VI.
LA ANOMALÍA Y LA EMERGENCIA DE LOS DESCUBRIMIENTOS
CIENTÍFICOS
la ciencia normal, la actividad para la resolución de enigmas que acabamos de examinar, es una empresa altamente acumulativa que ha tenido un
éxito eminente en su objetivo,
la extensión continua del alcance y la precisión de los conocimientos científicos. En todos esos aspectos, se
ajusta con gran precisión a la
imagen más usual del trabajo
científico. Sin embargo, falta un producto ordinario de la empresa científica. La ciencia normal no tiende hacia novedades fácticas o teóricas y, cuando tiene éxito, no descubre
ninguna. Sin embargo, la investigación científica descubre repetidamente fenómenos nuevos e inesperados y los científicos han inventado, de manera
continua, teorías radicalmente
nuevas. La historia sugiere
incluso que la empresa científica ha desarrollado una técnica cuyo poder es único para
producir sorpresas de este tipo. Para reconciliar esta característica de la ciencia con todo lo que hemos dicho ya, la investigación bajo un paradigma debe ser particularmente efectiva, como
método, para producir cambios de dicho paradigma. Esto es lo que hacen las novedades fundamentales fácticas y teóricas. Producidas de manera inadvertida por un juego llevado a cabo
bajo un conjunto de reglas, su asimilación requiere la elaboración de otro
conjunto. Después de convertirse en partes de la ciencia, la empresa, al menos
la de los especialistas en cuyo
campo particular caen las novedades, no
vuelve a ser nunca la misma.
Debemos preguntarnos ahora cómo tienen lugar los cambios de este tipo, tomando en
considera-
92
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS 93
ción, primero, los descubrimientos o novedades
fácticas, y luego los inventos o
novedades teóricas. Sin embargo, muy
pronto veremos que esta distinción
entre descubrimiento e invento o entre facto y teoría resulta excesivamente
artificial. Su artificialidad es un
indicio importante para varias
de las tesis principales de este ensayo. Al examinar en el resto de esta sección descubrimientos
seleccionados, descubriremos rápidamente que no son sucesos aislados, sino episodios extensos, con una estructura que reaparece regularmente. El descubrimiento comienza con la percepción de
la anomalía; o sea, con el
reconocimiento de que en
cierto modo la naturaleza ha violado las expectativas, inducidas por el
paradigma, que rigen a la
ciencia normal. A continuación, se produce una exploración más o menos
prolongada de la zona de la anomalía. Y
sólo concluye cuando la
teoría del paradigma ha sido ajustada de tal modo que lo anormal se haya convertido en lo esperado. La asimilación de un hecho de tipo nuevo exige un ajuste más que aditivo de la
teoría y en tanto no se ha llevado
a cabo ese ajuste —hasta que la ciencia
aprende a ver a la naturaleza
de una manera diferente—, el nuevo hecho no es completamente científico.
Para ver cuán estrechamente entrelazadas se encuentran las novedades fácticas y las teóricas
en un descubrimiento científico, examinemos un ejemplo particularmente famoso: el descubrimiento del oxígeno. Al menos tres hombres
diferentes tienen la pretensión
legítima de atribuírselo y varios
otros químicos, durante los primeros años de la década de 1770, deben haber tenido aire
enriquecido en un recipiente de laboratorio, sin saberlo.1 El progreso de la ciencia
normal, en este
1
Sobre la discusión del descubrimiento del oxígeno,
94 EMERGENCIA DE
DESCUBRIMIENTOS
caso de la química neumática, preparó el
camino para un avance
sensacional, de manera muy completa.
El primero de los que se atribuyen el descubrimiento, que preparó una muestra relativamente pura del gas, fue el farmacéutico sueco
C. W. Secheele. Sin embargo,
podemos pasar por alto su trabajo, debido a
que no fue publicado sino
hasta que el descubrimiento del oxígeno había sido ya anunciado repetidamente en otras partes y, por consiguiente, no tuvo efecto en
el patrón histórico que más nos
interesa en este caso.2 El
segundo en el tiempo que se atribuyó el descubrimiento, fue el científico y clérigo británico
Joseph Priestley, quien recogió el gas liberado por óxido rojo de mercurio calentado, como un concepto en una investigación normal prolongada de los "aires" liberados por un
gran número de substancias sólidas.
En 1774, identificó el gas así
producido como óxido nitroso y, en 1775, con la ayuda de otros experimentos,
como aire común con una cantidad menor
que la usual de flogisto. El
tercer descubridor, Lavoisier, inició el trabajo que lo condujo hasta el oxígeno después de los experimentos de Priestley de 1774 y
posiblemente como resultado de una
indicación de Priestley. A comienzos
de 1775, Lavoisier señaló que el gas
que todavía es clásica, véase: The Eighteenth-Century Revolution
in Science. The First Phase, de
A. N. Meldrum (Calcuta, 1930), cap. v.
Una revisión reciente, indispensable,
que incluye un informe de la controversia sobre la prioridad, es: Lavoisier,
théoricien et expérimentateur, de
Maurice Daumas (París, 1955), caps. II-III. Para obtener un informe más completo y bibliografía,
véase también "The
Historical Structure of Scientific Discovery", de T. S. Kuhn, Science,
CXXXVI (1° de junio de 1962), 760-64.
2 No obstante, véase: "A
Lost Letter from Secheele to Lavoisier",
de Uno Bocklund, Lychnos, 1957-58,
pp. 39-62 para estudiar una
evaluación diferente del papel desempeñado por Scheele.
EMERGENCIA DE
DESCUBRIMIENTOS 95
obtenido mediante el calentamiento del óxido
rojo de mercurio era "el aire
mismo, entero, sin alteración [excepto que]... sale más puro, más res-pirable".3 Hacia 1777,
probablemente con la ayuda de
una segunda indicación de Priestley, Lavoisier llegó a la conclusión de que el gas constituía una
especie bien definida, que era uno de los dos principales componentes de la atmósfera, conclusión que Priestley no fue capaz de aceptar nunca.
Este patrón de descubrimiento plantea una pregunta que puede hacerse con respecto a todos y cada uno de los nuevos
fenómenos que han llegado alguna vez a
conocimiento de los científicos. ¿Fue
Priestley o Lavoisier, si fue uno de ellos, el primero que descubrió el oxígeno? En cualquier caso, ¿cuándo fue descubierto el oxígeno? La pregunta podría hacerse en esta forma, incluso si no
hubiera existido nunca más que un solo científico que se atribuyera el descubrimiento. Como regla
sobre la prioridad y la fecha, no nos interesa en absoluto la respuesta. No obstante, un intento para
encontrar una, serviría para esclarecer la naturaleza
del descubrimiento, debido a que no existe
ninguna respuesta del tipo buscado. El descubrimiento no es el tipo de proceso sobre el que se hace la
pregunta de manera apropiada. El hecho de que se plantee —la prioridad por el
oxígeno ha sido cuestionada repetidamente
desde los años de la década de 1780— es un síntoma de algo desviado en la imagen de una ciencia, que concede al descubrimiento un papel tan fundamental. Veamos una vez más nuestro ejemplo. La pretensión de Priestley de que había descubierto
3 B. Conant, The
Overthrow of the Phlogiston Theory: The Chemical Revolution of 1775-1789 ("Harvard Case Histories in
Experimental Science", Caso 2; Cambridge,
Mass., 1950), p. 23. Este folleto, muy útil, reproduce muchos
de los documentos importantes.
96 EMERGENCIA DE
DESCUBRIMIENTOS
el oxígeno, se basaba en su prioridad en el
aislamiento de un gas que fue
más tarde reconocido como
un elemento definido. Pero la muestra de Priestley no era pura y, si el tener
en las manos oxígeno impuro es
descubrirlo, lo habrían hecho todos
los que embotellaron aire atmosférico. Además, si el descubridor fue
Priestley, ¿cuándo tuvo lugar
el descubrimiento? En 1774 pensó que había obtenido óxido nitroso, una especie que conocía ya;
en 1775 vio el gas como aire deflogistizado, que todavía no es oxígeno o que
incluso es, para los químicos flogísticos,
un tipo de gas absolutamente
inesperado. La pretensión de Lavoisier puede ser más contundente; pero presenta los mismos problemas. Si rehusamos la palma a Priestley, no podemos tampoco concedérsela a
Lavoisier por el trabajo de 1775
que lo condujo a identificar el gas como "el aire mismo, entero". Podemos esperar al trabajo de 1776 y 1777, que
condujo a Lavoisier a ver no
sólo el gas sino también qué era. Sin embargo, aun esta concesión podría discutirse, pues en 1777 y hasta
el final de su vida Lavoisier
insistió en que el oxígeno
era un "principio de acidez" atómico y que el gas oxígeno se formaba sólo cuando ese "principio"
se unía con calórico, la materia del calor.4 Por consiguiente, ¿podemos decir que el
oxígeno no había sido descubierto
todavía en 1777? Algunos
pueden sentirse tentados a hacerlo. Pero el principio de acidez no fue eliminado de la química hasta después de 1810 y el calórico hasta
los años de la década de 1860. El oxígeno se había convertido en una sustancia química ordinaria antes de cualquiera de esas fechas.
Está claro que necesitamos conceptos y un nuevo vocabulario para analizar sucesos tales como
4 H. Metzger, La
philosophie de la matière chez Lavoisier (París, 1935); y Daumas, op. cit., cap. VII.
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS 97
el descubrimiento del oxígeno. Aunque sea indudablemente
correcta, la frase "El oxígeno fue descubierto", induce a error, debido a que sugiere
que el descubrir algo es un
acto único y simple, asimilable
a nuestro concepto habitual de la visión
(y tan discutible como él). Por eso suponemos
con tanta facilidad que el descubrir, como el ver o el tocar, debe ser atribuible de manera inequívoca a un
individuo y a un momento dado en el tiempo.
Pero la última atribución es siempre
imposible y la primera lo es con frecuencia. Ignorando a Scheele, podemos decir con seguridad que el oxígeno no fue descubierto antes de 1774 y podríamos decir también, probablemente, que fue descubierto aproximadamente en 1777 o muy poco tiempo después de esta fecha. Pero dentro de estos límites o de otros similares,
cualquier intento para ponerle fecha al descubrimiento debe ser, de manera inevitable, arbitrario, ya que el descubrimiento de un tipo nuevo de fenómeno
es necesariamente un suceso complejo, que involucra el reconocimiento, tanto de que algo existe como de qué es.
Nótese, por ejemplo, que si el
oxígeno fuera para nosotros aire deflogisti-zado insistiríamos sin vacilaciones en que Priestley lo descubrió, aun cuando de todos modos no sabríamos exactamente cuándo. Pero si tanto la observación y la conceptualización, como el hecho y la asimilación a la teoría, están enlazadas inseparablemente en un descubrimiento, éste, entonces, es un proceso y debe tomar tiempo. Sólo cuando
todas las categorías conceptuales pertinentes
están preparadas de antemano, en cuyo caso
el fenómeno no será de un tipo nuevo, podrá descubrirse sin esfuerzo qué existe y qué es, al mismo tiempo y
en un instante.
Concedamos ahora que el descubrimiento involucra un proceso extenso, aunque no necesaria-
98 EMERGENCIA
DE DESCUBRIMIENTOS
mente prolongado, de asimilación conceptual.
¿Podríamos decir también que
incluye un cambio en el
paradigma? A esta pregunta no podemos darle todavía una respuesta general; pero, al menos en este caso preciso, la respuesta deberá ser
afirmativa. Lo que anunció
Lavoisier en sus escritos, a partir
de 1777, no fue tanto el descubrimiento del oxígeno, como la teoría de la combustión del oxígeno.
Esta teoría fue la piedra angular para una reformulación tan amplia de la química que, habitualmente, se la conoce como la revolución
química. En realidad, si el
descubrimiento del oxígeno no hubiera sido una parte íntimamente relacionada con el surgimiento de un nuevo paradigma para la química, la cuestión de la prioridad, de la que partimos, no hubiera parecido
nunca tan importante. En este
caso como en otros, el
valor atribuido a un nuevo fenómeno y, por consiguiente, a su descubridor, varía de acuerdo con nuestro cálculo de la amplitud con la que dicho fenómeno rompía las previsiones inducidas
por el paradigma. Sin embargo, puesto que será importante más adelante, nótese que el
descubrimiento del oxígeno no fue
por sí mismo la causa del cambio en la teoría química. Mucho antes de que
desempeñara un papel en el descubrimiento del nuevo gas, Lavoisier estaba
convencido, tanto de que había algo que
no encajaba en la teoría del flogisto como de que los cuerpos en combustión absorbían alguna parte de la atmósfera.
Eso lo había registrado ya en una
nota sellada que depositó en la Secretaría de la Academia Francesa,
en 1772.5 Lo que logró el
trabajo con el oxígeno fue dar forma y
estructura adicionales
5 El informe más serio sobre el origen del
descontento de Lavoisier es el de
Henry Guerlac, Lavoisier. The
Crucial Year: The Background and Origin of His First Experi-ments
on Combustión in 1772 (Ithaca,
N. Y., 1961).
EMERGENCIA DE
DESCUBRIMIENTOS 99
al primer sentimiento de Lavoisier de que algo
faltaba. Le comunicó algo que ya
estaba preparado para descubrir: la
naturaleza de la sustancia que la combustión sustrae de la atmósfera. Esta comprensión previa de las dificultades
debe ser una parte importante de lo
que permitió ver a Lavoisier en
experimentos tales como los de Priestley,
un gas que éste había sido incapaz de
ver por sí mismo. Recíprocamente, el hecho de que fuera necesaria la revisión de un paradigma
importante para ver lo que vio Lavoisier debe ser la razón principal por la cual Priestley, hacia el final de su larga vida, no fue capaz de verlo.
Dos otros ejemplos mucho más breves reforzarán mucho lo que acabamos de decir y, al mismo tiempo, nos conducirán de la elucidación de la naturaleza de los descubrimientos hacia la
comprensión de las circunstancias
en las que surgen en la ciencia. En un
esfuerzo por representar los modos
principales en que pueden surgir los descubrimientos, escogimos estos ejemplos de tal modo que sean diferentes tanto uno del otro
como ambos respecto del
descubrimiento del oxígeno. El primero, el de los rayos X, es un caso clásico de descubrimiento por medio de un accidente, un tipo de descubrimiento que tiene lugar con mayor frecuencia de lo que nos permiten comprender las normas impersonales de la información
científica. Su historia comienza el día en que el físico Roentgen interrumpió
una investigación normal sobre los rayos
catódicos debido a que había
notado qué una pantalla de platino-cianu-ro de bario, a cierta distancia de su aparato protegido, resplandecía cuando se estaba
produciendo la descarga. Investigaciones
posteriores —requirieron
siete agitadas semanas durante las que Roentgen raramente salió de su laboratorio— indicaron que la causa del resplandor procedía
100
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS
en línea recta del tubo de rayos catódicos, que
las sombras emitidas por la
radiación no podían ser
desviadas por medio de un imán y muchas otras cosas. Antes de anunciar su descubrimiento, Roentgen se convenció de que su efecto no se debía a los rayos catódicos sino a un agente
que, por lo menos, tenía cierta
similitud con la luz.6
Incluso un tan breve resumen revela semejanzas sorprendentes con el descubrimiento del oxígeno : antes de experimentar con el óxido rojo de mercurio, Lavoisier había realizado experimentos que no produjeron los resultados previstos según el paradigma flogista; el descubrimiento de Roentgen
se inició con el reconocimiento de que su
pantalla brillaba cuando no debería hacerlo. En ambos casos, la percepción de la anomalía —o sea, un fenómeno para el que el investigador no estaba preparado por su paradigma— desempeñó un papel esencial en la preparación del camino para la percepción de la novedad. Pero, también en estos dos casos, la percepción de que
algo andaba mal fue sólo el preludio del descubrimiento. Ni el oxígeno ni los rayos X
surgieron sin un proceso ulterior de experimentación y
asimilación. Por ejemplo, ¿en qué
momento de la investigación de Roentgen pudiéramos decir que los rayos X fueron realmente descubiertos? En todo caso, no fue al principio, cuando todo lo
que el investigador había notado
era una pantalla que resplandecía.
Por lo menos otro investigador
había visto ya ese resplandor y, con la pena consiguiente, no había logrado descubrir nada.7
6 L. W. Taylor, Physics,
the Pioneer Science (Boston,
1941), pp. 790-94; y T. W. Chalmers, Historic Researches (Londres, 1949), pp. 218-19.
7 E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether and
Electricity, I (2a ed.; Londres, 1951),
358, nota 1. Sir George Thompson me ha informado de otra
segunda apro-
EMERGENCIA
DE DESCUBRIMIENTOS 101
Podemos ver casi con la misma claridad que no podernos desplazar el momento del descubrimiento a un punto determinado durante la última semana de investigación, ya que en ese tiempo, Roentgen estaba explorando las propiedades de la nueva radiación que ya había descubierto. Sólo podemos decir que los rayos X surgieron en Würz-burg entre el 8
de noviembre y el 28 de diciembre de
1895.
Sin embargo, en una tercera
zona, la existencia de paralelismos
importantes entre los descubrimientos
del oxígeno y de los rayos X es mucho menos
evidente. A diferencia del descubrimiento del oxígeno, el de los rayos X no estuvo implicado, al menos durante una década posterior al
suceso, en ningún trastorno evidente de la teoría científica. Entonces, ¿en qué sentido puede decirse
que la asimilación de ese descubrimiento haya hecho necesario un cambio del
paradigma? Los argumentos para negar un
cambio semejante son muy
poderosos. Desde luego, los paradigmas aceptados por Roentgen y sus contemporáneos no hubieran podido utilizarse para predecir los rayos X. (La teoría electromagnética de Maxwell no había sido aceptada todavía en todas partes y la teoría particular de los rayos catódicos era
sólo una de varias especulaciones
corrientes). Pero tampoco prohibían
esos paradigmas, al menos en un
sentido obvio, la existencia de los rayos X, del modo como la teoría del flogisto había prohibido la interpretación dada por Lavoisier al
gas de Priestley. Por el contrario,
en 1895 la teoría científica aceptada y la
práctica admitían una serie de
formas de radiación —visible, infrarroja y ultravioleta. ¿Por qué no habrían podido ser
ximación. Advertido por placas fotográficas
inexplicablemente veladas, Sir William Crookes estaba también en el camino del descubrimiento.
102
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS
aceptados los rayos X como una forma más de una categoría bien conocida de fenómenos naturales?
¿Por qué no fueron recibidos de la misma forma que, por ejemplo, el
descubrimiento de un elemento químico
adicional? En la época de Roentgen, se
estaban buscando y encontrando todavía nuevos
elementos para llenar los vacíos de la tabla
periódica. Su búsqueda era un proyecto ordinario
de la ciencia normal y el éxito sólo era motivo de felicitaciones, no de sorpresa.
Sin embargo, los rayos X fueron recibidos no sólo con sorpresa sino con conmoción. Al principio, Lord Kelvin los declaró una burla muy
elaborada.8 Otros,
aunque no podían poner en duda la
evidencia, fueron sacudidos por el descubrimiento. Aunque la teoría establecida no prohibía la existencia de los rayos X,
éstos violaban expectativas profundamente arraigadas. Esas expectativas, creo yo, se encontraban implícitas en el
diseño y la interpretación de
los procedimientos de
laboratorio establecidos. Hacia 1890, el equipo de rayos catódicos era empleado ampliamente en
numerosos laboratorios europeos. Si el aparato de Roentgen produjo rayos X,
entonces otros numerosos experimentadores debieron estar produciendo esos mismos rayos, durante cierto tiempo,
sin saberlo. Quizá esos rayos, que pudieran tener también otras fuentes
desconocidas, estaban implícitos en un comportamiento previamente explicado sin referencia a ellos. Por lo menos,
varios tipos de aparatos que
durante mucho tiempo fueron
familiares, en el futuro tendrían que ser protegidos con plomo. Los trabajos previamente concluidos sobre proyectos normales tendrían
que hacerse nuevamente, debido a
que los científicos
8 Silvanus P. Thompson, The Life of Sir William Thomson
Baron Kelvin of Largs (Londres,
1910), II, 1125.
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS 103
anteriores no habían reconocido ni controlado
una variable importante. En
realidad, los rayos X abrieron
un nuevo campo y, en esa forma, contribuyeron
al caudal potencial de la ciencia normal. Pero, asimismo, y éste es ahora el punto más importante, cambiaron campos que ya existían. En el proceso, negaron a tipos de
instrumentación previamente
paradigmáticos el derecho a ese
título.
En resumen, de manera consciente o no, la decisión
de emplear determinado aparato y de usarlo de un modo particular, lleva consigo una suposición de que sólo se presentarán ciertos tipos de circunstancias. Hay expectativas
tanto instrumentales como
teóricas, y con frecuencia han
desempeñado un papel decisivo en el desarrollo científico. Una de esas expectativas es, por ejemplo, parte de la historia del tardío
descubrimiento del oxígeno.
Utilizando una prueba ordinaria
para "la bondad del aire", tanto Priestley como Lavoisier mezclaron dos volúmenes de su gas con un volumen de óxido nítrico,
sacudieron la mezcla sobre agua y
midieron el volumen del residuo
gaseoso. La experiencia previa de la que había surgido ese procedimiento ordinario les aseguró que, con aire atmosférico, el residuo
sería un volumen y que para
cualquier otro gas (o
para el aire contaminado) sería mayor. En los experimentos sobre el oxígeno, ambos descubrieron un residuo cercano a un volumen e identificaron el gas en consecuencia. Sólo mucho más tarde y, en parte, a causa de un accidente,
renunció Priestley al
procedimiento ordinario y trató de
mezclar óxido nítrico con su gas en otras proporciones. Descubrió entonces que con un volumen
cuádruple de óxido nítrico casi no quedaba residuo en absoluto. Su fidelidad al procedimiento original de la prueba —procedimiento sancio-
104 EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS
nado por muchos experimentos previos— había sido, simultáneamente, una aceptación de la no existencia de gases que pudieran comportarse como lo hizo el oxígeno.9
Podrían multiplicarse las ilustraciones de este
tipo haciendo referencia, por
ejemplo, a la identificación
tardía de la fisión del uranio. Una de las razones por las que esa reacción nuclear resultó tan difícil de reconocer fue la de que
los hombres que sabían qué podía
esperarse del bombardeo del uranio,
escogieron pruebas químicas
encaminadas principalmente al descubrimiento de elementos situados, en el extremo superior de la tabla periódica.10 ¿Debemos
llegar a la conclusión de que la ciencia debería abandonar las pruebas ordinarias y los instrumentos
normalizados, por la frecuencia
con que esos compromisos
9 Conant, op.
cit., pp. 18-20.
10 K. K. Darrow, "Nuclear
Fission", Bell
System Tech-nical
Journal, XIX (1940), 267-89. El
criptón, uno de los dos productos principales
de la fisión, no parece haber sido identificado por medios químicos sino
después de que se comprendió bien la
reacción. El bario, el otro producto, casi fue identificado químicamente en una
etapa final de la investigación
debido a que ese elemento tuvo que añadirse a la solución radiactiva para
precipitar el elemento pesado que
buscaban los químicos nucleares. El fracaso para separar ese bario añadido del producto radiactivo condujo,
finalmente, después de investigar repetidamente la reacción durante casi cinco años, al siguiente informe: "Como químicos, esta investigación debería
conducirnos... a cambiar todos los
nombres del esquema [de reacción] precedente y a escribir Ba, La, Ce en lugar
de Ra, Ac, Th. Pero, como 'químicos nucleares' con una relación estrecha con la física, no podemos decidirnos a ello, ya
que contradiría todas las
experiencias previas de la física nuclear. Puede ser que una serie de
accidentes extraños haga que nuestros
resultados no respondan a lo esperado" (Otto Hahn y Fritz Strassman, "Über den Nachweis
und das Verhalten der bei der
Bestrahlung des Urans mittels Neu-tronen entstehended Erdalkalimetalle", Die Naturwissen-schalten, XXVII (1939),
15).
EMERGENCIA DE
DESCUBRIMIENTOS 105
instrumentales resultan engañosos? Esto daría como resultado un método inconcebible de investigación. Los procedimientos y las
aplicaciones paradigmáticas son tan
necesarios a la ciencia como
las leyes y las teorías paradigmáticas y tienen los mismos efectos.
Inevitablemente, restringen el campo
fenomenológico accesible a la investigación
científica en cualquier momento dado. Al
reconocer esto, podemos ver simultáneamente un sentido esencial en el que un
descubrimiento como el de los rayos X
hace necesario un cambio del paradigma —y, por consiguiente, un cambio tanto de los procedimientos como de las expectativas— para una fracción especial de la
comunidad científica. Como resultado, de ello, podemos comprender también cómo el descubrimiento
de los rayos X pudo
parecer que abría un mundo
nuevo y extraño a muchos científicos y por tanto pudo participar de manera tan efectiva en la crisis que condujo a la física del siglo XX.
Nuestro último ejemplo de descubrimientos científicos, el de la botella de Leyden,
pertenece a una clase que pudiera describirse como inducida por la teoría. Inicialmente, ese término
puede parecer paradójico. Gran
parte de lo que hemos dicho hasta ahora
sugiere que los descubrimientos
predichos por la teoría son partes de la ciencia normal y no dan como resultado
ningún tipo nuevo de hecho. Por ejemplo, me he referido previamente a los descubrimientos de nuevos
elementos químicos durante la segunda mitad del siglo XIX como procedentes de
la ciencia normal, en esa
forma. Pero no todas las teorías
pertenecen a paradigmas. Tanto durante los periodos anteriores a los paradigmas como durante las crisis que conducen a cambios en gran escala en los paradigmas, los científicos
106
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS
acostumbran desarrollar muchas teorías especulativas
e inarticuladas, que pudieran señalar el camino hacia los descubrimientos. Sin
embargo, con frecuencia el
descubrimiento que se produce, no corresponde absolutamente al anticipado por las hipótesis especulativas y de tanteo.
Sólo cuando el experimento y la
teoría de tanteo se articulan
de tal modo que coincidan, surge el descubrimiento
y la teoría se convierte en paradigma.
El descubrimiento de la botella de Leyden muestra todas esas características, así como
también las que hemos visto antes.
Cuando se inició, no había un
paradigma único para la investigación
eléctrica. En lugar de ello, competían una serie de teorías, todas ellas derivadas de fenómenos relativamente accesibles. Ninguna de ellas lograba ordenar muy bien toda la variedad de fenómenos eléctricos. Este fracaso es la
fuente de varias de las
anomalías que proporcionaron
la base para el descubrimiento de la botella de Leyden. Una de las escuelas competidoras de electricistas consideró a la electricidad un
fluido y ese concepto condujo a
una serie de científicos a intentar
embotellar dicho fluido, sosteniendo
en las manos una redoma de cristal llena de agua y tocando ésta con un
conductor suspendido de un generador
electrostático activo. Al
retirar la redoma de la máquina y tocar el agua (o un conductor conectado a ella) con la mano libre, cada uno de esos investigadores
experimentaba un fuerte choque.
Sin embargo, esos primeros
experimentos no proporcionaron a esos
investigadores la botella de Leyden. Este instrumento surgió más lentamente y, también en este caso, es imposible decir cuándo se completó el descubrimiento. Los primeros intentos de almacenar fluido eléctrico tuvieron buenos
re-
EMERGENCIA
DE DESCUBRIMIENTOS 107
sultados sólo debido a que los investigadores sostenían
la redoma en las manos mientras permanecían
en pie en el suelo. Los electricistas tenían que aprender todavía que la redoma necesitaba una capa conductora tanto interior como
exterior y que el fluido no se
almacena realmente en la
redoma. El artefacto que llamamos botella de Leyden surgió en algún momento, en el curso de las investigaciones que demostraron a los
electricistas lo anterior y que
les hicieron descubrir
varios otros efectos anómalos. Además, los experimentos que condujeron a su descubrimiento, muchos de ellos llevados a cabo por
Franklin, fueron también los que
hicieron necesaria la revisión
drástica de la teoría del fluido y, de ese modo, proporcionaron el primer paradigma completo para la electricidad.11
Hasta un punto mayor o menor (correspondiendo a la continuidad que va de resultados imprevistos
al resultado previsto), las características comunes a los tres ejemplos antes citados, son también comunes a todos los descubrimientos de los que surgen nuevos tipos de fenómenos. Esas características incluyen: la percepción
previa de la anomalía, la aparición
gradual y simultánea del reconocimiento
tanto conceptual como de
observación y el cambio consiguiente de las categorías y los procedimientos del
paradigma, acompañados a menudo por
resistencia. Hay incluso
pruebas de que esas mismas características están incluidas en la naturaleza del proceso mismo de percepción. En un experimento psicoló-
11 Para ver varias etapas de la evolución de
la botella de Leyden, véase: Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative
Newtonian Experimental Science and Franklin's Work in Electricity as an Example Thereof, de I. B. Cohen
(Filadelfia, 1956, pp. 385-86, 400-406, 452-67, 506-7). La última etapa es descrita por
Whittaker, op. cit., pp. 50-52.
108
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS
gico, que merece ser conocido mucho mejor fuera
de la profesión, Bruner y
Postman pidieron a sujetos
experimentales que identificaran, en exposiciones breves y controladas, una serie de cartas de la baraja. Muchas de las cartas eran
normales, pero algunas habían sido
hechas anómalas; por ejemplo: un seis de
espadas rojo y un cuatro de
corazones negro. Cada etapa experimental estaba constituida por la muestra de una carta única a un sujeto único, en una serie gradualmente aumentada de exposiciones. Después de cada exposición, se le preguntaba al sujeto qué
había visto y se concluía el
ciclo con dos identificaciones sucesivas correctas.12
Incluso en las exposiciones más
breves, muchos sujetos
identificaron la mayoría de las cartas
y, después de un pequeño aumento, todos los sujetos las identificaron todas. Para las
cartas normales, esas
identificaciones eran habitualmen-te
correctas; pero las cartas anormales fueron identificadas casi siempre, sin asombro o vacilación aparentes, como normales. El cuatro negro de corazones, por ejemplo, podía ser
identificado como un cuatro, ya sea
de picas o de corazones. Sin ninguna sensación del trastorno, se lo ajustaba inmediatamente a una de las categorías
conceptuales preparadas por las
experiencias previas. Ni
siquiera podría decirse que los sujetos habían visto algo diferente de lo que identificaron. Con un mayor aumento del tiempo de exposición de las cartas anómalas, ciertos sujetos
comenzaron a dudar y a dar muestras de que se daban cuenta de la existencia de una anomalía. Por
ejemplo, antes el seis de picas
rojo, algunos dirían: Es el seis
de picas; pero tiene algo extraño, lo negro
12 J. S. Bruner y Leo Postman, "On the
Perception of Incongruity: A
Paradigm", Journal of Personality,
XVIII (1949), 206-23.
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS 109
tiene un reborde rojo. Un aumento posterior de la exposición daba como resultado más dudas y confusión, hasta que, finalmente, y a veces de
manera muy repentina, la mayoría
de los sujetos llevaban a cabo la
identificación correcta sin vacilaciones.
Además, después de hacerlo así con dos
o tres de las cartas anómalas, no tenían ya grandes dificultades con las siguientes. Sin embargo, unos cuantos sujetos no fueron capaces
en ningún momento de llevar a cabo
el ajuste necesario de sus categorías.
Incluso a cuarenta veces la
exposición media necesaria para reconocer las cartas normales con exactitud, más del 10 por ciento de las cartas anómalas no fueron
identificadas correctamente. Y
los sujetos que fallaron en
esas condiciones mostraron, con frecuencia, un gran desaliento personal. Uno de ellos exclamó: "No puedo hacer la distinción, sea la que
fuere. Ni siquiera me pareció
ser una carta en esta ocasión;
no sé de qué color era ni si se trataba de una pica o de un corazón. Ya ni siquiera estoy seguro de cómo son las picas. ¡Dios
mío!"13 En la
sección siguiente, veremos a veces a científicos que también se comportan en esa forma. Ya sea como metáfora o porque refleja la naturaleza de la mente, este experimento
psicológico proporciona un esquema
maravillosamente simple y
convincente para el proceso del descubrimiento científico. En la ciencia, como en el experimento con las cartas de la baraja, la
novedad surge sólo dificultosamente, manifestada por la resistencia, contra el fondo que
proporciona lo esperado.
Inicialmente, sólo lo previsto y lo habitual
se experimenta, incluso en circunstancias
13 Idem, p. 218. Mi colega Postman me
dijo que, aunque conocía de antemano
todo sobre el aparato y la presentación,
se sintió, no obstante, muy incómodo al mirar las cartas anómalas.
110
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS
en las que más adelante podrá observarse la anomalía. Sin embargo, un mayor conocimiento da como resultado la percepción de algo raro o relaciona el efecto con algo que se haya salido antes de lo usual. Esta percepción de la anomalía
abre un periodo en que se ajustan las categorías conceptuales, hasta que lo que era
inicial-mente anómalo se haya convertido en lo previsto. En ese momento, se habrá completado el descubrimiento. He insistido ya en que ese proceso
u otro muy similar se encuentra
involucrado en el surgimiento de todas
las novedades científicas
fundamentales. Ahora señalaré cómo, reconociendo el proceso, podemos comenzar
por fin a comprender por qué la
ciencia normal, una actividad
no dirigida hacia las novedades y que al principio tiende a suprimirlas, puede, no obstante, ser tan efectiva para hacer que surjan.
En el desarrollo de cualquier ciencia,
habitual-mente se cree que el
primer paradigma aceptado explica
muy bien la mayor parte de las observaciones y experimentos a que pueden con facilidad tener acceso todos los que practican dicha
ciencia. Por consiguiente, un desarrollo ulterior exige, normalmente, la
construcción de un equipo complejo,
el desarrollo de un vocabulario esotérico y de habilidades, y un refinamiento de los conceptos que se parecen cada vez menos a sus prototipos usuales determinados por el sentido
común. Por una parte, esta
profesionalización conduce
a una inmensa limitación de la visión de los científicos y a una resistencia considerable al cambio del paradigma. La ciencia se hace así
cada vez más rígida. Por otra
parte, en los campos hacia los que el
paradigma dirige la atención del
grupo, la ciencia normal conduce a una información tan detallada y a una precisión tal en la coincidencia de la teoría y de la
observación
EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS 111
como no podrían lograrse de ninguna otra forma. Además, esa minuciosidad y esa precisión de la
coincidencia tienen un valor
que trasciende su interés intrínseco no
siempre muy elevado. Sin el
aparato especial que se construye principalmente para funciones previstas, los resultados que conducen eventualmente a la novedad no
podrían obtenerse. E incluso cuando existe el aparato, la novedad ordinariamente sólo es aparente para el hombre que, conociendo con precisión lo que puede esperar, está en condiciones de reconocer que algo anómalo ha tenido lugar. La anomalía sólo resalta contra el fondo proporcionado por el paradigma. Cuanto más preciso sea un paradigma y mayor sea su alcance, tanto
más sensible será como
indicador de la anomalía
y, por consiguiente, de una ocasión para el cambio del paradigma. En la forma normal del descubrimiento, incluso la resistencia al
cambio tiene una utilidad que
exploraremos más detalladamente en la sección siguiente. Asegurando que no será fácil derrumbar el paradigma, la resistencia garantiza que los científicos no serán distraídos con ligereza y que las anomalías que
conducen al cambio del paradigma
penetrarán hasta el fondo de los
conocimientos existentes. El hecho
mismo de que, tan a menudo, una novedad científica importante surja simultáneamente de varios laboratorios es un índice tanto de la
poderosa naturaleza tradicional de la ciencia normal como de lo completamente que esta actividad tradicional prepara el camino para su propio cambio.
VII.
LAS CRISIS Y LA EMERGENCIA DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS
todos los descubrimientos examinados en la Sección VI fueron causas de cambio de paradigmas o contribuyeron a él. Además, los cambios en
que estuvieron implicados esos
descubrimientos fueron tanto destructivos como constructivos. Después de que
el descubrimiento había sido asimilado,
los científicos se encontraban en condiciones de explicar una gama más amplia de fenómenos
naturales o de explicar con mayor precisión algunos de los previamente conocidos. Pero este avance se logró sólo descartando ciertas
creencias y procedimientos
previamente aceptados y, simultáneamente, reemplazando esos componentes del paradigma previo por otros. He insistido ya en
que los cambios de este tipo
están asociados a todos los descubrimientos logrados por la ciencia normal, exceptuando sólo los no
sorprendentes, previstos en todo,
con excepción de los detalles. Sin embargo, los descubrimientos no son las únicas fuentes de esos cambios, tanto
destructivos como constructivos, de los paradigmas. En esta sección
comenzaremos a estudiar los cambios similares,
pero generalmente mucho mayores, que son el
resultado de la formulación de nuevas teorías.
Habiendo visto ya que en las ciencias, hecho
y teoría, descubrimiento e invento, no son categórica y permanentemente diferentes, podemos esperar que haya coincidencias entre esta sección y la anterior. (La sugestión imposible de que Priestley fue el primero en descubrir el oxígeno y de que Lavoisier lo inventó más tarde, tiene sus atractivos. Ya hemos encontrado el oxígeno 112
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 113
como descubrimiento; pronto lo veremos como invento). Al ocuparnos del surgimiento de
nuevas teorías, es también
inevitable que ampliemos nuestra
comprensión de los descubrimientos. Sin embargo, coincidencia en ciertos puntos
no es lo mismo que identidad. Los
tipos de descubrimientos
estudiados en la sección anterior no fueron responsables, al menos por sí
solos, de los cambios de paradigmas que se produjeron en revoluciones tales
como la de Copérnico, la de New-ton,
la química y la de Einstein. Tampoco fueron responsables de los cambios de
paradigma algo menores (debido a que fueron más exclusivamente profesionales) producidos por la teoría
ondulatoria de la luz, la teoría
dinámica del calor o la
teoría electromagnética de Maxwell. ¿Cómo pueden surgir teorías como ésas de la ciencia
normal, una actividad todavía menos dirigida a ellas que a los descubrimientos?
Si la percepción de la anomalía
desempeña un papel en la aparición de
nuevos tipos de fenómenos, no deberá sorprender a nadie que una percepción similar, aunque más profunda, sea un requisito previo para todos los cambios
aceptables de teoría. Creo que en
este punto, las pruebas históricas son
absolutamente inequívocas.
El estado de la astronomía de Tolomeo era un escándalo, antes del anuncio de Copérnico.1 Las contribuciones de Galileo al estudio del movimiento dependieron estrechamente de las dificultades
descubiertas en la teoría aristotélica por los críticos escolásticos.2 La nueva
teoría de
1
A. R. Hall, The Scientific Revolution,
1500-1800 (Lon
dres, 1954), p. 16.
dres, 1954), p. 16.
2 Marshall Claget, The Science of Mechanices in the Middle Ages (Madison,
Wis., 1959), Partes II-III. A. Koyré muestra una serie de elementos medievales en el
pensa miento de Galileo, en sus Etudes
Galiléennes (París, 1939), sobre todo el
Vol- I.
114 CRISIS Y EMERGENCIA DE
TEORÍAS
Newton sobre la luz y el color tuvo su origen
en el descubrimiento de que
ninguna de las teorías existentes antes del paradigma explicaban la longitud
del espectro, y la teoría de las ondas, que reemplazó a la de Newton, surgió
del interés cada vez mayor por las
anomalías en la relación de los efectos
de difracción y polarización con la teoría de Newton.3 La termodinámica nació de la
colisión de dos teorías físicas existentes en el siglo
XIX, y la mecánica cuántica, de una
diversidad de dificultades que
rodeaban a la radiación de un cuerpo
negro, a calores específicos y al efecto fotoeléctrico.4 Además, en todos esos casos con excepción del de Newton, la percepción de la anomalía había durado tanto y había penetrado tan profundamente, que sería apropiado describir los campos afectados por ella como en estado de crisis creciente. Debido a que exige la destrucción de paradigmas en gran escala y cambios importantes en los problemas y las técnicas de la ciencia normal, el surgimiento de nuevas teorías es precedido generalmente por un periodo de inseguridad profesional profunda. Como podría esperarse, esta inseguridad es generada por el fracaso persistente de los enigmas de la ciencia normal para dar los resultados apetecidos. El fracaso de las reglas existentes es el
3 Sobre Newton, véase "Newton's Optical
Papers", en Isaac Newton's Papers and Letters in Natural Philosophy, de T. S. Kuhn, ed. I. B. Cohén (Cambridge, Mass., 1958), pp. 27-45. Para el preludio de la teoría de las ondas, véase: A History of the Theories of Aether and
Electricity, I, de E. T. Whittaker (2a ed.; Londres, 1951), 94-109; y History ai the Inductive Sciences, de W.
Whewell (ed. rev.; Londres,
1847), II, 396-466.
4 Sobre
la termodinámica, véase: Life of William
Thomson Baron Kelvin of Largs, de Silvanus P. Thompson (Londres, 1910). Sobre la teoría cuántica, véase: The Quantum Theory, de Fritz Reiche,
trad. H. S. Hatfield y H. L. Brose (Londres, 1922), caps. I-II.
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 115
que
sirve de preludio a la búsqueda de otras
nuevas.
Examinemos primeramente un caso particularmente famoso de cambio de paradigma, el surgimiento
de la astronomía de Copérnico. Cuando su predecesor, el sistema de Tolomeo, fue desarrollado durante los dos siglos anteriores a
Cristo y los dos primeros de
nuestra era, tuvo un éxito
admirable en la predicción de los cambios de posición tanto de los planetas como de las estrellas. Ningún otro sistema antiguo había
dado tan buenos resultados; con
respecto a las estrellas, la astronomía de Tolomeo es utilizada todavía en la actualidad, con bastante amplitud, como manual de aproximación de ingeniería; con
respecto a los planetas, las predicciones de Tolomeo eran tan buenas como las de Copérnico. Pero para una teoría científica, el tener un éxito
admirable no es lo mismo que tener
un éxito completo. Con respecto tanto a la posición planetaria como a la
precesión de los equinoccios, las predicciones hechas con el sistema de
Tolomeo nunca se conformaron por
completo a las mejores observaciones
disponibles. La posterior reducción de
esas pequeñas discrepancias constituyó, para un gran número de los sucesores de Tolomeo, muchos de los principales problemas de la investigación astronómica normal, del mismo modo como un intento similar para hacer coincidir
la observación del cielo con la
teoría de Newton, proporcionó en el siglo
XVIII problemas de investigación normal a los sucesores de Newton. Durante cierto tiempo, los astrónomos tenían
todas las razones para suponer que esos intentos tendrían tanto éxito como los
que habían conducido al
sistema de Tolomeo. Cuando se presentaba una discrepancia, los astrónomos siempre eran
capaces de eliminarla, mediante algún ajuste par-
116 CRISIS
Y EMERGENCIA DE TEORÍAS
ticular del sistema de Ptolomeo de los círculos
compuestos. Pero conforme pasó
el tiempo, un hombre que examinara el resultado neto del esfuerzo de investigación normal de muchos astrónomos podía observar que la complejidad de la
astronomía estaba aumentando de manera mucho más rápida que su exactitud y que
las discrepancias corregidas en un
punto tenían probabilidades de
presentarse en otro.6
Debido a que la tradición astronómica fue interrumpida repetidamente desde el exterior y a que, en ausencia de la imprenta, la
comunicación entre los astrónomos era
limitada, esas dificultades
sólo lentamente fueron reconocidas. Pero se produjo la percepción. Durante el
siglo XIII, Alfonso X pudo
proclamar que si Dios lo hubiera consultado al crear el Universo, hubiera
recibido un buen consejo. En el
siglo XVI, Domenico da Novara, colaborador de Copérnico, sostuvo que ningún
sistema tan complicado e inexacto como había llegado a ser el de Tolomeo, podía
existir realmente en la naturaleza.
Y el mismo Copérnico escribió en el
Prefacio al De Revolutionibus, que la tradición astronómica que había heredado
sólo había sido capaz de crear
un monstruo. A principios del siglo XVI,
un número cada vez mayor
de los mejores astrónomos europeos reconocía que el paradigma astronómico fallaba en sus aplicaciones a sus propios problemas tradicionales. Este reconocimiento fue el requisito previo para que Copérnico rechazara el paradigma de Tolomeo y se diera a la búsqueda de otro
nuevo. Su famoso prefacio es aún una de las descripciones clásicas de un estado de crisis.6
5 J. L. E. Dreyer, A
History af Astronomy from Thales to Kepler (2a
ed.; Nueva York, 1953), caps, XI-XII.
6 The Copernican Revolution, T.
S. Kuhn (Cambridge, Mass.,
1957), pp. 13543.
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 117
Por supuesto, el derrumbamiento de la actividad
técnica normal de resolución de enigmas no fue el único ingrediente de la crisis astronómica a la que se enfrentó Copérnico. Un estudio más amplio revelaría también la presión social en
pro de la reforma del calendario,
presión que volvió particularmente
apremiante al enigma de la precesión.
Además, una explicación más completa tomaría en consideración la crítica medieval a Aristóteles, el ascenso del neoplatonismo en
el Renacimiento, así como también
otros elementos históricos significativos. Pero el desbarajuste técnico
seguiría siendo todavía el centro de la crisis. En una ciencia madura —y la astronomía había llegado
a serlo ya en la Antigüedad—
los factores externos como los que
acabamos de mencionar tienen
una importancia particular en la determinación del momento del derrumbamiento, en la facilidad con que puede ser reconocido y en el campo donde, debido a que se le concede una atención particular, ocurre primeramente el
trastorno. Aunque inmensamente importantes, cuestiones de ese tipo se encuentran fuera de los límites de este ensayo.
Si todo esto está claro ya con respecto a la revolución de Copérnico, pasemos a un segundo ejemplo bastante diferente, la crisis que
precedió a la aparición de la
teoría de Lavoisier sobre la combustión
del oxígeno. En los años de la década de 1770, se
combinaron muchos factores para generar una
crisis en la química y los historiadores
no están completamente de acuerdo ya sea respecto a su naturaleza o a su importancia relativa. Pero se acepta generalmente que dos de esos
factores tuvieron una importancia de primera magnitud: el nacimiento de la química neumática y la cuestión de las relaciones de peso. La historia del primero se inicia en el siglo XVII
118 CRISIS
Y EMERGENCIA DE TEORÍAS
con el desarrollo de la bomba de aire y su
utilización en la
experimentación química. Durante el
siglo siguiente, utilizando esa bomba y otros numerosos artefactos neumáticos,
los químicos llegaron a comprender,
cada vez mejor, que el aire
debía ser un ingrediente activo de las reacciones químicas. Pero con pocas excepciones —tan equívocas que pueden no ser consideradas como excepciones— los químicos continuaron creyendo que el aire era él único tipo de gas. Hasta 1756, cuando Joseph Black demostró que el aire fijo (CO2) se distinguía
claramente del aire normal, se creía
que dos muestras de gas eran
sólo diferentes por sus impurezas.7
Después del trabajo de Black,
la investigación de los gases se llevó a
cabo rápidamente, principalmente
por Cavendish, Priestley y Scheele quienes juntos, desarrollaron una serie de técnicas
nuevas, capaces de distinguir una muestra de gas de otra. Todos esos hombres, desde Black hasta Scheele, creían en la teoría del flogisto y la
empleaban a menudo en el diseño y
la interpretación de sus
experimentos. En realidad, Scheele produjo oxígeno por primera vez, mediante
una cadena compleja de experimentos destinados a deflogistizar el calor. Sin embargo, el resultado
neto de sus experimentos fue una variedad de muestras de gases y de propiedades
de estos tan complejas, que la teoría
del flogisto resultó cada vez
menos capaz de hacer frente a la experiencia de laboratorio. Aunque ninguno de esos químicos sugirió que era preciso reemplazar la teoría,
fueron incapaces de aplicarla de manera consistente. Para cuando Lavoisier inició sus experimentos
con el aire, durante los primeros
años de la década de 1770, había casi
tantas versiones de la teoría
7 J. R.
Partington, A Short History of Chemistry (2a
ed.; Londres,
1951), pp. 48-51, 73-85, 90-120.
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 119
flogística como químicos neumáticos.8
Esta proliferación de versiones
de una teoría es un síntoma
muy usual de crisis. En su prefacio, Copér-nico se quejaba también de ello.
Sin embargo, la vaguedad
creciente y la utilidad cada vez menor de la
teoría del flogisto para la química neumática
no fueron las únicas causas de la crisis a que se enfrentó Lavoisier. Estaba
también muy interesado en explicar el aumento
de peso que experimentan la mayoría de los
cuerpos cuando se queman o se calientan, y éste es un problema que también tiene una larga prehistoria. Al menos varios químicos del Islam habían reconocido que algunos metales aumentan de peso cuando se calientan. En el siglo XVII
varios investigadores habían llegado a la conclusión, a partir de ese mismo hecho, de que un metal calentado toma algún elemento de la atmósfera. Pero en el siglo XVII esa conclusión les pareció innecesaria a la mayoría de los químicos.
Si las reacciones químicas podían alterar el volumen, el color y la textura de los ingredientes, ¿por qué no podían modificar también el peso? No
siempre se consideraba que el peso era la medida de la cantidad de materia; además, el aumento de peso mediante el calentamiento continuaba siendo un fenómeno aislado. La mayoría de los cuerpos naturales (p. ej. la madera) pierden peso al ser calentados, como diría más tarde la teoría del flogisto.
Sin embargo, durante el siglo XVIII, esas respuestas inicialmente adecuadas para el problema
8 Aunque su principal interés
se concentra en un periodo ligeramente posterior, hay mucho material importante diseminado en la obra de J. R.
Partington y Douglas McKie,
"Historical Studies on the Phlogiston Theory", Annals
of Science, II (1937),
361-404; III (1938),
1-58, 337-71; y IV (1939), 337-71.
120 CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS
del aumento de peso se hicieron cada vez más difíciles de sostener. En parte debido a que
la balanza se utilizaba cada vez
más como instrumento ordinario de
química y en parte porque el
desarrollo de la química neumática hizo posible y conveniente retener los productos gaseosos de las reacciones, los químicos descubrieron muchos otros casos en los que el calentamiento
iba acompañado por un aumento de
peso. Simultáneamente, la asimilación
gradual de la teoría gra-vitacional
de Newton condujo a los químicos a insistir
en que el aumento de peso debía significar un incremento de la cantidad de materia. Esas conclusiones no dieron como resultado el rechazo de la teoría del flogisto, debido a que
esta teoría podía ajustarse de
muchas formas diferentes. Era posible
que el flogisto tuviera un peso negativo o que partículas de fuego o alguna otra cosa entrara al cuerpo calentado, al
salir el flogisto. Había otras
explicaciones, además. Pero si el
problema del aumento de peso no condujo al rechazo, sí llevó a un número cada vez mayor de estudios especiales en los que dicho
problema tenía una gran
importancia. Uno de ellos "Sobre el flogisto considerado como una
sustancia con peso y [analizado] en
términos de los cambios de
peso que produce en los cuerpos con los que se une", fue leído ante la Academia Francesa
en 1772, el año que concluyó con
la entrega que hizo Lavoisier de su
famosa nota sellada a la Secretaría de la Academia Francesa.
Antes de que se escribiera esa
nota, un problema que había
estado al borde de la percepción consciente de los químicos durante muchos años, se había
convertido en un enigma extraordinario y no resuelto.9 Se estaban
formulando muchas versiones
9
H. Guerlac, Lavoisier; The Crucial Year (Ithaca,
N. Y., 1961). Todo el libro documenta la evolución y el primer
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 121
diferentes de la teoría del flogisto para
responder a él. Como los
problemas de la química neumática,
los del aumento de peso estaban haciendo que resultara cada vez más difícil saber qué era la teoría del flogisto. Aunque todavía era
creído y aceptado como
instrumento de trabajo, un paradigma
de la química del siglo XVIII estaba perdiendo gradualmente su status único. Cada vez más,
la investigación que guiaba se iba pareciendo a la llevada a cabo por las escuelas en competencia del periodo anterior al paradigma,
otro efecto típico de la crisis.
Examinemos ahora, como tercer y
último ejemplo, la crisis de la
física a fines del siglo XIX, que preparó
el camino para el surgimiento de la teoría de la relatividad. Una de las raíces de esta crisis puede remontarse en el tiempo hasta el siglo XVII, cuando una serie de filósofos
naturales, principalmente Leibniz,
criticaron la retención por
Newton de una versión modernizada de la concepción clásica del espacio absoluto.10
Eran casi capaces, aunque no completamente, de demostrar que las posiciones
absolutas y los movimientos
absolutos carecían de función en el sistema de Newton y lograron adivinar el atractivo
estético considerable que llegaría a tener, más adelante, una concepción plenamente relativista del espacio y el movimiento. Pero su crítica
era puramente lógica. Como los
primeros seguidores de Copérnico que criticaban las pruebas proporcionadas por Aristóteles sobre la estabilidad
de la tierra, no soñaban que la
transición a un sis-
reconocimiento de una crisis. En la página 35
puede verse un enunciado claro de la
situación con respecto a La-voisier.
10 Max Jammer, Concepts of Space: The History of Theories of Space in Physics (Cambridge, Mass., 1954), pp. 114-24.
122 CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS
tema relativista pudiera tener consecuencias
en la observación. En ningún punto
relacionaron sus opiniones con los
problemas que se presentaron al aplicar la teoría de Newton a la naturaleza. Como resultado, sus opiniones murieron al
mismo tiempo que ellos, durante
las primeras décadas del siglo XVIII,
resucitando sólo en las últimas
décadas del XIX, cuando tenían una relación muy diferente con la práctica de
la física. Los problemas técnicos
con los cuales, en última
instancia, iba a relacionarse una filosofía relativista del espacio, comenzaron a entrar a la ciencia normal con la aceptación de la teoría ondulatoria de la
luz, después de 1815, aproximadamente;
aunque no produjeron ninguna crisis hasta los años de la década de 1890. Si la
luz es un movimiento
ondulatorio que se propaga en un éter
mecánico gobernado por las leyes de Newton, entonces tanto la observación del cielo como la
experimentación terrestre se hacen potencialmen-te capaces de detectar el desplazamiento a través del éter. De las observaciones del cielo,
sólo las de la aberración prometían una exactitud suficiente para proporcionar
información importante y
el descubrimiento del desplazamiento en el éter por medio de mediciones de la aberración se convirtió, por consiguiente, en un problema
reconocido para la investigación normal. Se construyó cantidad de equipo especial para resolverlo. Sin embargo, ese equipo no detectaba ningún desplazamiento observable y, así, el
problema fue transferido de los
experimentadores y los observadores a los teóricos. Durante las décadas de la mitad del siglo, Fresnel, Stokes y otros
inventaron numerosas
articulaciones de la teoría del éter
destinadas a explicar el fracaso para observar el desplazamiento. Cada una de esas articulaciones suponía que un cuerpo en movimiento
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 123
arrastra consigo una fracción del éter. Y
todas ellas tenían un éxito
suficiente para explicar los resultados
negativos no sólo de las observaciones celestes, sino también de la experimentación terrestre,
incluyendo el famoso experimento de Mi-chelson y Morley.11 No había todavía
conflicto, salvo el que existía
entre las diversas articulaciones. A falta de técnicas experimentales pertinentes, ese conflicto nunca se volvió agudo.
La situación volvió a cambiar
sólo con la aceptación gradual de la
teoría electromagnética de Maxwell
durante las dos últimas décadas del siglo
XIX. Maxwell mismo era un seguidor de Newton, que creía que la luz y el electromagnetismo
en general se debían a desplazamientos variables de las partículas de un éter mecánico. Sus
primeras versiones de una teoría sobre la electricidad y el magnetismo
utilizaron directamente propiedades hipotéticas que atribuía a ese medio. Todo ello fue excluido de su versión final;
pero continuó creyendo que su teoría
electromagnética era compatible con
alguna articulación de la concepción
mecánica de Newton.12 El desarrollo de una articulación apropiada constituyó un desafío, tanto para él como para sus sucesores. Sin embargo, en la práctica, como ha sucedido
repetidas veces en el desarrollo
científico, la articulación necesaria
resultó inmensamente difícil de lograr. Del mismo modo como la proposición astronómica de Copérnico, a pesar del optimismo de su
autor, creó una crisis cada vez mayor de las teorías existentes del movimiento, la teoría de Max-
11 Joseph Larmor, Aether
and Matter... Including a
Discussion of the Influence of the Earth's Motion on
Optical Phenomena (Cambridge, 1900), pp. 6-20, 320-22.
Discussion of the Influence of the Earth's Motion on
Optical Phenomena (Cambridge, 1900), pp. 6-20, 320-22.
12 R. T.
Glazebrook, James Clerk Maxwell and
Modern
Physics (Londres, 1896), cap. IX. Sobre la actitud final
de Maxwell, véase su propio libro: A Treatise on Elec-
tricity and Magnetism (3a ed., Oxford, 1892), p. 470.
Physics (Londres, 1896), cap. IX. Sobre la actitud final
de Maxwell, véase su propio libro: A Treatise on Elec-
tricity and Magnetism (3a ed., Oxford, 1892), p. 470.
124 CRISIS
Y EMERGENCIA DE TEORÍAS
well, a pesar de su origen newtoniano, produjo
en última instancia una crisis
para el paradigma del que surgió.13
Además, el punto en el que la crisis
se hizo más aguda fue proporcionado por los problemas que acabamos de considerar, los del movimiento con respecto al éter.
La discusión hecha por Maxwell del comportamiento electromagnético de los cuerpos en movimiento
no se refirió al arrastre del éter y, además, resultó muy difícil introducir en su teoría dicho arrastre. Como resultado de ello, toda
una serie de observaciones destinadas a detectar el desplazamiento a través del éter se hizo anómala. Por consiguiente, los años posteriores a 1890
conocieron una larga serie de
intentos, tanto experimentales como teóricos, para detectar el movimiento con respecto al éter y para
introducir el arrastre del éter en
la teoría de Maxwell. Los primeros
carecieron uniformemente de éxito, aun cuando algunos analistas consideraron
sus resultados como erróneos. Los
últimos produjeron una serie
de puntos de partida prometedores, sobre todo los de Lorenz y Fitzgerald; pero descubrieron también otros enigmas y finalmente dieron como resultado precisamente esa proliferación
de teorías en competencia que hemos visto previamente como síntoma de crisis.14 Fue en
medio de ese momento histórico
cuando surgió, en 1905, la
teoría especial de la relatividad, de Einstein.
Esos tres ejemplos son casi
completamente típicos. En cada caso, sólo
surgió una nueva teoría después
de un fracaso notable de la actividad normal de resolución de problemas. Además, excepto en el caso de Copérnico, en el que ciertos
13 Sobre el papel de la
astronomía en el desarrollo de la
mecánica, véase Kuhn, op. cit., cap.
VII.
14 Whittaker, op. cit.. I, 386410; y II (Londres, 1953), 27-40.
CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 125
factores exteriores a la ciencia desempeñaron un papel muy importante, ese derrumbamiento y la proliferación de teorías, que es su síntoma,
tuvieron lugar no más de una
o dos décadas antes de la
enunciación de la nueva teoría. La teoría nueva parece una respuesta directa a la crisis. Nótese también, aun cuando ello pueda no parecer
tan típico, que los problemas con respecto a los que se presentan los derrumbamientos, eran todos de un tipo reconocido desde mucho tiempo antes. La práctica previa de la ciencia normal
había proporcionado toda clase
de razones para creerlos resueltos o casi resueltos, lo cual contribuye- a explicar por qué el sentimiento de fracaso, al producirse, pudo ser tan agudo. El
fracaso con un problema nuevo es,
a veces, decepcionante; pero nunca
sorprendente. Ni los problemas
ni los enigmas ceden generalmente ante los primeros ataques. Finalmente, esos ejemplos comparten otra característica que puede contribuir a hacer que el argumento en pro del papel desempeñado por la crisis, resulte impresionante : la solución de todos y cada uno de ellos
había sido, al menos en parte,
prevista durante un periodo en que no había crisis en la ciencia correspondiente; y en ausencia de crisis, esas previsiones
fueron desdeñadas.
La única previsión completa es también la más famosa, la de Copérnico por Aristarco, en el
siglo III a. c. Se dice
frecuentemente que si la ciencia
griega hubiera sido menos deductiva y menos regida por dogmas, la astronomía heliocéntrica habría podido iniciar su desarrollo
dieciocho siglos antes.15
Pero esto equivale a pasar
15 Sobre el trabajo de Aristarco, véase: Aristarchus of Samos: The Ancient
Copernicus, de T. L. Heath (Oxford, 1913), Parte II. Para un enunciado extremo sobre la posición tradicional con respecto al desdén
por la po-
126 CRISIS
Y EMERGENCIA DE TEORÍAS
por alto todo el contexto histórico. Cuando
Aristarco hizo su sugerencia, el
mucho más razonable sistema geocéntrico no tenía necesidades de las cuales pudiera concebirse que sólo un sistema heliocéntrico pudiera satisfacer. Todo el desarrollo de la astronomía de Tolomeo, tanto sus triunfos como su quiebra, corresponde a los siglos posteriores a la proposición de
Aristarco. Además, no había razones
evidentes para tomar en serio a Aristarco. Ni siquiera la proposición más completa de Copérnico era más simple o más
exacta que el sistema de
Tolomeo. Las pruebas de la
observación disponibles, como veremos más claramente a continuación, no proporcionaban una base para la elección entre los dos
sistemas. En esas circunstancias,
uno de los factores que condujeron
a los astrónomos hacia Copérnico (factor que no podía haberlos llevado a
Aristarco) fue la crisis
reconocida que, en primer lugar, fue
responsable de la innovación. La astronomía de Tolomeo no había logrado resolver sus problemas y había llegado el momento de que surgiera un competidor. Nuestros otros dos ejemplos no proporcionan previsiones tan completas.
Pero, seguramente, una de las
razones por las que las teorías de la
combustión por absorción de la
atmósfera —desarrolladas en el siglo XVII por
Rey, Hooke y Mayow— no lograron hacerse escuchar
suficientemente, fue que no entraron en
contacto con ningún punto en conflicto en la práctica de la ciencia
normal.16 Y el prolongado desdén
mostrado por los científicos de los siglos
XVIII y XIX hacia las críticas relativistas de
sición de Aristarco, véase: The Sleepwalkers: A History of Man's Changing Vision of the
Universe (Londres, 1959), p. 50.
16 Partington, op.
cit., pp. 78-85.
CRISIS Y EMERGENCIA DE
TEORÍAS 127
Newton,
debe haber tenido como causa principal una
similar falta de confrontación.
Los filósofos de la ciencia han demostrado repetidamente que siempre se puede tomar base mas que en una construcción teórica, sobre
una colección de datos determinada.
La historia de la ciencia indica que, sobre todo en las
primeras etapas de desarrollo de un nuevo paradigma, ni siquiera es muy difícil
inventar esas alternativas. Pero es raro
que los científicos se dediquen a tal invención de alternativas, excepto
durante la etapa anterior al
paradigma del desarrollo de su ciencia
y en ocasiones muy especiales de su evolución subsiguiente. En tanto los instrumentos que proporciona un paradigma continúan mostrándose
capaces de resolver los problemas que define,
la ciencia tiene un movimiento más rápido y una penetración más
profunda por medio del empleo confiado de
esos instrumentos. La razón es clara.
Lo mismo en la manufactura que en la
ciencia, el volver a diseñar herramientas es una extravagancia reservada para las ocasiones en que sea absolutamente necesario hacerlo. El
significado de las crisis es la indicación que proporcionan de que ha llegado
la ocasión para re-diseñar las
herramientas.
VIII. LA
RESPUESTA A LA CRISIS
supongamos entonces que las crisis son una condición previa y necesaria para el nacimiento
de nuevas teorías y preguntémonos
después cómo responden los científicos
a su existencia. Parte de la
respuesta, tan evidente como importante, puede descubrirse haciendo notar primeramente lo que los científicos nunca hacen, ni
siquiera cuando se enfrentan a
anomalías graves y prolongadas.
Aun cuando pueden comenzar a perder su fe y, a continuación a tomar en consideración otras alternativas, no renuncian al paradigma
que los ha conducido a la crisis. O
sea, a no tratar las anomalías como ejemplos
en contrario, aunque, en el vocabulario de la filosofía de la
ciencia, eso es precisamente lo que son. Esta
generalización es en parte, simplemente una afirmación del hecho histórico, basada en ejemplos como los mencionados antes y, de manera más detallada, los que se mencionarán a continuación. Esto indica lo que nuestro examen posterior del rechazo del paradigma establecerá de manera más clara y completa: una vez que ha alcanzado el status de paradigma, una teoría científica se declara inválida sólo cuando se dispone de un candidato alternativo para que ocupe su lugar. Ningún proceso descubierto hasta ahora por el estudio histórico del desarrollo científico se parece en nada al estereotipo metodológico de la demostración de falsedad, por medio de la comparación
directa con la naturaleza. Esta observación no significa que los científicos no rechacen las teorías científicas o que la experiencia y la experimentación no sean esenciales en el proceso en que lo hacen. Significa (lo que será al fin de 128
LA RESPUESTA A LA CRISIS 129
cuentas un punto central) que el acto de juicio que conduce a los científicos a rechazar una
teoría aceptada previamente, se
basa siempre en más de una comparación de
dicha teoría con el mundo. La decisión de
rechazar un paradigma es siempre,
simultáneamente, la decisión de aceptar otro, y el juicio que conduce a esa
decisión involucra la comparación
de ambos paradigmas con la naturaleza
y la comparación entre ellos.
Además, existe una segunda razón
para poner en duda que los
científicos rechacen paradigmas debido
a que se enfrentan a anomalías o a ejemplos en contrario. Al desarrollarlo, mi argumento, por sí solo, delineará otra de las tesis principales de este ensayo. Las razones para dudar que antes bosquejamos eran puramente fácticas; o sea,
ellas mismas eran ejemplos en contrario de una
teoría epistemológica prevaleciente. Como tal, si mi argumento es
correcto, pueden contribuir cuando mucho a
crear una crisis o, de manera más
exacta, a reforzar alguna que ya exista. No pueden por sí mismos demostrar que esa teoría filosófica es falsa y
no lo harán, puesto que sus
partidarios harán lo que hemos visto ya
que hacen los científicos cuando se enfrentan a las anomalías. Inventarán numerosas articulaciones y modificaciones ad hoc de su teoría para eliminar
cualquier conflicto aparente. En realidad,
muchas de las modificaciones y de las calificaciones pertinentes pueden hallarse ya en la literatura. Por
consiguiente, si esos ejemplos en contrario
epistemológicos llegan a constituir algo más que un ligero irritante,
será debido a que contribuyen a permitir el
surgimiento de un análisis nuevo y
diferente de la ciencia, dentro del que
ya no sean causa de dificultades. Además, si se aplica aquí un patrón típico, que observaremos más
adelante en las revoluciones científicas,
130 LA RESPUESTA A LA CRISIS
esas anomalías no parecerán ya hechos simples. A partir de una nueva teoría del conocimiento
científico, pueden parecerse mucho a tautologías, enunciados de situaciones que
no pueden concebirse que fueran de otro
modo.
Por ejemplo, con frecuencia se
ha observado que la segunda ley del
movimiento de Newton, aun
cuando fueron necesarios varios siglos de difícil investigación, teórica y fáctica para llegar a
ella, desempeña, para los
partidarios de la teoría de
Newton, un papel muy similar al de un enunciado puramente lógico, que ningún número de observaciones podría refutar.1 En la Sección X veremos
que la ley química de las proporciones constantes, que antes de Dalton era un descubrimiento experimental ocasional, de aplicación general muy dudosa, se convirtió, después de su trabajo, en un ingrediente de una definición
de compuesto químico que ningún
trabajo experimental hubiera podido
trastornar. Algo muy similar
puede suceder también con la generalización de que los científicos dejan de rechazar los paradigmas cuando se enfrentan a anomalías o ejemplos en contrario. Pueden no hacerlo así y, no
obstante, continuar siendo
científicos.
Aunque es improbable que la historia recuerde
sus nombres, es indudable que algunos hombres han sido impulsados a abandonar la ciencia debido a su incapacidad para tolerar la crisis.
Como los artistas, los científicos
creadores deben ser capaces
de vivir, a veces, en un mundo desordenado; en otro lugar, he descrito esta necesidad como "la tensión esencial" implícita
en la investigación científica.2
Pero este rechazo de la cien-
1
Véase
sobre todo la discusión en Patterns of
Disco-
very, de N. R. Hanson (Cambridge, 1958), pp. 99-105.
very, de N. R. Hanson (Cambridge, 1958), pp. 99-105.
2 T. S. Kuhn, "The Essential Tensión:
Tradition and
Innovation in Scientific Research", en The Third (1959)
Innovation in Scientific Research", en The Third (1959)
LA
RESPUESTA A LA CRISIS 131
cia en favor de alguna otra ocupación es, creo
yo, el único tipo de rechazo de
paradigma al que pueden, por sí mismos,
conducir los ejemplos en contrario.
Una vez descubierto un primer paradigma
a través del cual ver la naturaleza, no existe ya la investigación con ausencia de paradigmas.
El rechazar un paradigma sin reemplazarlo con otro, es rechazar la ciencia
misma. Ese acto no se refleja en el
paradigma sino en el hombre. De
manera inevitable, será considerado por sus colegas como "el carpintero
que culpa a sus herramientas".
A la inversa puede llegarse al mismo punto, con una eficiencia, al menos, similar: no
existe la investigación sin
ejemplos en contrario. ¿Qué es lo
que diferencia a la ciencia normal de la ciencia en estado de crisis? Seguramente, no el hecho de que la primera no se enfrente a
ejemplos en contrario. A la inversa,
lo que hemos llamado con anterioridad
los enigmas que constituyen
la ciencia normal, existen sólo debido a que ningún paradigma que proporcione una base para
la investigación científica resuelve completamente todos sus problemas. En los pocos casos en que parecen haberlo hecho (p. ej. la visión
geométrica), pronto han dejado
de constituir problemáticas para la investigación y se han convertido
en instrumentos para el trabajo práctico. Con
excepción de aquellos que son exclusivamente instrumentales, todos los problemas que la ciencia normal considera como enigmas pueden, desde otra perspectiva, verse como ejemplos en
University
of Utah Research Conference on the Identification of Creative Scientific
Talent, ed. Calvin W. Taylor (Salt Lake City, 1959), pp.
162-77. Sobre un fenómeno comparable
entre los artistas, véase "The Psychology of Imagination", de Frank Barron, Scientific American, CXCIX (Septiembre de 1958), 151-66, sobre todo
160.
132 LA
RESPUESTA A LA CRISIS
contrario y por consiguiente como fuentes de
crisis. Copérnico consideró ejemplos
en contrario lo que la mayor parte de
los demás seguidores de
Tolomeo habían considerado como enigmas en el ajuste entre la observación y la teoría.
La-voisier vio como un ejemplo en
contrario lo que Priestley había
considerado como un enigma resuelto
con éxito en la articulación de la teoría del flogisto. Y Einstein vio como
ejemplos en contrario lo que Lorentz, Fitzgerald y otros habían considerado como enigmas en la articulación de las teorías de Newton y de Maxwell. Además, ni
siquiera la existencia de una
crisis transforma por sí misma a un enigma
en un ejemplo en contrario.
No existe tal línea divisoria precisa. En lugar de ello, provocando una proliferación de versiones del paradigma, la crisis debilita
las reglas de resolución normal
de enigmas, en modos que,
eventualmente, permiten la aparición de un nuevo paradigma. Creo que hay solamente dos alternativas: o ninguna teoría científica
enfrenta nunca un ejemplo en
contrario, o todas las teorías
se ven en todo tiempo confrontadas con ejemplos en contrario.
¿Cómo podía parecer diferente la situación? Esta pregunta conduce, necesariamente, a la elucidación histórica y crítica de la filosofía y
esos tópicos quedan fuera de este
ensayo. Pero, al menos, podemos señalar
dos razones por las que la
ciencia parece haber proporcionado un ejemplo tan adecuado de la generalización de que la verdad y la falsedad se determinan únicamente y de manera inequívoca, por medio de la confrontación del enunciado con los hechos. La ciencia
normal se esfuerza y deberá
esforzarse continuamente por hacer que la teoría y los hechos vayan más de acuerdo y esta actividad puede verse
fácilmente como una prueba o
una búsqueda de con-
LA RESPUESTA A LA CRISIS 133
filmación o falsedad. En lugar de ello, su
objeto es resolver un enigma para cuya existencia misma debe suponerse la validez del paradigma. El no lograr una solución desacredita sólo al
científico, no a la teoría. En este
caso, todavía más que en el anterior, se
aplica el proverbio de que: "Es
mal carpintero el que culpa a sus herramientas". Además, el modo en que la pedagogía de la
ciencia embrolla la discusión
de una teoría con observaciones sobre
ejemplos de sus aplicaciones, ha
contribuido a reforzar una teoría de confirmación extraída principalmente de otras fuentes. Si tiene la menor razón para hacerlo, el
hombre que lea un texto
científico podrá llegar con facilidad
a considerar las aplicaciones como la prueba de una teoría, como las razones por las cuales debe creerse en ella. Pero los estudiantes de
ciencias aceptan teorías por la
autoridad del profesor y de
los textos, no a causa de las pruebas. ¿Qué alternativas tienen, o qué competencia? Las aplicaciones mencionadas en los textos no se dan
como pruebas, sino debido a que el aprenderlas es parte del aprendizaje del paradigma dado como base para la práctica corriente. Si se
avanzaran las aplicaciones como
pruebas, entonces el fracaso
de los textos para sugerir interpretaciones alternativas o para discutir problemas para los que los científicos no han logrado producir
soluciones paradigmáticas,
acusarían a los autores de parcialidad
extrema. No existe ninguna razón para
semejante acusación.
Así pues, volviendo a la
primera pregunta, ¿cómo responden
los científicos a la percepción de una anomalía en el ajuste entre la teoría y la naturaleza? Lo que hemos dicho indica que incluso una
discrepancia inconmensurablemente mayor que la experimentada en otras aplicaciones de la teoría no debe provocar necesariamente cualquier res-
134 LA RESPUESTA A LA CRISIS
puesta profunda. Hay siempre ciertas discrepancias. Incluso las más tenaces responden usual-mente, al fin, a la práctica normal. Con mucha
frecuencia, los científicos se sienten dispuestos a esperar, sobre todo si disponen de muchos otros problemas en otras partes del campo. Por ejem-plo, ya hemos hecho notar que, durante los
sesenta años posteriores al
cálculo original de Newton, el
movimiento anticipado del perigeo de la
Luna continuaba siendo todavía la mitad del observado. Mientras los mejores físicos y matemáticos de Europa continuaron ocupándose sin éxito del problema,
se hicieron proposiciones ocasionales para una modificación de la ley del inverso del cuadrado
de Newton. Pero nadie tomó muy en serio esas proposiciones y, en la práctica, esa paciencia con una anomalía importante resultó
justificada. En 1750, Clairaut logró
demostrar que sólo las matemáticas
usadas en la aplicación habían estado
en un error y que la teoría de Newton podía continuar como antes.3 Incluso en los
casos en que no parece posible
que se produzcan errores
simples (quizá debido a que las operaciones matemáticas involucradas son o más sencillas o de un
tipo familiar y con buenos resultados en todos los los demás campos), una anomalía reconocida
y persistente no siempre provoca una crisis. Nadie puso seriamente en duda la
teoría de Newton a causa de las
discrepancias, reconocidas desde
hacía mucho tiempo, entre las predicciones de esa teoría y las velocidades tanto del sonido como del movimiento de Mercurio. La primera discrepancia fue finalmente resuelta y de manera
inesperada, por medio de experimentos sobre el calor, los que habían sido emprendidos con
3 W. Whewell, History of the Inductive Sciences (ed. rev.; Londres, 1847), II, 220-21.
LA RESPUESTA A LA CRISIS 135
otro fin muy diferente; la segunda desapareció al surgir la teoría general de la relatividad, después de una crisis en cuya creación no había tomado parte.4 Aparentemente, tampoco
había parecido lo suficientemente
importante como para provocar el malestar que acompaña a las crisis; pudieron reconocerse como ejemplos en contrario y, no obstante, ser relegados para un trabajo posterior.
De ello se desprende que para que una anomalía provoque crisis, debe ser algo más que una simple anomalía. Siempre se presentan dificultades en alguna parte en el ajuste del paradigma con la naturaleza; la mayoría de ellas se resuelven
tarde o temprano, frecuentemente por medio de
procesos que no podían preverse. Es raro que el científico que se detenga a examinar todas las anomalías que descubra pueda llevar a cabo algún trabajo importante. Debemos por consiguiente preguntarnos qué es lo que hace que una anomalía
parezca merecer un examen de ajuste y
para esta pregunta es probable que no exista una respuesta absolutamente
general. Los casos que ya hemos examinado
son característicos, pero raramente
prescriptivos. A veces, una anomalía pondrá claramente en tela de juicio
generalizaciones explícitas y fundamentales
de un paradigma, como lo hizo el
problema del arrastre del éter para quienes aceptaban la teoría de Maxwell. O como en la revolución de Copérnico, una anomalía
sin aparente importancia fundamental, puede
provocar crisis si las aplicaciones que in-
4 Sobre la velocidad del sonido, véase "The
Caloric Theory of Adiabatic
Compression", de T. S. Kuhn, Isis, XLIV (1958), 136-37. Sobre el desplazamiento
del perihelio de Mercurio, véase: A History of the Theories of Aether and
Electricity, de E. T. Whittaker, II
(Londres, 1953), 151, 179.
136 LA RESPUESTA A LA CRISIS
hibe tienen una importancia práctica
particular, en este caso para el
calendario y la astrología. O,
como en la química del siglo XVIII, el desarrollo de la ciencia normal puede transformar una anomalía que, anteriormente, había sido sólo una molestia, en causa de crisis: el problema
de las relaciones de pesos tuvo un
status muy diferente después de la evolución de las técnicas
químicas neumáticas.
Probablemente, hay todavía otras
circunstancias que pueden hacer que una anomalía resulte especialmente apremiante y, ordinariamente,
se combinarán varias de ellas. Por ejemplo,
ya hemos hecho notar que una de las causas
de la crisis a que se enfrentó Copérnico fue la sola duración del tiempo durante el que los astrónomos se esforzaron, sin obtener
resultados, en reducir las discrepancias residuales del sistema de Ptolomeo.
Cuando por esas razones u otras similares, una anomalía llega a parecer algo más que otro
enigma más de la ciencia normal, se
inicia la transición a la crisis y a la
ciencia fuera de lo ordinario. Entonces,
la anomalía misma llega a ser reconocida de manera más general como tal en la
profesión. Cada vez le presta mayor atención un
número mayor de los hombres más eminentes del
campo de que se trate. Si continúa
oponiendo resistencia, lo cual no
sucede habitualmente, muchos de ellos
pueden llegar a considerar su resolución como el objetivo principal de
su disciplina. Para ellos, el campo
no parecerá ser ya lo que era antes.
Parte de ese aspecto diferente es simplemente el resultado del nuevo punto de enfoque del examen científico. Una fuente todavía más importante de cambio es la naturaleza divergente de las numerosas soluciones parciales a que se llega por medio de la atención concertada que se presta al problema. Los primeros intentos de re-
LA RESPUESTA A LA CRISIS 137
solución del problema seguirán de cerca las reglas establecidas por el paradigma; pero, al
continuar adelante sin poder vencer la resistencia, las tentativas de resolución involucrarán, cada vez
más, alguna coyuntura menor o no tan
ligera del paradigma, de modo tal que
no existan dos de esas articulaciones
completamente iguales, con un éxito
parcial cada una de ellas ni con el suficiente éxito como para poder ser aceptadas como paradigmas
por el grupo. A través de esta proliferación de coyunturas divergentes (de
manera cada vez más frecuente llegarán a describirse como ajustes ad hoc), las
reglas de la ciencia normal se
hacen cada vez más confusas. Aun cuando existe todavía un paradigma, pocos de los que practican la ciencia en su campo están
completamente de acuerdo con él.
Incluso las soluciones de
algunos problemas aceptadas con anterioridad se ponen en duda.
Cuando es aguda, esta situación
es a veces reconocida por los
científicos involucrados. Copér-nico
se quejaba de que, en su tiempo, fueran los astrónomos tan "inconsistentes
en esas investigaciones (astronómicas)...
que no pueden ni siquiera
explicar u observar la longitud constante de las estaciones del año". "Con
ellos", continuaba diciendo,
"es como si un artista tuviera que tomar las manos, los pies, la cabeza y otros miembros de sus cuadros, de modelos diferentes, de tal modo que cada una de las partes estuviera
perfectamente dibujada; pero
sin relación con un cuerpo
único, y puesto que no coinciden unas con otras en forma alguna, el resultado sería un monstruo más que un hombre."5 Einstein,
limitado por el uso corriente a un lenguaje menos florido, escribió solamente: "Es como si
le hu-
5 Citado en The
Copernican Revolution,
de T. S. Kuhn (Cambridge, Mass., 1957), p. 138.
138 LA
RESPUESTA A LA CRISIS
bieran retirado a uno el terreno que pisaba, sin ver en ninguna parte un punto firme sobre el que fuera posible construir." 6
Y Wolfgang Pauli, en los meses anteriores al momento en que el documento de Heisenberg sobre la mecánica ma-tricial señalara el camino hacia una nueva
teoría cuántica, escribió a un
amigo: "Por el momento, la
física se encuentra otra vez terriblemente confusa. De cualquier modo, es demasiado difícil para mí y desearía haber sido actor de cine o
algo parecido y no haber oído hablar
nunca de la física". Este
testimonio es particularmente impresionante, si se compara con las palabras
del mismo Pauli, unos cinco meses
más tarde: "El tipo
de mecánica de Heisenberg me ha devuelto la esperanza y la alegría de vivir. Indudablemente, no proporciona la solución al problema;
pero creo que nuevamente es posible
seguir adelante." 7 Los
reconocimientos explícitos de un derrumbamiento, tales como éste, son extremadamente raros ; pero los efectos de la crisis no
dependen enteramente de su reconocimiento consciente. ¿Qué podemos decir que son esos efectos? Sólo dos de
ellos parecen ser universales. Todas las crisis se inician con la confusión de
un paradigma y el aflojamiento consiguiente de las reglas para la investigación normal. A este respecto, la
investigación durante las crisis
se parece mucho a la que tiene lugar en los periodos anteriores a los paradigmas, con excepción de que en el primer caso
8 Albert Einstein, "Autobiographical
Note", en Albert Einstein:
Philosopher-Scientist, ed. P. A. Schilpp (Evans-ton, III, 1949), p. 45.
7 Ralph Kronig, "The Turning Point", en Theoretical Physics in the Twentieth
Century: A Memorial Volume to Wolfgang Pauli, ed. M. Fierz y V. F. Weisskopf (Nueva York, 1960), pp. 22, 25-26. Gran parte de este artículo describe la crisis de la mecánica cuántica en los
años inmediatamente anteriores a 1925.
LA RESPUESTA A LA CRISIS 139
el lugar de la diferencia es, a la vez, más
pequeño y mejor definido. Y todas
las crisis concluyen con
la aparición de un nuevo candidato a paradigma y con la lucha subsiguiente para su aceptación. Éstos son temas que deberán tomarse en
consideración en secciones posteriores; pero debemos anticipar algo de lo que veremos, con el fin de completar estas observaciones sobre la
evolución y la anatomía del estado
de crisis.
La transición de un paradigma en crisis a otro
nuevo del que pueda surgir una
nueva tradición de ciencia normal, está
lejos de ser un proceso de
acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del antiguo
paradigma. Es más bien una reconstrucción del campo, a partir de nuevos fundamentos, reconstrucción que cambia algunas de las generalizaciones teóricas más
elementales del campo, así como también
muchos de los métodos y aplicaciones
del paradigma. Durante el periodo de transición
habrá una gran coincidencia, aunque nunca
completa, entre los problemas que pueden resolverse con ayuda de los
dos paradigmas, el antiguo y el nuevo; pero
habrá también una diferencia
decisiva en los modos de resolución. Cuando
la transición es completa, la profesión habrá modificado su visión del
campo, sus métodos y sus metas. Un
historiador perspicaz, al observar
un caso clásico de reorientación de la ciencia
mediante un cambio de paradigma, lo describió recientemente como
"tomar el otro extremo del bastón", un proceso que involucra
"manejar el mismo conjunto de datos
anteriores, pero situándolos en un
nuevo sistema de relaciones concomitantes
al ubicarlos en un marco diferente".8
Otros que han notado este aspecto del
8 Herbert Butterfield, The Origins of Modern Science, 1300-1800 Londres, 1949), pp. 1-7.
140 LA RESPUESTA A LA CRISIS
avance científico han subrayado su similitud
con un cambio en la forma de
visión: las marcas sobre
el papel que se veían antes como un pájaro, se ven ahora como un antílope, o viceversa.9
Este paralelo puede ser engañoso.
Los científicos no ven
algo como otra cosa diferente; en
lugar de ello, se limitan a
verlo. Ya hemos examinado algunos de los problemas creados por la pretensión
de Priestley al
considerar al oxígeno como aire deflogistizado.
Además, el científico no preserva la
libertad del sujeto para pasar repetidas veces de uno a otro modo de ver las cosas. Sin embargo,
el cambio de forma, sobre todo debido a que es muy familiar en la actualidad, es un prototipo elemental útil para lo que tiene lugar en un cambio de paradigma a escala total.
Lo que acabamos de anticipar puede ayudarnos a reconocer a la crisis como un preludio apropiado al surgimiento de nuevas teorías, sobre todo debido a que ya hemos examinado una versión en pequeña escala del mismo proceso, al estudiar la aparición de los descubrimientos.
Debido a que el nacimiento de una
nueva teoría rompe con una tradición
de práctica científica e introduce otra nueva que se lleva a cabo con reglas diferentes y dentro de un universo de
razonamiento también diferente,
esto sólo tiene probabilidades
de suceder cuando se percibe que una primera tradición ha errado el camino de manera notable. Sin embargo, esta observación no es
sino un preludie a la investigación
del estado de crisis y, desgraciadamente, las preguntas que plantea exigen la competencia de un psicólogo todavía más que la de un historiador. ¿Qué es una
investigación fuera de lo
extraordinario? ¿Cómo se hace
que una anomalía se conforme a leyes?
9 Hans, op. cit., cap. I.
LA
RESPUESTA A LA CRISIS 141
¿Cómo proceden los científicos cuando sólo se dan cuenta de que algo va mal fundamentalmente, en un nivel para cuyo manejo la instrucción recibida no los ha preparado? Esas preguntas exigen una investigación mucho más profunda, que no siempre será histórica. Lo que sigue será, necesariamente, más hipotético y menos completo que lo que
hemos visto con anterioridad.
Con frecuencia, surge un nuevo paradigma, al
menos en embrión, antes de que una crisis haya avanzado mucho en su desarrollo o de que haya sido reconocida explícitamente. El trabajo de Lavoisier
nos proporciona un ejemplo al
respecto. Su nota sellada fue
depositada en la
Academia Francesa menos de un año después del estudio profundo de las relaciones de peso en la teoría
del flogisto y antes de que las
publicaciones de Priestley revelaran la amplitud total de la crisis que sufría la química neumática. Los primeros
informes de Thomas Young sobre la teoría ondulatoria de la luz aparecieron en una etapa muy
temprana de una crisis que se estaba desarrollando en la óptica y que casi no había sido notable, excepto en que, sin la ayuda de Young,
se convirtió en un escándalo
científico internacional en el
plazo de una década a partir del momento en que aquél escribió sus primeros informes. En casos como ésos, solo podemos decir que un trastorno poco importante del paradigma y la primera confusión de sus reglas para la ciencia
normal, fueron suficientes para
sugerirle a alguien un
nuevo método para observar su campo. Lo que tuvo lugar entre la primera sensación de trastorno y el reconocimiento de una alternativa
disponible, debió ser en gran parte
inconsciente.
Sin embargo, en otros casos —los de Copérnico, Einstein
y la teoría nuclear
contemporánea, por ejemplo—,
transcurió un periodo considerable
142 LA
RESPUESTA A LA CRISIS
entre la primera percepción del trastorno y el surgimiento de un nuevo paradigma. Cuando esto sucede, el historiador puede, al menos,
lograr unas cuantas indicaciones
de lo que es la ciencia fuera de lo
ordinario. Frente a la admisión
de una anomalía fundamental en la teoría, el primer esfuerzo de un científico será, frecuentemente, aislarla de manera más precisa y darle una estructura. Aun cuando se dé cuenta
de que ya no pueden ser absolutamente correctas, el científico aplicará las reglas de la ciencia normal con mayor fuerza que nunca, con el fin de ver, en la zona en que haya surgido la dificultad,
dónde y hasta dónde pueden
aplicarse. Al mismo tiempo,
buscará maneras de realzar la importancia del trastorno, para hacerlo más notable y, quizá, también más sugestivo, de lo que fuera en experimentos
en los que se creía conocer de antemano el resultado. Y en el último esfuerzo,
más que en cualquier otra parte del
desarrollo de una ciencia en
el periodo posterior al paradigma, se asemejará mucho a la imagen que
predomina del científico. Primeramente, parecerá a menudo un hombre que busca al azar, probando experimentos para ver qué sucede, buscando un efecto
cuya naturaleza no puede prever.
Simultáneamente, puesto que no puede
concebirse ningún experimento
sin algún tipo de teoría, el científico en crisis tratará constantemente de
generar teorías especulativas que, si
dan buenos resultados, puedan mostrar el camino hacia un nuevo paradigma y, si
no tienen éxito, puedan desdeñarse con relativa facilidad.
El informe de Kepler sobre su lucha prolongada con el movimiento de
Marte y la descripción
de Priestley de
su respuesta a la proliferación
de nuevos gases, proporcionan ejemplos clásicos de un tipo más fortuito de investigación,
LA
RESPUESTA A LA CRISIS 143
producido por la percepción de la anomalía.10
Pero probablemente las
mejores ilustraciones proceden
de la investigación contemporánea en la teoría del campo y en las partículas fundamentales. A falta de una crisis que hiciera
necesario ver hasta dónde podían
llegar las reglas de la ciencia
normal, ¿habría parecido justificado el inmenso esfuerzo necesario para detectar el neutrino?
O, si las reglas no hubieran
fallado de manera evidente en algún punto no revelado, ¿habría sido sugerida o probada alguna vez la hipótesis radical de la no conservación de la paridad? Como
muchas otras investigaciones de
física durante la última década, esos
experimentos fueron, en parte,
intentos para localizar y definir la causa de un conjunto todavía disperso de anomalías.
Este tipo de investigación
no-ordinaria a menudo —aunque no generalmente—
es acompañado por otro. Creo que
es, sobre todo, en los periodos
de crisis reconocida, cuando los científicos
se vuelven hacia el análisis filosófico como instrumento
para resolver los enigmas de su campo.
Los científicos generalmente no han necesitado
ni deseado ser filósofos. En realidad, la
ciencia normal mantiene habitualmente apartada a la filosofía creadora y es probable que tenga buenas razones para ello. En la medida en que los trabajos de investigación normal pueden
llevarse a cabo mediante el empleo del paradigma como modelo, no es preciso
expresar de manera explícita las
reglas y las suposiciones.
10 Para un informe del trabajo de Kepler
sobre Marte, véase: A History of Astronomy from
Thales to Kepler, de J. L. E. Dreyer (2a ed.; Nueva York, 1953), pp. 380-93. Las inexactitudes
ocasionales no impiden que la
obra de Dreyer nos proporcione el material que
necesitamos. Sobre Priestley,
véase su propia obra, sobre todo. Experiments
and Observations on Different
Kinds of Air (Londres, 1774-75).
144 LA RESPUESTA A LA CRISIS
En la
Sección V hicimos notar que no es siquiera necesario que exista todo el conjunto de
reglas buscado por medio del
análisis filosófico; pero esto
no quiere decir que la búsqueda de suposiciones (incluso de las no existentes) no pueda ser
un modo efectivo para debilitar el dominio de una tradición sobre la mente y para sugerir las
bases para otra nueva. No es un accidente que el surgimiento de la física newtoniana en el siglo XVII, y el de la relatividad y de la mecánica
cuántica en el xx, hayan sido
precedidos y acompañados por análisis filosóficos fundamentales de su
tradición contemporánea de investigación.11 Tampoco es un accidente
que, en esos dos periodos, el llamado experimento mental haya desempeñado un papel tan importante en el progreso
de las investigaciones. Como he mostrado en otros lugares, la experimentación mental analítica que ocupa tanto lugar en los escritos de Galileo,
Einstein, Bohr y otros, está
perfectamente calculada a efecto de
exponer el paradigma antiguo a
los conocimientos existentes de modos tales que aislen la raíz de la crisis con una claridad
inalcanzable en el laboratorio.12
Con el despliegue de esos procedimientos extraordinarios, uno por uno o todos juntos,
puede suceder otra cosa. Al concentrarse la atención científica en una zona
estrecha de trastorno y al prepararse
la mentalidad científica para reconocer las anomalías experimentales, tal y como son,
11 Con respecto al contrapunto filosófico que
acompañó a la mecánica del siglo XVII,
véase: La mécanique au XVIIe siècle ( Neuchatel, 1954), de Rene Dugas, sobre todo el capítulo XI. Con respecto al episodio similar del siglo XIX, véase el libro anterior del mismo autor, Histoire de la mécanique
(Neuchatel, 1950), pp.
419-43.
12 T. S. Kuhn, "A Function for Thought
Experiments", en Melanges
Alexandre Koyré, ed. R. Taton e I. B. Cohen, que debía publicar Hermann
(Paris), en 1963.
LA RESPUESTA A LA CRISIS 145
la crisis hace proliferar a menudo los descubrimientos. Ya hemos hecho notar cómo distinguen la percepción de la crisis, el trabajo de Lavoisier sobre el oxígeno del de Priestley; y
el oxígeno no era el único gas nuevo que
eran capaces de descubrir en el
trabajo de Priestley los químicos
que habían percibido la anomalía. O también, nuevos descubrimientos ópticos se
acumularon rápidamente poco antes
de la aparición de la nueva teoría
ondulatoria de la luz y durante
ésta. Algunos de esos descubrimientos, como la polarización por reflexión, fueron resultado
de los accidentes que hace probables el trabajo concentrado en una zona confusa (Malus, que hizo el descubrimiento, estaba apenas iniciando su trabajo para el premio de ensayo de la
Academia sobre
la doble refracción, tema del cual
se sabía muy bien que estaba en un estado poco satisfactorio). Otros, como el punto luminoso en el centro de la sombra de un disco,
fueron predicciones hechas a
partir de la nueva hipótesis,
que contribuyeron a que ésta se transformara en un paradigma para trabajos posteriores. Y todavía otros, como los colores en los rayados en el vidrio y en las placas gruesas, eran
efectos que habían sido vistos
antes con frecuencia y señalados
en ocasiones, pero que, como el oxígeno de Priestley, habían sido asimilados a efectos bien
conocidos, de modos que impedían que fueran considerados como lo que eran realmente.13
Podría hacerse una enumeración
semejante de los múltiples
descubrimientos que, a partir de 1895,
13 Con respecto a los nuevos descubrimientos ópticos
en general, véase: Histoire de la lumière de V. Ronchi (París,
1956), cap. VII. Con respecto a la explicación inicial de uno de esos efectos, véase: The History and Present State
of Discoveries Relating to Vision, Light and Colours de J. Priestley (Londres,
1772), pp. 498-520.
146 LA RESPUESTA A LA CRISIS
acompañaron
constantemente a la aparición de la
mecánica cuántica.
La investigación extraordinaria debe tener todavía otras manifestaciones y efectos, pero en este terreno apenas hemos comenzado a descubrir las preguntas a que es preciso responder. Sin embargo, es posible que a esta altura no se necesite más. Las observaciones anteriores deben ser suficientes para mostrar cómo las crisis debilitan los estereotipos y, simultáneamente, proporcionan los datos adicionales necesarios para
un cambio de paradigma fundamental. A
veces, la forma del nuevo paradigma
se vislumbra en la estructura que le da a la anomalía la investigación no-ordinaria. Einstein
escribió que, antes de que dispusiera de un sustituto para la mecánica
clásica, podía ver la interrelación
existente entre las anomalías conocidas
de la radiación de un cuerpo negro, el efecto fotoeléctrico y los calores específicos.14 Es más frecuente
que no se vea conscientemente de
antemano una estructura semejante. En cambio, el nuevo paradigma o un indicio
suficiente para permitir una articulación posterior, surge repentinamente, a veces en medio de la noche, en la mente de un hombre
sumergido profundamente en
la crisis. Lo que es la naturaleza
de esta etapa final —cómo inventa un
individuo (o descubre que ha inventado) un modo nuevo de ordenar datos
totalmente reunidos ya—, deberá
permanecer inescrutable aquí y es
posible que ese estado sea permanente. Sobre ese punto, señalemos aquí sólo una cosa. Casi siempre, los hombres que realizan esos
inventos fundamentales de un
nuevo paradigma han sido muy jóvenes o
muy noveles en el campo
14
Einstein, loc. cit.
LA RESPUESTA A LA CRISIS 147
cuyo paradigma cambian.15 Y quizá
no fuera necesario expresar explícitamente este punto, ya que, evidentemente, se trata de hombres que, al
no estar comprometidos con las
reglas tradicionales de la ciencia
normal debido a que tienen poca
práctica anterior, tienen muchas probabilidades de ver que esas reglas no definen ya un juego que pueda continuar adelante y de concebir otro conjunto que pueda reemplazarlas.
La transición consiguiente a un nuevo paradigma es la revolución científica, tema al cual estamos finalmente listos para acercarnos
directamente. Sin embargo,
nótese primeramente un aspecto
final y aparentemente esquivo, para el que ha preparado el camino el material de las últimas tres secciones. Hasta la Sección VI, donde presentamos por primera vez el concepto de anomalía, los términos de "revolución" y de "ciencia extraordinaria" pudieron parecer
equivalentes. Lo que es más
importante, ninguno de esos términos
parecía significar otra cosa que "ciencia no normal", circularidad que habrá resultado molesta para algunos
lectores al menos. En la práctica, no
era preciso que fuera así. Estamos a punto
de descubrir que una circularidad semejante es característica de las teorías
científicas. Sin embargo, molesta o
no, esta circularidad no
15 Esta generalización sobre el papel de la juventud en la investigación científica fundamental es
tan común como una frase gastada.
Además, una mirada a casi cualquier
lista de contribuciones fundamentales a la teoría científica, proporcionará una confirmación muy
clara. Sin embargo, esa
generalización hace muy necesaria una investigación sistemática. Harvey C.
Lehman (Age and Achievement
[Princeton, 1953])
proporciona muchos datos útiles;
pero sus estudios no tratan de aislar contribuciones que involucren un reenunciado fundamental.
Tampoco pregunta nada sobre las
circunstancias especiales, si las hay,
que puedan acompañar a la productividad relativamente tardía en las ciencias.
148 LA RESPUESTA A LA CRISIS
deja ya de estar calificada. En esta sección y en las dos anteriores del ensayo hemos
enunciado numerosos criterios de
una quiebra de la actividad científica normal,
criterios que no dependen en absoluto de si a
esa quiebra sigue o no una revolución.
Al enfrentarse a anomalías o a crisis, los
científicos adoptan una actitud diferente hacia los paradigmas existentes y en consecuencia, la naturaleza de su investigación cambia. La proliferación de articulaciones en competencia, la
disposición para ensayarlo todo, la expresión del descontento explícito, el recurso a la filosofía y
el debate sobre los fundamentos, son
síntomas de una transición de la
investigación normal a la no-ordinaria.
La noción de la ciencia normal depende
más de su existencia que de la de las revoluciones.
IX. NATURALEZA Y NECESIDAD DE LAS REVOLUCIONES
CIENTÍFICAS
estas observaciones nos
permiten finalmente considerar
los problemas que dan título a este ensayo.
¿Qué son las revoluciones científicas y cuál es su función en el desarrollo científico? Gran parte de la respuesta a esas preguntas ha sido anticipada ya en secciones previas. En particular, la discusión anterior ha indicado que
las revoluciones científicas se
consideran aquí como aquellos
episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible. Sin embargo, hay mucho más que decir al respecto y podemos presentar una parte de ello mediante
una pregunta más. ¿Por qué debe llamarse
revolución a un cambio de paradigma? Frente
a las diferencias tan grandes y esenciales entre el desarrollo político y el científico, ¿qué paralelismo puede
justificar la metáfora que encuentra
revoluciones en ambos?
Uno
de los aspectos del paralelismo debe ser ya evidente. Las revoluciones políticas se
inician por medio de un sentimiento, cada vez mayor, restringido frecuentemente a una fracción
de la comunidad
política, de que las instituciones existentes han cesado de satisfacer
adecuadamente los
problemas planteados por el medio ambiente que han contribuido en parte a crear. De manera muy similar,
las revoluciones científicas se inician con un sentimiento creciente,
también a menudo
restringido a una estrecha subdivisión de la comunidad científica, de que un
paradigma existente ha dejado de
funcionar adecuadamente en la exploración de
un aspecto de la naturaleza,
149
150 NATURALEZA DE LAS
REVOLUCIONES
hacia el cual, el mismo paradigma había
previamente
mostrado el camino. Tanto en el desarrollo político como en el científico, el
sentimiento de
mal funcionamiento que puede conducir a la crisis es un requisito previo para
la revolución. Además,
aunque ello claramente fuerza la metáfora, este paralelismo es no sólo válido para
los principales
cambios de paradigmas, como los atri-buibles a Copérnico o a Lavoisier, sino también para los mucho rnás pequeños,
asociados a la asimilación de un tipo nuevo de fenómeno, como el oxígeno o los
rayos X. Las revoluciones
científicas,
como hicimos notar al final de la Sección V, sólo necesitan parecerles revolucionarias a aquellos cuyos paradigmas sean afectados por ellas. Para los
observadores exteriores pueden parecer,
como las revoluciones balcánicas de comienzos del siglo xx, partes normales
del proceso de desarrollo. Los
astrónomos, por ejemplo, podían
aceptar los rayos X como
una adición simple al conocimiento, debido a que sus paradigmas no fueron afectados por la existencia de la
nueva radiación.
Pero, para hombres como Kelvin, Cro-okes y
Roentgen, cuyas investigaciones trataban de
la teoría de la radiación o de los tubos de rayos catódicos, la aparición de los rayos X violó, necesariamente, un paradigma,
creando otro. Es
por eso por lo que dichos rayos pudieren ser descubiertos sólo debido a que
había algo que no iba bien en la
investigación normal.
Este aspecto genético del paralelo entre el desarrollo político y el
científico no debería ya dejar lugar a
dudas. Sin embargo, dicho paralelo tiene un segundo aspecto, más profundo, del
que depende la importancia del primero. Las
revoluciones políticas tienden a
cambiar las instituciones políticas
en modos que esas mismas instituciones
prohiben. Por consiguiente, su éxito exige el
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 151
abandono parcial de un conjunto de instituciones
en favor de otro y, mientras tanto, la sociedad no es gobernada completamente
por ninguna institución.
Inicialmente, es la crisis sola la que atenúa el papel de las instituciones
políticas, del mismo
modo, como hemos visto ya, que atenúa el papel desempeñado por los paradigmas. En
números crecientes, los individuos se
alejan cada vez
más de la vida política y se comportan de manera cada vez más excéntrica en su
interior. Luego,
al hacerse más profunda la crisis, muchos de esos individuos se comprometen con
alguna proposición concreta
para la reconstrucción de la
sociedad en una nueva estructura institucional. En este punto, la sociedad se divide
en campos o partidos
enfrentados, uno de los cuales trata
de defender el cuadro de instituciones antiguas, mientras que los otros se esfuerzan
en establecer otras nuevas.
Y, una vez que ha tenido lugar esta polarización, el recurso político fracasa. Debido a que tienen diferencias con respecto a la matriz institucional dentro de la que debe tener lugar y evaluarse el cambio político, debido
a que no reconocen ninguna estructura suprains-titucional para dirimir las diferencias
revolucionarías, las partes de un conflicto revolucionario deben recurrir, finalmente, a las técnicas
de persuasión de las masas, incluyendo frecuentemente el empleo de la fuerza. Aunque las
revoluciones tienen una función vital en
la evolución de las instituciones
políticas, esa función depende de que
sean sucesos parcialmente extrapolíticos o extrainstitucionales.
El
resto de este ensayo está dedicado a demostrar que el estudio histórico del cambio de
paradigma revela
características muy similares en la evolución
de las ciencias. Como la elección entre instituciones políticas que compiten entre
sí, la
152 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
elección entre
paradigmas en competencia resulta una elección entre modos incompatibles de
vida de la
comunidad. Debido a que tiene ese carácter, la elección no está y no puede estar
determinada
sólo por los procedimientos de evaluación característicos de la ciencia normal, pues
éstos dependen
en parte de un paradigma particular, y dicho paradigma es discutido. Cuando los
paradigmas
entran, como deben, en un debate sobre la elección de un paradigma, su función es
necesariamente circular. Para
argüir en la defensa de ese paradigma cada
grupo utiliza su propio paradigma.
Por supuesto, la circularidad resultante no
hace que los argumentos sean erróneos, ni siquiera inefectivos. El hombre que establece como premisa un paradigma, mientras arguye en su defensa puede, no obstante, proporcionar una muestra
clara de lo que será la práctica científica para quienes adopten la nueva visión de la naturaleza. Esa muestra puede ser inmensamente persuasiva y,
con frecuencia, incluso apremiante. Sin embargo, sea cual fuere su fuerza, el status
del argumento circular es sólo
el de la persuasión. No puede hacerse
apremiante, lógica ni probablemente, para quienes rehusan entrar en el
círculo. Las premisas y valores compartidos
por las dos partes de un debate sobre paradigmas no son suficientemente amplios para ello. Como en las revoluciones políticas sucede en la elección de un paradigma: no hay ninguna norma más elevada que
la aceptación de la comunidad pertinente.
Para descubrir cómo se llevan a cabo las revoluciones científicas, tendremos,
por consiguiente, que examinar no
sólo el efecto de la naturaleza y la lógica, sino también las técnicas de argumentación persuasiva, efectivas dentro de los
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 153
grupos muy especiales que constituyen la
comunidad de
científicos.
Para
descubrir por qué la cuestión de la elección de paradigma no puede resolverse nunca
de manera inequívoca sólo mediante la lógica y
la experimentación, debemos examinar
brevemente la
naturaleza de las diferencias que separan a los partidarios de un paradigma
tradicional de sus sucesores
revolucionarios. Este examen es el objeto principal de esta sección y de la
siguiente. Sin
embargo, hemos señalado ya numerosos ejemplos de tales diferencias, y nadie pondrá
en duda que la historia
puede proporcionar muchos otros. De
lo que hay mayores probabilidades de poner en duda que de su existencia —y que, por
consiguiente, deberá
tomarse primeramente en consideración—,
es de que tales ejemplos proporcionan información esencial sobre la naturaleza de
la ciencia. Dando por sentado que el rechazo
del paradigma ha sido un
hecho histórico, ¿ilumina algo
más que la credulidad y la confusión humanas? ¿Hay razones intrínsecas por las
cuales la asimilación
de un nuevo tipo de fenómeno o de una
nueva teoría científica deba exigir el rechazo de un paradigma más antiguo?
Nótese,
primeramente, que si existen esas razones, no se derivan de la estructura
lógica del conocimiento científico. En principio, podría surgir un nuevo fenómeno sin reflejarse de
manera destructiva sobre
parte alguna de la práctica científica
pasada. Aunque el descubrimiento de vida en la Luna destruiría paradigmas hoy
existentes (que
nos indican cosas sobre la Luna que parecen incompatibles con la existencia de vida
en el satélite), el
descubrimiento de vida en algún lugar
menos conocido de la galaxia no lo haría. Por la misma razón, una teoría nueva no tiene
por qué entrar en
conflictos con cualquiera de sus
154 NATURALEZA DE LAS
REVOLUCIONES
predecesores.
Puede tratar exclusivamente de fenómenos no conocidos previamente, como es el caso de la teoría cuántica que trata (de
manera significativa, no
exclusiva) de fenómenos subatómicos
desconocidos antes del siglo xx. O también, la nueva teoría podría ser simplemente de
un nivel más elevado que las conocidas hasta
ahora, agrupando todo un grupo de teorías de nivel más bajo sin modificar
sustancialmente a ninguna de ellas.
Hoy en día, la teoría de la conservación de la energía proporciona exactamente ese
enlace entre la
dinámica, la química, la electricidad, la óptica, la teoría térmica, etc.
Pueden concebirse todavía otras relaciones compatibles entre las teorías antiguas y las nuevas. Todas y
cada una de ellas podrían
ilustrarse por medio del proceso histórico a través del que se ha desarrollado
la ciencia. Si lo fueran, el desarrollo
científico sería
genuinamente acumulativo. Los nuevos tipos de fenómenos mostrarían sólo el orden en un
aspecto de la naturaleza en donde no se
hubiera observado antes. En
la evolución de la ciencia, los
conocimientos nuevos reemplazarían a la ignorancia, en lugar de reemplazar a otros
conocimientos de tipo
distinto e incompatible.
Por
supuesto, la ciencia (o alguna otra empresa, quizá menos efectiva) podría haberse
desarrollado en esa forma
totalmente acumulativa. Mucha
gente ha creído que eso es lo que ha sucedido y muchos parecen suponer todavía
que la acumulación
es, al menos, el ideal que mostraría
el desarrollo histórico si no hubiera sido distorsionado tan a menudo por la
idiosincrasia humana. Hay
razones importantes para esta creencia. En la Sección X descubriremos
lo estrechamente que se
confunde la visión de la ciencia como acumulación con una epistemología predominante
que considera que el conocimiento es una cons-
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 155
trucción hecha por
la mente directamente sobre datos sensoriales no elaborados. Y en la Sección XI examinaremos el fuerte apoyo proporcionado
al mismo esquema historiográfico por las técnicas de pedagogía efectiva de la
ciencia. Sin embargo,
a pesar de la enorme plausibilidad de esta imagen ideal, hay cada vez más razones
para preguntarse
si es posible que sea una imagen de la ciencia.
Después del período anterior al paradigma, la asimilación de todas las nuevas teorías y de casi todos los tipos nuevos de fenómenos ha exigido, en
realidad, la destrucción de un paradigma
anterior y un conflicto consiguiente entre escuelas competitivas de pensamiento
científico. La adquisición
acumulativa de novedades no previstas
resulta una excepción casi inexistente a la regla del desarrollo científico. El hombre que tome en serio los hechos históricos deberá sospechar que la ciencia no tiende al ideal que ha forjado nuestra imagen de su acumulación. Quizá sea otro tipo de empresa.
Sin
embargo, si los hechos que se oponen pueden llevarnos tan lejos, una segunda mirada al terreno que ya hemos recorrido puede sugerir que la adquisición acumulativa de novedades no sólo es en realidad rara, sino también en principio, improbable. La investigación normal que es acumulativa, debe su éxito a la
habilidad de los científicos para seleccionar
regularmente problemas que pueden
resolverse con técnicas conceptuales
e instrumentales vecinas a las ya existentes. (Por eso una preocupación excesiva por los problemas útiles sin tener en cuenta su relación con el conocimiento y las técnicas existentes, puede con tanta facilidad inhibir el desarrollo científico). Sin embargo, el hombre que se esfuerza en resolver un problema definido por los conocimientos y las técnicas existentes, no se li-
156 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
mita a mirar en torno suyo. Sabe qué es lo
que desea lograr y
diseña sus instrumentos y dirige sus
pensamientos en consecuencia. La novedad inesperada, el nuevo descubrimiento, pueden
surgir sólo en la
medida en que sus anticipaciones sobre la naturaleza y sus instrumentos
resulten erróneos. Con
frecuencia, la importancia del descubrimiento
resultante será proporcional a la amplitud
y a la tenacidad de la anomalía que lo
provocó. Así pues, es evidente que debe haber un conflicto entre el paradigma que
descubre una anomalía
y el que, más tarde, hace que la anomalía resulte normal dentro de nuevas
reglas. Los ejemplos de
descubrimientos por medio de la
destrucción de un paradigma que mencionamos en la Sección VI no
nos enfrentan a un simple accidente
histórico. No existe ningún otro modo efectivo en que pudieran generarse los
descubrimientos.
El mismo argumento se aplica, de manera todavía más clara, a la invención de nuevas
teorías. En principio, hay
sólo tres tipos de fenómenos sobre
los que puede desarrollarse una nueva teoría. El primero comprende los fenómenos que
ya han sido bien explicados por los paradigmas
existentes y que
raramente proporcionan un motivo o un
punto de partida para la construcción de una nueva teoría. Cuando lo hacen, como en
el caso de las tres famosas predicciones que
analizamos al final de la sección VII, las teorías resultantes son raramente aceptadas, ya que la
naturaleza no
proporciona terreno para la discriminación. Una segunda clase de fenómenos comprende
aquellos cuya
naturaleza es indicada por paradigmas existentes, pero cuyos detalles sólo pueden
comprenderse a través
de una articulación ulterior de la
teoría. Éstos son los fenómenos a los que dirigen sus investigaciones los
científicos, la ma-
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 157
yor parte del tiempo; pero estas
investigaciones están
encaminadas a la articulación de los paradigmas existentes más que a la creación de
otros nuevos. Sólo cuando
fallan esos esfuerzos de articulación encuentran los científicos el tercer
tipo de fenómenos, las
anomalías reconocidas cuyo rasgo
característico es su negativa tenaz a ser asimiladas en los paradigmas existentes.
Sólo este tipo
produce nuevas teorías. Los paradigmas proporcionan a todos los fenómenos,
excepto las anomalías,
un lugar determinado por la teoría en
el campo de visión de los científicos.
Pero
si se adelantan nuevas teorías para resolver anomalías en la relación entre una teoría
existente y la naturaleza, la nueva teoría
que tenga éxito deberá
permitir ciertas predicciones que
sean diferentes de las derivadas de su prede-cesora. Esta diferencia podría no
presentarse si las
dos teorías fueran lógicamente compatibles. En el proceso de su asimilación, la segunda
deberá desplazar a la primera. Incluso una
teoría como la de la
conservación de la energía, que hoy
en día parece una superestructura lógica que se relaciona con la naturaleza sólo por
medio de teorías
independientemente establecidas, no se
desarrolló históricamente sin destrucción de paradigma. En lugar de ello, surgió de una
crisis en la que un
elemento esencial fue la incompatibilidad
entre la dinámica de Newton y ciertas consecuencias recientemente formuladas
de la teoría calórica. Sólo después del
rechazo de la teoría
calórica podía la conservación de la energía llegar a ser parte de la ciencia.1
Y sólo después
de ser parte de la ciencia durante cierto tiempo, podía llegar o parecer una teoría
de un
1
Silvanus P. Thomson, Life of William
Thomson Baron Kelvin of Largs (Londres, 1910), I, 266-81.
158 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
tipo
lógicamente más elevado, que no estuviera en conflicto con sus predecesoras. Es
difícil ver cómo
pueden surgir nuevas teorías sin esos cambios destructores en las creencias sobre la naturaleza. Aunque la
inclusión lógica continúa siendo una
visión admisible de la relación entre teorías científicas sucesivas, desde el punto de vista histórico no es plausible.
Creo que hace un siglo hubiera sido posible dejar en este punto el argumento en pro de la necesidad de las revoluciones. Pero, desgraciadamente, hoy en día no puede hacerse eso, debido a
que la visión del tema antes desarrollado no puede mantenerse si se
acepta la interpretación contemporánea
predominante de la naturaleza y la función de la teoría científica. Esta
interpretación, asociada estrechamente con
el positivismo lógico inicial y que
no ha sido rechazada categóricamente
por sus sucesores, restringiría el alcance
y el significado de una teoría aceptada, de tal modo que no pudiera entrar en conflicto con ninguna teoría posterior que hiciera predicciones sobre algunos de los mismos fenómenos naturales.
El argumento mejor
conocido y más fuerte a favor de esta concepción restringida de una teoría científica surge en discusiones
sobre la relación
entre la dinámica contemporánea de Einstein y las
ecuaciones dinámicas, más antiguas, que descienden de los Principia
de Newton. Desde el punto de
vista de este ensayo, esas dos teorías son fundamentalmente incompatibles en el sentido ilustrado por la relación de
la astronomía de Copérnico con la de
Tolomeo: sólo puede aceptarse la
teoría de Einstein
reconociendo que la de Newton estaba equivocada. En la actualidad, esta
opinión continúa siendo minori-
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 159
taria.2 Por consiguiente,
debemos examinar las objeciones
mas importantes que se le hacen.
La
sustancia de esas objeciones puede desarrollarse corno sigue. La dinámica relativista
no puede haber demostrado
que la de Newton fuera errónea, debido a que esta última es usada
todavía, con muy buenos
resultados, por la mayoría de
los ingenieros y, en ciertas aplicaciones seleccionados, por muchos físicos. Además, lo
apropiado del empleo de
la teoría más antigua puede probarse
a partir de la misma teoría moderna que,
en otros aspectos, la ha reemplazado. Puede utilizarse la teoría de Einstein para demostrar que las predicciones de las ecuaciones de Newton serán tan buenas como nuestros instrumentos
de medición en todas las aplicaciones que
satisfagan un pequeño
número de condiciones restrictivas.
Por ejemplo, para que la teoría de Newton proporcione una buena solución aproximada,
las velocidades
relativas de los cuerpos estudiados deberán ser pequeñas en comparación con la
velocidad de la luz. Sujeta a esta condición
y a unas cuantas más,
la teoría de Newton parece ser deducible
de la de Einstein, de la que, por consiguiente, es un caso especial.
Pero,
añade la misma objeción, ninguna teoría puede entrar en conflicto con uno de
sus casos especiales. Si la ciencia de Einstein parece confirmar que la dinámica newtoniana es
errónea, ello se debe solamente
a que algunos newtonia-nos
fueron tan incautos como para pretender que la teoría de Newton daba resultados absolutamente precisos o
que era válida a velocidades relativas muy elevadas. Puesto que no pudieron disponer de ninguna evidencia para confirmarlo,
2 Véanse, por ejemplo, las observaciones de P. P. Wiener, en Philosophy
of Science,
XXV (1958), 298.
160 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
traicionaron las
normas de la ciencia al hacerlo. Hasta donde la teoría de Newton ha sido una verdadera teoría científica apoyada en pruebas válidas, todavía lo es. Sólo las pretensiones extravagantes sobre la teoría —que nunca formaron realmente parte de la ciencia— pudieron, de acuerdo con la teoría de Einstein, mostrarse erróneas. Eliminando esas extravagancias
puramente
humanas, la teoría de Newton no
ha
sido puesta
en duda nunca y no puede serlo.
Alguna
variante de este argumento es ampliamente suficiente para hacer que cualquier teoría que haya sido empleada alguna vez por un grupo significativo de científicos competentes, sea inmune a los ataques. La tan calumniada teoría del
flogisto, por ejemplo, explicaba gran número de fenómenos físicos y químicos. Explicaba por qué ardían los cuerpos —eran ricos en flogisto— y por
qué los metales tenían más propiedades en común
que sus minerales. Los metales estaban compuestos
todos por diferentes tierras elementales
combinadas con flogisto, y este último, común a todos los metales, producía
propiedades comunes. Además, la
teoría del flogisto explicaba numerosas
reacciones en las que se formaban ácidos
mediante la combustión de sustancias tales como el carbono y el azufre. Explicaba asimismo, la disminución de volumen cuando tiene lugar la combustión en un volumen confinado de aire —el flogisto liberado por la combustión
"estropeaba" la
elasticidad del aire que lo absorbía, del
mismo modo como el fuego "estropea" la elasticidad de un resorte de
acero.3 Si esos fenómenos
hubieran sido los únicos que los teóricos
3 James B. Conant, Overthrow of the Phlogiston Theory (Cambridge, 1950), pp. 13-16; y J. R.
Partington, A Short History
of Chemistry (2? ed.; "Londres,
1951), pp. 85-88. El informe más completo y simpático sobre los
logros de la
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 161
del flogisto hubieran pretendido explicar
mediante su teoría, no
habría sido posible atacarla nunca.
Un argumento similar sería suficiente para cualquier teoría que alguna vez haya tenido
éxito en su aplicación
a cualquier conjunto de fenómenos.
Pero,
para salvar en esta forma a las teorías, deberá limitarse su gama de aplicación a
los fenómenos y a la
precisión de observación de que tratan
las pruebas experimentales que ya se tengan a mano.4 Si se lleva un paso
más adelante (y
es difícil no dar ese paso una vez dado el primero), esa limitación prohibe a los
científicos la pretensión
de hablar "científicamente" sobre fenómenos que todavía no han sido
observados. Incluso
en su forma actual, la restricción prohibe al científico basarse en una teoría en
sus propias
investigaciones, siempre que dichas investigaciones entren a un terreno o traten de
obtener un grado de
precisión para los que la práctica anterior
a la citada teoría no ofrezca precedentes. Lógicamente, esas prohibiciones no tienen
excepciones; pero el
resultado de aceptarlas sería el fin de la investigación por medio de la que la
ciencia puede continuar desarrollándose.
A
esta altura, este punto también es virtual-mente una tautología. Sin la aceptación de
un paradigma no habría ciencia normal. Además,
esa aceptación debe
extenderse a campos y a grados de
precisión para los que no existe ningún precedente completo. De no ser así, el
paradigma no
podrá proporcionar enigmas que no hayan sido
teoría del flogisto lo hace H. Metzger, en Newton,
Stahl. Boerhaave
et la doctrine chimique (Paris, 1930),
2a Parte. 4 Compárense las conclusiones obtenidas por
medio de un
tipo muy diferente de análisis, por R. B. Braithewaite, Scientific Explanation (Cambridge, 1953), pp. 50-87, sobre todo la p. 76.
162 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
todavía resueltos. Además, no sólo la
ciencia normal depende de la
aceptación de un paradigma.
Si las teorías existentes sólo ligan a los científicos con respecto a las aplicaciones
existentes, no
serán posibles las sorpresas, las anomalías o las crisis. Pero éstas son
precisamente las señales
que marcan el camino hacia la ciencia no-ordinaria. Si se toman literalmente las
restricciones positivistas
sobre la gama de aplicabilidad legítima
de una teoría, el mecanismo que indica a la comunidad científica qué problemas
pueden conducir a un
cambio fundamental dejará de funcionar.
Y cuando esto tenga lugar, la comunidad inevitablemente regresará a algo muy similar
al estado anterior al paradigma, condición en la que todos los miembros practican la ciencia,
pero en la cual sus
productos en conjunto se parecen muy
poco a la ciencia. ¿Es realmente sorprendente que el precio de un avance científico
importante sea un compromiso que corre el
riesgo de ser erróneo?
Lo
que es más importante, hay en la argumentación de los positivistas una
reveladora laguna lógica
que vuelve inmediatamente a presentarnos la naturaleza del cambio revolucionario.
¿Puede realmente derivarse la
dinámica de Newton de la dinámica relativista? ¿Cómo sería esa
derivación? Imaginemos un
conjunto de enunciados, E1 E2,..., En, que, en conjunto,
abarcaran las leyes de la teoría de
la relatividad. Estos enunciados contienen
variables y parámetros que representan
la posición espacial, el tiempo, la masa en reposo, etc. A partir de ellos, con ayuda del aparato de la lógica y la matemática, puede deducirse todo un conjunto de enunciados ulteriores, incluyendo algunos que pueden verificarse por medio de la observación. Para probar lo apropiado de la dinámica newtoniana como caso espe-
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 163
cial, debemos añadir a los Ei enunciados adicionales, como (v/c)2 << l, que restringen el alcance de los parámetros y las variables. Este
conjunto incrementado de enunciados es manipulado, a continuación, para que produzca un nuevo
conjunto, N1 N2 ...,
Nm que
es idéntico, en la forma, a las
leyes de Newton sobre el movimiento, la ley de gravedad, etc. Aparentemente, la
dinámica de Newton se deriva de la de Einstein, sometida a unas cuantas condiciones que la limitan.
Sin
embargo, la derivación es ilegítima, al menos hasta este punto.
Aunque el conjunto Ni es un caso especial de las leyes de la
mecánica relativista,
no son las leyes de Newton. O, al menos, no lo son si dichas leyes no se
reinterpretan de un
modo que hubiera sido imposible hasta después de los trabajos de Einstein. Las variables y parámetros que en la serie einsteiniana E1 representaban la posición espacial, el tiempo,
la masa, etc., se presentan todavía en Ni;
y continúan representando allí espacio, tiempo y masa einstei-nianos. Pero las referencias físicas de
esos conceptos
einsteinianos no son de ninguna manera idénticos a las de los conceptos
newtonianos que llevan
el mismo nombre. (La masa newtoniana se conserva; la einsteiniana es
transformable por medio
de la energía. Sólo a bajas velocidades relativas pueden medirse ambas del mismo modo
e, incluso en ese caso, no deben ser
consideradas idénticas).
A menos que cambiemos las definiciones
de las variables en Ni los enunciados derivados no serán newtonianos. Si las
cambiamos, no
podremos de manera apropiada decir que hemos derivado
las leyes de Newton, al menos no en cualquiera de los sentidos que se le
reconocen actualmente
al verbo "derivar". Por supuesto, nuestra argumentación ha explicado por qué
las leyes de Newton parecían ser aplicables. Al ha-
164 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
cerlo así ha
justificado, por ejemplo, a un automovilista que actúe como si viviera en un
universo newtoniano.
Una argumentación del mismo tipo se utiliza para justificar la enseñanza por
los agrimensores de la astronomía
centrada en la Tierra. Pero la argumentación
no ha logrado todavía lo que se
proponía. O sea, no ha demostrado que las leyes de Newton sean un caso limitado de
las de Einstein, ya que al transponer el límite, no sólo han cambiado
las formas de las leyes; simultáneamente,
hemos tenido que modificar los elementos
estructurales fundamentales de que se compone
el Universo al cual se aplican.
Esta necesidad de cambiar el significado de
conceptos establecidos y
familiares, es crucial en el efecto
revolucionario de la teoría de Einstein. Aunque más sutil que los cambios del geocentrismo al heliocentrismo, del flogisto al oxígeno o de los corpúsculos a las ondas, la transformación conceptual resultante no es menos decisivamente destructora de un paradigma previamente establecido. Incluso podemos llegar a considerarla como un prototipo para las reorientaciones revolucionarias en las ciencias. Precisamente porque
no implica la introducción de objetos o conceptos
adicionales, la transición de la mecánica de Newton a la de Einstein ilustra con una claridad particular la revolución científica
como un desplazamiento de la red de conceptos
a través de la que ven el mundo los
científicos.
Estas observaciones
deberían bastar para demostrar lo que, en
otro clima filosófico, se hubiera
dado por sentado. Al menos para los científicos, la mayoría de las diferencias aparentes entre una teoría
científica descartada y su suce-sora, son
reales. Aun cuando una teoría anticuada pueda verse siempre como un caso especial de su sucesora más moderna, es
preciso que sufra
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 165
antes una
transformación. Y la transformación sólo puede llevarse a cabo con las ventajas
de la
visión retrospectiva, la guía explícita de la teoría más reciente. Además, incluso en el
caso de que esa transformación
fuera un dispositivo legítimo que pudiera
emplearse para interpretar la teoría
más antigua, el resultado de su aplicación
sería una teoría tan restringida que sólo podría reenunciar lo ya conocido. A causa de su economía, esa reenunciación, podría resultar útil,
pero no sería suficiente para guiar
las investigaciones.
Por
consiguiente, demos ahora por sentado que las diferencias entre paradigmas
sucesivos son necesarias e irreconciliables. ¿Podremos decir, entonces, de manera
más explícita cuáles son esos tipos de diferencias? El tipo más evidente ha sido ilustrado
ya repetidamente. Los paradigmas
sucesivos nos indican diferentes cosas sobre la
población del Universo y sobre el comportamiento de esa población. O sea,
presentan diferencias en problemas
tales como la existencia de
partículas subatómicas, la materialidad de la luz y la conservación del calor o
de la energía. Éstas son las diferencias principales entre paradigmas sucesivos y no requieren una mayor ilustración. Pero los paradigmas se diferencian en algo
más que la sustancia, ya que están dirigidos no
sólo hacia la naturaleza, sino también hacia la ciencia que los produjo. Son la fuente de los métodos, problemas y normas de resolución aceptados
por cualquier comunidad científica madura, en cualquier momento dado. Como resultado de ello, la recepción de un nuevo paradigma frecuentemente hace necesaria una redefinición de la ciencia correspondiente. Algunos problemas antiguos pueden relegarse a otra ciencia o ser declarados absolutamente "no científicos".
Otros que
166 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
anteriormente eran triviales o no existían siquiera,
pueden convertirse, con un nuevo paradigma, en los arquetipos mismos de la realización
científica de importancia. Y al cambiar los problemas también lo hacen, a
menudo, las normas que distinguen
una solución científica real de una simple especulación metafísica, de un juego de
palabras o de un juego
matemático. La tradición científica normal que
surge de una revolución científica es no
sólo incompatible sino también a menudo
realmente incomparable con la que existía con anterioridad.
El
efecto del trabajo de Newton sobre la tradición normal de práctica científica del
siglo XVII proporciona
un ejemplo sorprendente de los efectos más sutiles del desplazamiento de
paradigma. Antes de que naciera Newton, la "nueva ciencia" del siglo
había logrado finalmente rechazar las explicaciones aristotélicas y escolásticas,
que se expresaban en
términos de las esencias de los cuerpos
materiales. El decir que una piedra cae porque su "naturaleza" la
impulsa hacia el centro del
Universo se había convertido en un simple juego tautológico de palabras, algo que no
había sido antes. A
partir de entonces, todo el conjunto
de percepciones sensoriales, incluyendo el color, el gusto e incluso el peso,
debían explicarse en
términos del tamaño, la forma, la posición y el movimiento de los corpúsculos
elementales de
la materia base. La atribución de otras cualidades a los átomos elementales era recurrir
a lo oculto y, por
consiguiente, se encontraba fuera del
alcance de la ciencia. Moliere recogió ese nuevo espíritu con precisión, cuando
ridiculizó al doctor
que explicaba la eficacia del opio como soporífero atribuyéndole una potencia
adormecedora. Durante la
segunda mitad del siglo XVII, muchos
científicos preferían decir que la forma
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 167
redondeada de las partículas de opio les
permitía suavizar los nervios en torno a los que se movían.5
Durante
un periodo anterior, las explicaciones en términos de cualidades ocultas habían
sido una parte
integrante del trabajo científico fecundo. Sin embargo, en el siglo XVII, el nuevo
compromiso con la explicación
mecánico-corpuscular resultó inmensamente
fructífero para una serie de
ciencias, al eliminar los problemas que habían desafiado todas las soluciones generalmente aceptadas y sugerir
otros nuevos para reemplazarlos. En
la dinámica, por ejemplo, las tres leyes del movimiento de Newton
son menos el producto de nuevos experimentos que el de un
intento de volver a
interpretar observaciones conocidas, en términos de movimientos y acciones
recíprocas de los
corpúsculos neutrales primarios. Examinemos sólo un ejemplo concreto. Puesto
que los corpúsculos
neutrales sólo podían actuar unos sobre otros por contacto, la visión
mecánico-corpuscular de la naturaleza dirigió la atención científica hacia un tema absolutamente nuevo de
estudio, la alteración del movimiento de
las partículas por medio de
colisiones. Descartes anunció
el problema y proporcionó su primera solución supuesta. Huyghens, Wren y Wallis fueron todavía más allá, en parte mediante
experimentos
con discos de péndulos que entraban en colisión; pero, principalmente, mediante la
aplicación de
características previamente conocidas del movimiento al nuevo problema. Y Newton incluyó sus resultados en sus leyes del
movimiento. La
"acción" y "reacción" iguales de la tercera
5
Sobre el corpuscularismo en general, véase "The Establishment of the Mechanical Philosophy", de Marie Boas. Osiris, X (1952), 412-541. Sobre el efecto de la forma de las partículas sobre el gusto, véase idem., p. 483.
168 NATURALEZA DE LAS
REVOLUCIONES
ley son los
cambios en la cantidad de movimiento que experimentan las dos partes que entran en colisión. El mismo cambio de movimiento proporciona la definición de la fuerza dinámica implícita en la segunda ley. En este caso, como en muchos
otros durante el siglo XVII, el paradigma corpuscular
engendró un nuevo problema y una parte
importante de su solución.6
Sin embargo, aunque
gran parte del trabajo de Newton iba
dirigido a problemas e incluía normas derivadas de la visión
mecánico-corpuscular del mundo, el efecto del paradigma que resultó de su trabajo fue un
cambio ulterior y parcialmente
destructor de los problemas y las normas legitimadas
por la ciencia. La gravedad, interpretada
como una atracción innata entre cualquier par de partículas de materia, era una cualidad oculta en el mismo sentido que lo había sido la "tendencia a caer" de los escolásticos.
Por consiguiente, aunque continuaban
siendo efectivas las normas del corpuscularismo, la búsqueda de una explicación mecánica de la gravedad fue uno de los
problemas más difíciles para quienes aceptaban
los Principia como paradigma. Newton le dedicó mucha atención, lo mismo que muchos de sus sucesores
del siglo XVIII. La única opción aparente era la de rechazar la teoría de Newton debido a que no lograba
explicar la gravedad, y también esta
alternativa fue adoptada ampliamente.
Sin embargo, en última instancia, ninguna de esas opiniones triunfó.
Incapaces de practicar la ciencia sin los Principia o de hacer que ese trabajo se
ajustara a las normas corpusculares
del siglo XVII, los científicos aceptaron gradualmente la idea de que la gravedad, en realidad, era innata. Hacia mediados del siglo XVIII esa
6 Dugas, La mécanique au XVIIe siècle (Neuchatel, 1954), pp. 177-85, 284-98,
345-56.
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 169
interpretación había sido casi
universalmente aceptada
y el resultado fue una reversión ge-nuina
(que no es lo mismo que retroceso) a una norma escolástica. Las atracciones y
repulsiones innatas
se unían al tamaño, a la forma, a la posición y al movimiento como propiedades primarias, físicamente irreductibles, de la materia.7
El
cambio resultante en las normas y problemas de la ciencia física fue una vez más de consecuencias. Por ejemplo, hacia los años de la década de 1740, los electricistas podían hablar de
la "virtud" atractiva del
fluido eléctrico, sin incurrir en el
ridículo que había acogido al doctor de
Moliere un siglo antes. Al hacerlo así, los fenómenos eléctricos exhibieron, cada vez más, un orden diferente del que habían mostrado cuando
se consideraban como los efectos de un efluvio mecánico que sólo podía actuar por contacto. En particular, cuando la acción eléctrica a distancia se convirtió por derecho propio en tema de estudio, pudo reconocerse como uno de sus efectos el fenómeno que ahora conocemos como carga por inducción. Previamente, cuando se observaba, se lo atribuía a la acción directa de "atmósferas" eléctricas o a las pérdidas
inevitables en cualquier laboratorio
eléctrico. La nueva visión de los
efectos de inducción fue, a su vez, la
clave para el análisis que hizo Franklin de la botella de Leyden y, en esa forma, para el
surgimiento de un
paradigma nuevo y newtoniano para la electricidad. La dinámica y la
electricidad no fueron
tampoco los únicos campos científicos afectados por la legitimación de la
búsqueda de fuerzas
innatas de la materia. El
gran caudal
7 I. B. Cohen, Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative
Newtonian Experimental Science and Franklin's
Work in Electricity as an Example Thereof (Filadel-fia, 1956), caps,
VI-VII.
170 NATURALEZA DE LAS
REVOLUCIONES
de literatura del siglo XVIII sobre
afinidades químicas y series de reemplazo,
se deriva también de este aspecto
supramecánico del newtonismo. Los químicos que creían en esas atracciones
diferenciales entre las diversas especies químicas, prepararon experimentos que no hubieran podido concebir antes y buscaron nuevos tipos de reacciones. Sin los datos y los conceptos químicos que se desarrollaron en el curso de este proceso, el
trabajo posterior de Lavoisier y, de manera especial, el de Dalton, hubieran sido incomprensibles.8 Los cambios en las normas que
rigen los problemas, conceptos y
explicaciones admisibles, pueden
transformar una ciencia. En la sección siguiente sugeriré incluso un
sentido en el que pueden transformar al
mundo.
En la historia de cualquier ciencia, casi
en cualquier
periodo de su desarrollo, pueden encontrarse otros ejemplos de esas
diferencias no sustantivas
entre paradigmas sucesivos. Por el momento, contentémonos con otras dos ilustraciones, mucho más breves. Antes de la revolución química, una de las tareas reconocidas de la química era la de explicar las cualidades de las sustancias químicas y los cambios que sufrían esas cualidades durante las reacciones químicas. Con la ayuda de un número reducido de "principios" elementales —uno de los cuales era el
flo-gisto—, el químico debía explicar por qué algunas sustancias son
acidas, otras básicas, combustibles, y así sucesivamente. En este sentido, se habían logrado ciertos éxitos. Ya hemos hecho notar que el flogisto explicaba por qué los metales
eran tan similares y hubiéramos podido desarrollar
una argumentación similar para los
8 Sobre la electricidad, véase idem, caps, VIII-IX. Sobre la química, véase Metzger, op. cit., 1a Parte.
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 171
ácidos. Sin embargo, la reforma de Lavoisier, eliminó finalmente los "principios"
químicos y, de ese
modo, le quito a la química algo del poder real de explicación y gran parte del
potencial. Para
compensar esa pérdida, era necesario un cambio en las normas. Durante gran parte
del siglo XIX, el no
lograr explicar las cualidades de los
compuestos no era acusación contra una teoría química.9
También Clerk Maxwell compartía con
otros proponentes del siglo XIX de la teoría
ondulatoria de la luz, la convicción de que las ondas de luz debían propagarse a través de un éter material. El diseño de un medio mecánico para sostener a esas ondas fue un problema normal para muchos de sus más capaces contemporáneos. Sin embargo,
su propia teoría electromagnética de la luz, no dio ninguna explicación sobre un medio capaz de soportar las ondas de luz y claramente hizo que dar tal explicación resultara mucho más
difícil de lo que había parecido antes. Inicialmen-te, la teoría de Maxwell fue ampliamente rechazada por esas razones; pero, como la teoría de Newton, la de Maxwell resultó difícil de excluir y cuando alcanzó el status de paradigma, cambió la actitud de la comunidad hacia ella.
Durante las primeras
décadas del siglo xx, la insistencia de Maxwell en la existencia de un éter mecánico pareció ser cada vez más algo así como un mero reconocimiento verbal y se
abandonaron los intentos para
diseñar un medio etéreo de ese tipo. Los
científicos no consideraron ya como no científico el hablar de un "desplazamiento" eléctrico, sin especificar qué estaba siendo desplazado. El resultado, nuevamente, fue un nuevo conjunto
9 E.
Meyerson, Identity and Reality (Nueva York, 1930). cap. x.
172 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
de problemas y normas que, en realidad,
tuvo mucho que ver con
la aparición de la teoría de la
relatividad.10
Esos
cambios característicos en la concepción de la comunidad científica sobre sus
problemas y sus
normas legítimos tendrían menos importancia para la tesis de este ensayo si fuera
posible suponer que siempre tuvieron lugar de un tipo metodológico más bajo a otro más elevado.
En este caso, asimismo, sus efectos parecerían
ser acumulativos. No es extraño que algunos historiadores hayan argumentado que la historia
de la ciencia registra un aumento continuo de
la madurez y el refinamiento de la concepción
del hombre sobre la
naturaleza de la ciencia.11 Sin embargo, el argumento en pro del
desarrollo acumulativo
de los problemas y las normas de la ciencia
es todavía más difícil de establecer que el de la acumulación de las teorías.
El intento para
explicar la gravedad, aunque abandonado convenientemente por la mayoría de los
científicos del siglo XVIII,
no iba dirigido a un problema intrínsecamente
ilegítimo; las objeciones a las fuerzas innatas no eran inherentemente no científicas ni metafísicas en sentido
peyorativo. No existen
normas externas que permitan ese juicio. Lo que ocurrió no fue ni un trastorno ni
una elevación de las
normas, sino simplemente un cambio
exigido por la adopción de un nuevo paradigma.
Además, desde entonces, ese cambio fue
invertido, y puede volver a serlo. En el
siglo xx, Einstein logró explicar las
atracciones
10 E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether
and Electricity, II (Londres, 1953), 28-30.
and Electricity, II (Londres, 1953), 28-30.
11 Sobre
una tentativa brillante y
absolutamente al
día de encajar el desarrollo científico en este lecho de
Procusto, véase The Edge of Objectivity: An Essay in the
History of Scientific Ideas, de C. C. Gillispie (Princeton,
1960).
día de encajar el desarrollo científico en este lecho de
Procusto, véase The Edge of Objectivity: An Essay in the
History of Scientific Ideas, de C. C. Gillispie (Princeton,
1960).
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 173
gravitacionales
y esta explicación hizo que la ciencia
regresara a un conjunto de cánones y problemas, a este respecto, que se parece
más a los de los
predecesores de Newton que a los de sus sucesores. Asimismo, el desarrollo
de la mecánica cuántica
ha invertido la prohibición metodológica
que tuvo su origen en la revolución química.
Los químicos actualmente intentan, y con gran éxito, explicar el color, el
estado de agregación y otras cualidades de las sustancias utilizadas y producidas en sus
laboratorios. Es posible
que esté teniendo lugar también una inversión similar en la teoría
electromagnética. El espacio, en la física contemporánea, no es el sustrato inerte y homogéneo empleado tanto en
la teoría de Newton como en la de Maxwell; algunas de sus nuevas propiedades no son muy
diferentes de las
atribuidas antiguamente al éter; es posible
que lleguemos a saber, algún día, qué es un desplazamiento eléctrico.
Cambiando el acento de las funciones
cognoscitivas a las
normativas de los paradigmas, los ejemplos
anteriores aumentan nuestra comprensión
de los modos en que dan forma los paradigmas a la vida científica. Previamente,
hemos examinado, sobre todo, el papel desempeñado por un paradigma como vehículo para la teoría
científica. En este papel, su función es la de
decir a los científicos qué entidades
contiene y no contiene la naturaleza y cómo se comportan esas entidades. Esta
información proporciona un mapa cuyos
detalles son elucidados por medio de las investigaciones científicas avanzadas. Y puesto que la naturaleza es
demasiado compleja y variada como
para poder estudiarla al azar, este mapa
es tan esencial como la observación y la experimentación para el desarrollo continuo de la ciencia. A través de las teorías que engloban,
174 NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES
los paradigmas resultan esenciales para las
actividades de
investigación. Sin embargo, son también
esenciales para la ciencia en otros aspectos y esto es lo que nos interesa en este
momento. En particular,
nuestros ejemplos más recientes muestran que los paradigmas no sólo proporcionan
a los científicos mapas sino también algunas de las indicaciones principales para el establecimiento
de mapas. Al aprender un paradigma, el científico adquiere al mismo tiempo
teoría, métodos y normas, casi siempre en una mezcla inseparable. Por
consiguiente, cuando cambian los paradigmas,
hay normalmente transformaciones importantes
de los criterios que determinan la legitimidad
tanto de los problemas como de las soluciones propuestas.
Esta
observación nos hace regresar al punto en que se inició esta sección, pues nos
proporciona
nuestra primera indicación explícita de por qué la elección entre paradigmas en
competencia plantea
regularmente preguntas que no pueden ser contestadas por los criterios de la
ciencia normal. Hasta el
punto, tan importante como incompleto,
en el que dos escuelas científicas que se encuentren en desacuerdo sobre qué es un
problema y qué es una
solución, inevitablemente tendrán
que chocar al debatir los méritos relativos de sus respectivos paradigmas. En los
argumentos parcialmente
circulares que resultan regularmente,
se demostrará que cada paradigma satisface más o menos los criterios que dicta
para sí mismo y que sé queda atrás en algunos de los dictados por su oponente.
Hay también otras razones
para lo incompleto del contacto lógico que caracteriza siempre a los debates
paradigmáticos. Por
ejemplo, puesto que ningún paradigma resuelve todos los problemas que define y
puesto que no hay dos
paradigmas que dejen sin resol-
NATURALEZA DE LAS REVOLUCIONES 175
ver los mismos problemas, los debates
paradigmáticos
involucran siempre la pregunta: ¿Qué problema es más significativo resolver?
Como la cuestión
de la competencia de normas, esta cuestión de valores sólo puede contestarse en
términos
de criterios que se encuentran absolutamente fuera de la ciencia normal y es ese recurso
a criterios externos lo que de manera más obvia hace revolucionarios los
debates paradigmáticos. Sin embargo, se encuentra también en juego algo más fundamental que las normas y los valores. Hasta ahora, sólo he argüido que los paradigmas son parte constitutiva
de la ciencia. A continuación, deseo
mostrar un sentido en que son también
parte constitutiva de la naturaleza.
X. LAS
REVOLUCIONES COMO CAMBIOS DEL
CONCEPTO DEL MUNDO
examinando el registro de la investigación pasada, desde la atalaya de la historiografía
contemporánea, el
historiador de la ciencia puede sentirse
tentado a proclamar que cuando cambian los paradigmas, el mundo mismo cambia con
ellos. Guiados por un nuevo paradigma, los científicos adoptan nuevos instrumentos y buscan en
lugares nuevos. Lo que
es todavía más importante, durante
las revoluciones los científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con
instrumentos conocidos y en lugares en los que ya habían buscado antes. Es algo así como si la comunidad
profesional fuera transportada repentinamente a otro planeta, donde los objetos familiares se
ven bajo una luz diferente y,
además, se les unen otros objetos desconocidos. Por supuesto, no sucede nada de eso: no hay transplantación
geográfica; fuera del laboratorio, la vida cotidiana continúa como antes. Sin
embargo, los cambios de paradigmas
hacen que los científicos vean el mundo de investigación, que les es propio, de
manera diferente. En la
medida en que su único acceso para
ese mundo se lleva a cabo a través de lo que ven y hacen, podemos desear decir que,
después de una
revolución, los científicos responden a
un mundo diferente.
Las demostraciones conocidas de un cambio en la forma (Gestalt) visual resultan muy sugestivas como prototipos elementales para esas
transformaciones del
mundo científico. Lo que antes de la revolución eran patos en el mundo del científico, se convierte en conejos
después. El hombre
que veía antes el exterior de la caja
176
CAMBIOS DEL CONCEPTO DEL MUNDO 177
desde
arriba, ve ahora su interior desde abajo. Las transformaciones como ésas, aunque
habi-tualmente más graduales
y casi siempre irreversibles,
son acompañantes comunes de la preparación de los científicos. Al mirar el
contorno de un mapa, el
estudiante ve líneas sobre un papel, mientras que el cartógrafo ve una
fotografía de
un terreno. Al examinar una fotografía de cámara de burbujas, el estudiante ve líneas
interrumpidas que se confunden, mientras que el físico un registro de sucesos subnucleares
que le son familiares.
Sólo después de cierto número de
esas transformaciones de la visión, el estudiante se convierte en habitante del mundo
de los científicos, ve lo que ven los
científicos y responde
en la misma forma que ellos. Sin embargo,
el mundo al que entonces penetra el estudiante no queda fijo de una vez por todas,
por una parte, por la naturaleza del medio ambiente y de la ciencia, por la otra. Más bien,
es conjuntamente determinado por el medio
ambiente y por la
tradición particular de la ciencia normal
que el estudiante se ha preparado a seguir. Por consiguiente, en tiempos de
revolución, cuando
la tradición científica normal cambia, la percepción que el científico tiene de su
medio ambiente debe ser reeducada, en algunas situaciones en las que se ha familiarizado, debe
aprender a ver una forma (Gestalt) nueva.
Después de que lo
haga, el mundo de sus investigaciones parecerá, en algunos aspectos, incomparable con
el que habitaba antes. Ésa es otra de las
razones por las que las
escuelas guiadas por paradigmas diferentes se encuentran siempre, ligeramente,
en pugna involuntaria.
Por
supuesto, en su forma más usual, los experimentos de forma (Gestalt) ilustran sólo la naturaleza de las transformaciones
perceptuales.
178 CAMBIOS DEL CONCEPTO
DEL MUNDO
No nos indican nada sobre el papel
desempeñado por
los paradigmas o el de las experiencias previamente asimiladas en el proceso
de percepción. Pero
sobre ese punto existe un caudal importante de literatura psicológica, gran parte
de la cual procede de los
trabajos pioneros del Hanover Institute. Un sujeto experimental que se pone anteojos ajustados con lentes inversos verá
ini-cialmente todo el
mundo cabeza abajo. Al principio
este cuadro de percepción funciona como si hubiera sido preparado para que
funcionara a falta
de lentes y el resultado es una gran desorientación y una crisis personal aguda.
Pero después de que el
sujeto ha comenzado a aprender
a conducirse en su nuevo mundo, todo su campo visual se transforma, habitualmente
después de un periodo
intermedio en el que la visión resulta
simplemente confusa. Después, los objetos pueden nuevamente verse como antes de
utilizar los lentes. La
asimilación de un campo de visión
previamente anómalo ha reaccionado sobre el campo mismo, haciéndolo cambiar.1
Tanto literal como metafóricamente,
el hombre acostumbrado a los lentes inversos habrá sufrido una transformación revolucionaria de la visión.
Los
sujetos del experimento de las cartas anómalas de la baraja, que vimos en la sección
VI, sufrieron
una transformación muy similar. Hasta que aprendieron, por medio de una
prolongada exposición, que el Universo contenía cartas anómalas, vieron sólo los tipos de cartas para
los que experiencias
previas los habían preparado. Sin
1 Los experimentos originales fueron llevados a cabo, por George M. Stratton, "Vision without Inversion of the Retinal Image", Psychological Review, IV (1897), 341-60, 463-81. Una revisión más al día es proporcionada por Harvey A. Carr, en An Introduction
to Space Perception (Nueva York, 1935), pp. 18-57.
CAMBIOS DEL CONCEPTO DEL MUNDO 179
embargo,
una vez que la experiencia les proporcionó las categorías complementarias
necesarias, fueron capaces de ver todas las cartas anómalas durante una primera inspección
suficientemente larga
como para permitir cualquier identificación. Otros experimentos han demostrado que
el tamaño, el color, etc., percibidos en objetos ex-perimentalmente exhibidos, varían también
de acuerdo con la preparación y el
adiestramiento previos
de los sujetos.2 Al examinar la rica literatura experimental de que hemos extraído
esos ejemplos, podemos
llegar, a sospechar que es ne cesario
algo similar a un paradigma como requisito previo para la percepción misma. Lo
que ve un hombre depende
tanto de lo que mira como de
lo que su experiencia visual y conceptual previa lo ha preparado a ver. En ausencia de
esa preparación sólo
puede haber, en opinión de William James, "una confusión floreciente y zumbante" ("a bloomin' buzzin' confusión").
En los últimos años, varios de los eruditos
interesados en la historia de la ciencia han considerado los tipos de experimentos descritos
antes como muy sugestivos. En particular, N. R. Hanson ha utilizado demostraciones de forma (Ges-talt) para elaborar algunas de las
mismas consecuencias
de las creencias científicas que me ocupan
en este ensayo.3 Otros colegas han hecho notar repetidamente que la historia/de la
ciencia tendría un sentido
más claro y coherente si se
2 Para ejemplos, véase "The Influence of
Suggestion on the
Relationship between Stimulus Size and Perceived Distance", de Albert H. Hastrof. Journal of Psychology, XXIX (1950). 195-217; y "Expectations
and the Perception of
Color", de Jerome S. Bruner, Leo Postman y John Rodrigues, American Journal of Psychology, LXIV (1951), 216-27.
3 N. R.
Hanson. Patterns of Discovery (Cambridge,
1958),
cap. I.
180 CAMBIOS DEL CONCEPTO DEL MUNDO
pudiera suponer que los científicos
experimentan,
a veces, cambios de percepción como los que acabamos de describir. Sin embargo, aun
cuando los experimentos
psicológicos son sugestivos, no
pueden ser más que eso, dada la naturaleza del caso. Muestran características de
percepción que podrían ser cruciales para el desarrollo
científico; pero no
demuestran que la observación cuidadosa
y controlada de los científicos investigadores comparta en absoluto esas
características. Además, la naturaleza misma de esos experimentos hace que resulte imposible cualquier
demostración directa de ese punto. Para que el ejemplo histórico pueda hacer que esos experimentos
psicológicos parezcan ser importantes, deberemos anotar primeramente los tipos de pruebas
que podemos esperar que nos proporcione la historia y los que no podremos encontrar en ella.
El
sujeto de una demostración de forma (Ges-talt)
sabe que su
percepción ha cambiado debido a que
puede cambiarla en ambos sentidos repetidamente, mientras sostiene el mismo
libro o la misma
hoja de papel en la mano. Dándose cuenta de que no hay nada en su medio ambiente
que haya cambiado,
dirige cada vez más su atención no a
la figura (pato o conejo) sino a las líneas del papel que está observando. Finalmente,
puede aprender incluso
a ver esas líneas, sin ver ninguna
de las figuras y puede decir (lo que no hubiera podido decir legítimamente antes)
que lo que ve
realmente son esas líneas; pero que, alternativamente, las ve como un pato y como un conejo.
Por el mismo motivo, el sujeto del experimento de cartas anómalas sabe (o, más
exactamente, puede ser
persuadido de) que su percepción
debe haber cambiado porque una autoridad externa, el experimentador, le asegura que,
a pesar de lo que haya visto, estuvo mirando siempre
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