
304 POSDATA:
1969
que
participen en el siguiente debate podrán volver sobre sus pasos, uno por uno,
revisando cada uno contra toda estipulación anterior. Al final de cada proceso,
uno u otro tendrán que admitir que han
cometido un error, que han violado una regla previamente aceptada. Después de tal
admisión no tendrán a quien recurrir, y la prueba de su oponente resultará
decisiva. En cambio, sólo si los
dos descubren que difieren acerca del significado o de la aplicación de las reglas
estipuladas, que
el acuerdo anterior no ofrece una base suficiente para la prueba, sólo entonces
continúa el debate
en la forma que inevitablemente toma durante las revoluciones científicas. Tal
debate es acerca de las premisas, y recurre a la persuasión como preludio de la posibilidad de
demostración. En
esta tesis, relativamente familiar, no hay nada que implique que no hay buenas razones
para quedar persuadido, o que tales razones
a fin de cuentas no son
decisivas para el grupo. Tampoco
implica siquiera que las razones para la elección son distintas de aquellas que
habitualmente catalogan
los filósofos de la ciencia: precisión, sencillez, utilidad y similares. Sin
embargo, lo que
debe indicar es que tales razones funcionan como valores y que así pueden
aplicarse de manera
diferente, individual y colectivamente, por los hombres que convienen en aceptarlas.
Por ejemplo, si dos
hombres no están de acuerdo acerca
de la utilidad relativa de sus teorías, o si convienen en ellas pero no en la
importancia relativa de la utilidad y, digamos, en el ámbito que ofrecen para llegar a una decisión, ninguno
podrá quedar convencido de haberse equivocado. Tampoco estará siendo anticientífico ninguno
de los dos. No hay un
algoritmo neutral para la elección de teorías, no hay ningún procedimiento
sistemático de decisión
que, aplicado adecuadamente,
POSDATA: 1969 305
deba conducir a cada individuo del grupo a
la misma decisión. En este sentido es la
comunidad de los especialistas, que no sus miembros individuales, la que hace efectiva la decisión.
Para comprender por qué
se desarrolla la ciencia tal como
lo hace, no es necesario desentrañar los detalles de biografía y personalidad que
llevan a cada individuo a una
elección particular, aunque esto ejerza una notable fascinación. Lo que debe
comprenderse, en cambio, es el modo en que un conjunto particular de valores
compartidos inter-actúa con las experiencias particulares que
comparte toda una
comunidad de especialistas para determinar que la mayoría de los miembros del grupo a fin de cuentas encuentren decisivo
un conjunto de argumentos por encima de otro.
Tal proceso es la
persuasión, pero presenta un problema más profundo aún. Dos hombres que perciben la misma situación de modo diferente
pero que sin embargo no se valen del mismo vocabulario, al discutirlo tienen que estar
valiéndose de las
palabras de un modo distinto. Es decir, hablan de lo que yo he llamado puntos de
vista inconmensurables.
¿Cómo pueden tener esperanzas de
entenderse y mucho menos de ser persuasivos? Hasta una respuesta preliminar a tal
pregunta requiere una mayor
especificación de la naturaleza
de la dificultad. Supongo que, al menos en parte, tal especificación toma la
forma siguiente. La práctica de la ciencia normal depende de la capacidad, adquirida a partir de
ejemplares, de agrupar
objetos y situaciones en conjuntos similares que son primitivos en el sentido en
que el agrupamiento se hace
sin contestar a la pregunta: "¿Similar
con respecto a qué?" Un aspecto central de toda evolución es, entonces, que
cambien algunas de las
relaciones de similitud. Objetos que
fueron agrupados en el mismo conjunto con
306 POSDATA: 1969
anterioridad se agrupan de diferentes
maneras después, y
viceversa. Piénsese en el Sol, la Luna, Marte y la Tierra antes y después de
Copérnico; de la
caída libre, del movimiento pendular y planetario antes y después de Galileo; o en sales, aleaciones y mezclas de hierros azufrados
antes y después de
Dalton. Como la mayor parte de los objetos,
aun dentro de los conjuntos alterados, continúan agrupados, habitualmente se
conservan los
nombres de los conjuntos. No obstante, la transferencia de un subconjunto forma parte
de un cambio crítico en la red de sus
interrelaciones. Transferir
los metales del conjunto de compuestos
al conjunto de elementos desempeñó un papel esencial en el surgimiento de una nueva
teoría de la
combustión, de la acidez, y de la combinación física y química. En poco tiempo
tales cambios habíanse
extendido por todo el campo de
la química. Por tanto, no es de sorprender que cuando ocurren tales redistribuciones,
dos hombres cuyo
discurso previamente había procedido
con una comprensión aparentemente completa, de pronto puedan encontrarse
respondiendo a
un mismo estímulo con descripciones y generalizaciones incompatibles. Esas
dificultades no se
harán sentir en todos los campos, ni siquiera de su mismo discurso científico,
pero sí se plantearán
y se agruparán luego más densamente alrededor
de los fenómenos de los cuales depende más la elección de una teoría.
Tales
problemas, aun cuando por primera vez se hacen evidentes en la comunicación, no
son meramente
lingüísticos, y no pueden resolverse simplemente estipulando la definición de
los términos más
difíciles. Como las palabras alrededor
de las cuales se agrupan las dificultades han sido aprendidas, en parte por su directa
aplicación a ejemplares, quienes participan en una in-
POSDATA: 1969 307
terrupción de la comunicación no pueden
decir: 'Yo uso la palabra
'elemento' (o 'mezcla' o 'planeta'
o 'movimiento incontrolado') de manera
determinada por las siguientes normas". Es decir, no pueden recurrir a un lenguaje
neutro que ambos apliquen
de la misma manera y que sea
adecuado al planteamiento de sus teorías o siquiera a las consecuencias empíricas de
las teorías. Parte de la
diferencia es anterior a la aplicación
de los idiomas en que, sin embargo, se refleja.
Los hombres que experimentan tales interrupciones a la comunicación, por lo tanto,
deben conservar
algún recurso. Los estímulos que actúan sobre ellos son los mismos. Y también su
aparato neural general, por muy distintamente programado
que esté. A mayor abundamiento, excepto en una pequeña zona del conocimiento
(aunque importantísima)
aun su programación neural debe estar muy cerca de ser la misma, pues
tienen en común
una historia, excepto el pasado inmediato. Como resultado, tanto su mundo como su
lenguaje científicos son
comunes. Dado todo eso en común,
debe poder descubrir mucho acerca de aquello en que difieren. Sin embargo, las
técnicas requeridas no
son ni directas ni confortables, ni
partes del arsenal normal del científico. Los científicos rara vez las reconocen por lo
que son, y rara vez las utilizan durante más tiempo del requerido para tratar
de inducir a una conversión o
para convencerse a sí mismos de que no podrán obtenerla.
En
resumen, lo que pueden hacer quienes participan en una interrupción de la
comunicación es
reconocerse unos a otros como miembros de diferentes comunidades lingüísticas, y
entonces se convierten
en traductores.17 Tomando como ob-
17 La ya clásica fuente para la mayor parte de los as-
308 POSDATA: 1969
jeto de
estudio las diferencias entre su propio discurso intragrupal e intergrupal, pueden,
en primer lugar, tratar de
descubrir los términos y locuciones
que, usados sin problemas dentro de la comunidad son, no obstante, focos de
disturbio para
las discusiones intergrupales. (Las locuciones que no presentan tales
dificultades pueden traducirse
homofónicamente). Habiendo aislado de
la comunidad científica tales ámbitos de dificultad, en un esfuerzo más por dilucidar
sus perturbaciones, pueden
valerse del vocabulario que diariamente
comparten. Es decir, cada uno puede
hacer un intento de descubrir lo que el otro mundo ve y dice cuando se le presenta un
estímulo que pudiera ser
distinto de su propia respuesta verbal.
Si pueden contenerse lo suficiente para no explicar un comportamiento anormal como consecuencia de un simple error o de
locura, con el
tiempo pueden volverse muy buenos pronosti-cadores del comportamiento del otro
bando. Cada uno
habrá aprendido a traducir la teoría del otro y sus consecuencias a su propio lenguaje y,
simultáneamente, a describir en su idioma el
mundo al cual se aplica
tal teoría. Eso es lo que regularmente
hacen (o debieran hacer) los historiadores
de la ciencia cuando se enfrentan a teorías
científicas anticuadas.
Como la traducción, si se continúa, permite
a quienes participen en una interrupción de la co-
pectos pertinentes
de la traducción es Word and Object, de W. V. O. Quine (Cambridge,
Mass., y Nueva York, 1969). Caps., I y II. Pero Quine parece
considerar que dos hombres que reciben el mismo estímulo deben tener la misma sensación, y
por lo tanto tiene poco que decir sobre el grado que
debe alcanzar un traductor para describir el mundo al
que se aplica el lenguaje interpretado. Para ese último
punto véase "Linguistics and Ethnology in Translation
Problems", de E. A. Nida en ed. Del Hymes, Language and Culture in Society (Nueva
York, 1964), pp. 90-97.
POSDATA: 1969 309
municación experimentar vicariamente
algunos de los méritos y
defectos de los puntos de vista
de los otros, ésta es una potente herramienta tanto de transformación como de persuasión.
Pero ni aun la persuasión tiene que tener
buen éxito, y si lo
tiene, no necesariamente irá acompañada o seguida por la conversión. Una importante distinción que sólo recientemente he
reconocido por completo es que las dos experiencias de ninguna manera son las mismas.
Persuadir a alguien es, convengo en ello,
convencerlo de que
nuestra opinión es mejor que la suya,
y por lo tanto debe remplazaría. Esto se logra, ocasionalmente, sin recurrir a nada
parecido a la traducción. En su ausencia, muchas de las explicaciones y enunciados de problemas
suscritos por los
miembros de un grupo científico resultarán opacos para el otro. Pero cada comunidad
lingüística habitualmente puede producir, desde el principio, unos resultados
concretos de su
investigación que, aunque sean descriptibles en frases comprendidas de la misma manera por
los dos grupos, no pueden ser explicados
por la otra comunidad en
sus propios términos. Si el nuevo
punto de vista se sostiene durante un tiempo y sigue siendo útil, los
resultados de la investigación verbalizables de esta manera probablemente crecerán en número. Para algunos hombres, tales resultados, por sí mismos,
serán decisivos.
Pueden decir: no se cómo lo lograron los partidarios de la nueva opinión, pero
yo debo aprenderlo; sea lo
que fuere lo que están haciendo,
claramente tienen razón. Tal reacción resulta particularmente fácil para los hombres que
apenas están ingresando
en la profesión, pues aún no
han adquirido los vocabularios y compromisos especiales de uno u otro grupo.
Los argumentos que pueden presentarse en el
310 POSDATA: 1969
vocabulario del que se valen ambos grupos,
de la misma manera, sin embargo, generalmente no son decisivos, al menos no lo son hasta una
etapa muy tardía de la
evolución de las opiniones opuestas.
Entre aquellos ya admitidos en la profesión
pocos quedarán persuadidos sin recurrir un
poco a las comparaciones
más generales que permite la traducción. Aunque el precio que hay que pagar
habitualmente consiste en frases de gran longitud y complejidad (recuérdese la controversia Proust-Berthollet, que se llevó a cabo sin
recurrir al término
"elemento"), muchos resultados adicionales de la investigación pueden ser traducidos del idioma de una comunidad al de la otra. Además,
al avanzar la traducción, algunos miembros de
cada comunidad también
pueden empezar vicariamente a comprender cómo una afirmación antes confusa pudo parecer una explicación a los
miembros del grupo
opuesto. La disponibilidad de técnicas
como éstas no garantiza, desde luego, la persuasión. Para la mayoría de la
gente, la traducción
es un proceso amenazante, totalmente ajeno a la ciencia normal. En todo caso,
siempre se dispone de contra
argumentos y ninguna regla prescribe cómo debe llegarse a un equilibrio. No obstante, conforme un argumento se apila
sobre otro argumento y
cuando alguien ha recogido con éxito
un reto tras otro, sólo la más ciega obstina-nación podría explicar finalmente una
resistencia continuada.
Siendo
tal el caso, llega a ser de una importancia decisiva un segundo aspecto de la
traducción, muy familiar
tanto a lingüistas como a historiadores.
Traducir una teoría o visión del mundo al propio lenguaje no es hacerla propia.
Para ello hay
que volverse "completamente indígena", descubrir que se está pensando y trabajando en
un
POSDATA: 1969 311
idioma
que antes era extranjero, no simplemente traduciéndolo; sin embargo, tal transición
no es una que un individuo pueda hacer o pueda dejar de hacer por deliberación y gusto, por
buenas que sean sus razones
para desear hacerla así. En
cambio, en algún momento del proceso de aprender a traducir, el individuo encuentra
que ya ha ocurrido la
transición, que él se ha deslizado
al nuevo idioma sin haber tomado ninguna decisión. O bien, como muchos de quienes
encontraron por primera
vez, digamos, la relatividad o la
mecánica cuántica siendo ya de mediana, edad, se encuentra totalmente persuadido de
la nueva opinión, pero, sin embargo, incapaz
de internalizarla y de
sentirse a gusto en el mundo al que
ayuda a dar forma. Intelectualmente, tal hombre ya ha hecho su elección, pero la
conversión requerida, si
ha de ser efectiva, aún lo elude. No
obstante, puede valerse de la nueva teoría, pero lo hará así como un extranjero
que se hallara
en un medio ajeno, como una alternativa de la que dispone tan sólo porque se
encuentran allí algunos
"indígenas" La labor del hombre es parasitaria de la de ellos, pues aquél carece
de la constelación de conjuntos mentales que
por medio de la
educación adquirirán los futuros miembros
de la comunidad. La experiencia de la conversión que yo he comparado a un cambio
de Gestalt permanece, por lo tanto, en el núcleo mismo del proceso revolucionario. Buenas
razones para la elección
ofrecen motivos para la conversión
y el clima en que más probablemente ocurrirá ésta. Además, la traducción puede
aportar puntos de entrada
para la reprogramación neural, que
por inescrutable que sea en este momento, debe hallarse subyacente en la
conversión. Pero
ni unas buenas razones ni la traducción constituyen la conversión y es este
proceso el que
312 POSDATA: 1969
tenemos que explicar para comprender una índole esencial de cambio científico.
6. Las
revoluciones y el relativismo
Una
consecuencia de la posición antes delineada ha molestado particularmente a varios de
mis críticos.18
Encuentran relativista mi perspectiva, particularmente como está desarrollada en
la última sección de
este libro. Mis observaciones sobre la traducción ponen en relieve las razones
de esta acusación. Los partidarios de
distintas teorías
son como los miembros de comunidades distintas de cultura-lenguaje. El reconocer el
paralelismo sugiere que
en algún sentido ambos grupos
pueden estar en lo cierto. Aplicada a la cultura y a su desarrollo, tal posición es
relativista.
Pero
aplicada a la ciencia puede no serlo, y en todo caso está muy lejos del mero relativismo en un respecto que mis críticos no han
visto. To mados
como grupo o en grupos, los practicantes de las ciencias desarrolladas son, como yo
he afirmado,
fundamentalmente, resolvedores de enigmas. Aunque los valores que a veces
despliegan, de
elección de teorías se derivan también de otros aspectos de su trabajo, la demostrada
capacidad para
plantear y para resolver enigmas dados por la naturaleza es, en caso de conflicto de
valores, la norma dominante
para la mayoría de los miembros
dé un grupo científico. Como cualquier otro valor, la capacidad de resolver enigmas
resulta equívoca en su aplicación. Los hombres que la comparten pueden diferir, no obstante, en
los juicios que hacen
basados en su utilización. Pero el
comportamiento de una comunidad que la hace
18 "Structure of Scientific Revolutions",
de
Shapere y Popper en Growth of Knowledge.
POSDATA: 1969 313
preeminente será muy distinto del de aquella comunidad que no lo haga. Creo yo que en las ciencias el alto valor atribuido a la capacidad de resolver enigmas tiene las consecuencias
siguientes; imagínese un árbol
evolutivo que represente el desarrollo de las modernas especialidades
científicas a partir de sus orígenes
comunes, digamos en la primitiva filosofía naturalista y en las técnicas.
Una línea que suba por ese árbol, sin volver
nunca atrás, desde el tronco hasta la punta de alguna rama, podría seguir una sucesión de teorías de ascendencia común. Considerando cualesquiera dos de tales teorías elegidas a partir
de puntos no demasiado cercanos a su origen, debe ser fácil establecer una lista de normas que puedan capacitar a un observador no comprometido a
distinguir las anteriores de la teoría más reciente, una y otra vez. Entre las más útiles se encontrarán la precisión en
la predicción, particularmente en la predicción cuantitativa; el
equilibrio entre temas esotéricos y
cotidianos, y el número de diferentes problemas resueltos. Menos útiles para este propósito, aunque considerables determinantes
de la vida científica, serían valores tales como simplicidad, dimensiones y compatibilidad con otras
especialidades. Tales listas aún no son las
requeridas, pero no tengo duda de que se las puede completar. De ser esto
posible, entonces el desarrollo
científico, como el biológico, constituye un proceso unidireccional e
irreversible. Las teorías científicas posteriores son mejores que las anteriores para resolver enigmas en los medios a menudo totalmente distintos a los que
se aplican. Tal no es una posición relativista, y muestra el sentido en el cual
sí soy un convencido creyente en el progreso
científico.
Sin embargo,
comparada esta posición con la idea de progreso que hoy prevalece tanto entre
314 POSDATA: 1969
los filósofos de la
ciencia como entre los profanos, la posición carece de un elemento esencial. A menudo se
considera que una teoría científica es mejor que sus predecesoras, no tan solo
en el sentido en que es un instrumento mejor para descubrir y resolver
enigmas, sino también porque, de
alguna manera, constituye una representación mejor
de lo que en realidad es la naturaleza. A menudo se oye decir que las teorías sucesivas crecen aproximándose cada vez más a la verdad. Generalizaciones aparentes como esa no sólo se refieren
a la solución de enigmas y a las predicciones
concretas derivadas de una teoría, sino, antes bien, a su ontología, es decir, a la unión de las entidades con que la teoría cubre la naturaleza y lo que "realmente está allí".
Quizás
haya alguna manera de salvar la idea de "verdad" para su aplicación a teorías completas, pero ésta no funcionará. Creo yo que no hay
un medio, independiente de teorías, para reconstruir frases como
"realmente está allí"; la idea de una unión de la ontología de
una teoría y su correspondiente
"verdadero" en la naturaleza me parece ahora, en principio,
una ilusión; además, como historiador, estoy
impresionado por lo improbable de tal opinión. Por ejemplo, no dudo de que la mecánica de Newton es una mejora sobre la de Aristóteles,
y que la de Einstein es una mejora
sobre la de Newton como instrumento
para resolver enigmas. Pero en su sucesión no puedo ver una dirección coherente de desarrollo
ontológico. Por el contrario,
en algunos aspectos importantes, aunque,
desde luego, no en todos, la teoría general de la relatividad, de Einstein, está más cerca de la de
Aristóteles que ninguna de las dos de la de Newton. Aunque resulta comprensible la tentación de tildar a tal posición
de relativista, a mí tal descripción me
resulta errónea.
POSDATA:
1969 315
Y, a la inversa, si tal posición es
relativismo no puedo
ver que el relativista pierda nada necesario para explicar la naturaleza y el
desarrollo de las
ciencias.19
7. La
naturaleza de la ciencia
Concluirá
con un breve análisis de dos reacciones recurrentes a mi texto original, la
primera crítica, la segunda favorable y, creo yo, ninguna de las dos correcta. Aunque ninguna de las
dos se relaciona con lo
que se ha dicho, ni entre sí. ambas
han prevalecido lo suficiente para exigir al menos alguna respuesta.
Unos
pocos lectores de mi texto original han notado que yo repetidas veces he pasado
del modo descriptivo al modo normativo, transición particularmente marcada en pasajes ocasionales
que empiezan con "pero eso no es lo
que hacen los
científicos", y que terminan afirmando que los científicos no deben hacerlo. Algunos
críticos afirman que yo he estado confundiendo la descripción con la prescripción, violando así
el antiguo y honorable
teorema filosófico según el cual "es"
no puede implicar "debe ser".20
Sin
embargo, tal teorema, en la práctica, ha pasado a no ser más que un marbete, y ya no
se le respeta en ninguna parte. Un buen número de filósofos contemporáneos han descubierto
importantes contextos en
que lo normativo y lo descriptivo quedan inextricablemente entrelazados.
"Es" y "debe ser" están lejos de hallarse siempre tan separados como parece. Pero no es
necesario recurrir a las
sutilezas de la actual filosofía
19 Para uno de los muchos ejemplos véase el
ensayo
de P. K. Feyerabend en Growth of Knowledge.
de P. K. Feyerabend en Growth of Knowledge.
20 Must
We Mean What
We Say? de Stanley
Cavell
(Nueva York, 1969), cap. I.
(Nueva York, 1969), cap. I.
316 POSDATA: 1969
lingüística para desentrañar lo que ha
parecido confuso en este
aspecto de mi posición. Las páginas
anteriores presentan un punto de vista o una teoría acerca de la naturaleza de
la ciencia y,
como otras filosofías de la ciencia, la teoría tiene consecuencias para el modo en que
deben proceder los
científicos si quieren que su empresa
triunfe. Aunque no tiene que ser correcta, como ninguna otra teoría, sí aporta una
base legítima para
reiterados "debe ser" y "tiene que ser". A la inversa, un conjunto de
razones para tomar
en serio la teoría es que los científicos, cuyos métodos han sido desarrollados y
seleccionados de acuerdo con
su éxito, en realidad sí se comportan
como la teoría dice que deben hacerlo. Mis generalizaciones descriptivas son
prueba de la
teoría precisamente, porque también pueden haberse derivado de ella, en tanto que,
según otras opiniones de
la naturaleza de la ciencia, constituyen
un comportamiento anómalo.
Creo
yo que la circularidad de tal argumento no lo hace vicioso. Las consecuencias del
punto de vista que
estamos examinando no quedan agotadas
por las observaciones en las que se basó al principio. Desde antes de que el libro
fuera publicado por primera
vez, algunas partes de la teoría
que presenta, habían sido para mí una herramienta de gran utilidad para la exploración
del comportamiento y el desarrollo científico. La comparación de esta posdata con las páginas
del texto original acaso
indique que ha seguido desempeñando
tal papel. Ningún punto de vista meramente
singular puede ofrecer tal guía.
A una
última reacción a este libro, mi respuesta tiene que ser de índole distinta. Muchos
de quienes han encontrado un placer en él lo
han encontrado no tanto
porque ilumine la ciencia cuanto
porque han considerado sus principales
POSDATA: 1969 317
tesis
aplicables también a muchos otros campos. Veo lo que quieren decir, y no desearía
desalentar sus esfuerzos
de extender la posición; pero, no obstante,
su reacción me ha intrigado. En el grado en que mi libro retrata el desarrollo
científico como una
sucesión de periodos establecidos por al tradición, puntuados por interrupciones no acumulativas, sus tesis
indudablemente son
de extensa aplicabilidad. Pero así tenían que serlo, porque son tomadas de
otros campos. Los historiadores de la literatura, de la música, de las artes, del desarrollo político y de muchas
otras actividades humanas
han descrito de la misma manera
sus temas. La periodizacipn de acuerdo con interrupciones revolucionarias de
estilo, gusto y
estructura institucional, ha estado siempre entre sus útiles normales. Si yo he sido
original con respecto a
conceptos como éstos, ello ha sido, principalmente, por aplicarlos a las
ciencias, campo
que por lo general, se había supuesto que se desarrollaba de manera distinta. Es
concebible que
la noción de un paradigma como una realización concreta, un ejemplar, sea una segunda
contribución. Por ejemplo, yo sospechaba que algunas de las notorias
dificultades que rodean a la noción de estilo en las artes plásticas podrán desvanecerse si puede verse que las pinturas
están modeladas unas a
partir de otras, y no producidas
de conformidad con algunos abstractos cánones de estilo.21
Sin
embargo, también pretende este libro establecer otra clase de argumento, que ha
resultado menos
claramente visible para muchos de mis lectores. Aunque el desarrollo científico
puede
21
Para este punto así como para un análisis más amplio de lo que es especial en las ciencias,
ver: "Comment
[on the
Relations of Science and Art]", de T. S. Kuhn, en Comparative Studies in Philosophy and History. XI (1969), pp. 403-12.
318 POSDATA: 1969
parecerse al de otros campos más de lo que
a menudo se ha supuesto, también es
notablemente distinto.
Por ejemplo, decir que la ciencia, al menos después de cierto punto de su
desarrollo, progresa
de una manera en que no lo hacen otros
campos, puede ser completamente erróneo, cualquiera que sea tal progreso. Uno de los
objetos del libro fue examinar tales diferencias y empezar a explicarlas.
Considérese, por ejemplo, el reiterado hincapié anterior en la ausencia o, como
diría yo ahora, en la relativa escasez de
escuelas en competencia en la
ciencia del desarrollo. O recuérdense
mis observaciones acerca del grado en
que los miembros de una comunidad científica dada constituyen el único público y son los
únicos jueces del
trabajo de la comunidad. O piénsese,
asimismo, en la naturaleza especial de la educación científica, en la solución de
enigmas como objetivo y en
el sistema de valores que el grupo
de científicos muestra en los periodos de crisis y decisión. El libro aisla otros
rasgos de la misma
índole, no necesariamente exclusivos de la ciencia pero que, en conjunción, sí
colocan aparte tal
actividad.
Acerca
de todos estos rasgos de la ciencia hay mucho más por aprender. Habiendo iniciado
esta posdata subrayando
la necesidad de estudiar la estructura
comunitaria de la ciencia, la terminaré subrayando la necesidad de un estudio
similar y, sobre todo, comparativo de las correspondientes comunidades en otros ámbitos. ¿Cómo se
elige y cómo se es elegido
para miembro de una comunidad
particular, sea científica o no? ¿Cuál es el proceso y cuáles son las etapas de la
socialización del
grupo? ¿Qué ve el grupo, colectivamente, como sus metas? ¿Qué desviaciones,
individuales o
colectivas, tolerará, y cómo controla la aberración impermisible? una mayor comprensión de
POSDATA: 1969 319
la ciencia dependerá de las respuestas a otras clases de preguntas, así
como a éstas, pero no hay campo en que se
necesite con más urgencia un trabajo ulterior. El conocimiento científico, como
el idioma, es, intrínsecamente, la propiedad común de un grupo, o no es
nada en absoluto. Para comprender esto
necesitaremos conocer las características
especiales de los grupos que lo crean y
que se valen de él.
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